EL
DOCTOR PITIPOFF
Juan
Pitipoff era un millonario excéntrico, solterón
y sin amigos, que vivía enclaustrado en su mansión,
teniendo como única compañía a su antigua
ama de llaves. El estaba doctorado en Electricidad y Matemáticas
de alto nivel. Experto en Computación, había
tomado esta disciplina como su sistema de vida. “Elucubrar
con lo intangible, ¡ eso es matemática !”
solía decir.
Su gran hobby era su laboratorio, y aprovechando sus conocimientos,
diseñaba los más variados inventos. Así
había logrado construir una casa completamente automatizada,
la cual tenía desde lo más trivial hasta el
más increíble detalle, como era su afeitadora
robot, con la cual no sólo se afeitaba, sino que además
lograba un corte de pelo preciso, programable de acuerdo al
estilo que estuviera se moda. Resumiendo, el hombre no tenía
cómo aburrirse, y así nació la idea de
crear “una máquina para hacer reír”-.
Es un desafío – pensaba, - Pero lo voy a lograr
– se repetía a sí mismo, y haciendo gala
de su excentricidad se contactó con Héctor,
un joven humorista, que ocasionalmente aparecía en
televisión y cuyas presentaciones eran sagradamente
observadas por el doctor.
Héctor acudió inmediatamente al llamado, pero
al llegar al laboratorio creyó que se trataba de una
broma, sin embargo el doctor fue explícito.
- Deseo crear una máquina que tenga la capacidad de
contar chistes y quiero que tú me ayudes – le
dijo en forma solemne. Luego conversaron amistosamente pero
Héctor lo observaba con extrañeza. Nunca en
su vida le habían propuesto una idea tan descabellada.
Pero el doctor se veía tan sereno y seguro sobre lo
que hablaba, que logró simpatizar al humorista.
- ¿Por qué piensa crear esta máquina,
doctor? – preguntó Héctor dando aire de
confianza, pero el doctor se ruborizó y haciéndose
el desentendido, exclamó.
- Lo tengo todo en la mente, se puede crear un algoritmo que
permita ...-
- ¿ Por qué desea Ud. Construir esa máquina,
doctor? - insistió el humorista.
- Como te decía, se puede crear un algoritmo que permita
hacer razonar al computador y al colocar contrapuntos equívocos,
dados por ti, se podría dar hilaridad a ciertas frases.
–
El doctor se hallaba nervioso, hablaba tartamudeante y su
mirada era esquiva. Recordaba sus años pasados, solo,
encerrado entre máquinas. No tenía amigos, nunca
había sentido el amor de una mujer, ni menos el cariño
de un hijo. Y como despertando de un sueño, observó
todos los aparatos y cables que tenía a su alrededor
y los vio como algo frío. ¿Por qué construir
esa máquina?, si a su lado tenía a Héctor.
Y levantando su rostro, dijo lleno de emoción.
- Quiero...ser...tu amigo.-
En ese momento Héctor comprendiendo la situación
y acercándose al doctor, lo abrazó con fuerza.
Después ambos hombres salieron a caminar, y penetrando
la noche dieron rienda suelta a sus emociones. Atrás
quedaba “la máquina para hacer reír”
y mucho más atrás quedaba el doctor Pitipoff.
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