LA
HISTORIA DE UNA LUCIÉRNAGA
Iris era una mujer de trabajo, Iris Luciérnaga a pesar
de su soltería a los 39 años, era una mujer
equilibrada, dulce y apacible. Dedicada por entero a su departamento,
cuidaba delicadamente cada detalle que en él se encontraba,
desde los muebles de fina madera, hasta la última costura
de su elegante cortinaje. Ella tenía pocos amigos y
evadía las estridencias. En el trabajo era una profesional
destacada y había escalado buenos lugares en el último
tiempo. Ahora Iris, mujer madura, se cuestionaba a sí
misma. A veces, la soledad la perturbaba de sobre manera,
ella deseaba tener un hijo. Iris Luciérnaga quería
ser madre por sobre todas las cosas. Tenía los medios
necesarios y sin duda había algo muy importante, ella
podía entregar el mejor de los cariños a una
criatura. Los sentimientos de Iris eran una mezcla de ternura
y dedicación, pero nunca había conocido al hombre
de sus sueños y quizá nunca lo conocería,
él debía poseer la mismas cualidades que ella.
Pero ahora el tiempo jugaba en su contra, un padre no puede
aparecer de improviso, pensaba, y esas cavilaciones eran su
peor enemiga. Entonces empezó una nueva etapa de su
vida. Iris Luciérnaga había cambiado, ella buscaba
una pareja, y despegándose de sus cascarones, que eran
la oficina y el departamento, comenzó a incrementar
sus contactos sociales, asistiendo a toda fiesta que la invitaban.
Así fue como conoció a Pablo, un joven estudiante
universitario, que era mucho menor que ella, y con quien comenzó
una relación de pareja. Al principio todo fue felicidad
pero al cabo de un tiempo, la diferencia de edades y la rigurosidad
que aplicaba Iris en cada acto de su vida, hizo que la unión
se disolviera, dejando a Pablo muy apenado. Ahora nuevamente
Iris se encontraba sola, pero había algo muy hermoso
que pronto ella descubriría, Iris Luciérnaga
esperaba un hijo. Al enterarse se encontró muy emocionada
y muy feliz, pero al poco tiempo comenzaron las dolencias,
el doctor fue tajante “Ud. Padece una afección
cardiaca. El embarazo será difícil. Debe guardar
reposo absoluto durante todo este período”. Los
meses pasaron lentamente, y para Iris, mujer activa, fue algo
sacrificante, pero la recompensa valía la pena. Entre
la música y los constantes llamados de Pablo, ella
velaba por la criatura que llevaba en su vientre, a tal forma
que extremó los cuidados sin dejar nada al azar. Ahora
el departamento había cambiado de aspecto, y todo el
ajuar de la guagua estaba a punto.
El
día indicado se dirigió a la clínica.
Una alegría interna la embargaba, a pesar de su dolencia
y a pesar del riesgo que estaba corriendo. Allí estaba
Pablo esperándola, pero ella le fue indiferente, ella
tenía un solo amor, su hijo. La operación fue
larga y Pablo se encontraba muy preocupado. La enfermera le
dio la noticia, había sido padre de un hermoso varoncito
pero Iris se encontraba muy grave. Entonces el joven corriendo
angustiosamente por los pasillos, entró a verla. La
imagen que tuvo lo dejó sin habla, la ejecutiva y bella
mujer se hallaba ahora moribunda en una cama de hospital.
Entonces, él acercándose, la besó en
la frente, haciendo que ella saliera de su inconciencia,
- Cuida mucho a mi bebé – musitó Iris,
y al igual que una Luciérnaga, cerró su capullo.
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