DE
LA PLAZA DE ARMAS
Me hallaba preocupado y decidí sentarme en un escaño
de la plaza de armas.
Dos años de cesantía es algo agobiante para
cualquier persona, así que me tome aquel pequeño
descanso.
Esa paloma, de blanquísimo plumaje, no se despegaba
de mi cercanía, buscando las escasas migajas que le
había lanzado. Yo la observaba y con agrado le convidé
más. ¿ Qué sabía ella de mis problemas
?, ni pensarlo,a las 4 de la tarde, con un calor atosigante,
y yo sentado allí, alimentando a un animal. ¿Un
animal?, ha dicho mal. ¿Un animal?. Cómo le
gustaría volar: ¿Verdad?. Cómo le gustaría
ser libre, ¿Verdad?. Estar atado a un sueldo, depender
de un trabajo, vestirse como los otros, poseer lo mismo que
otros, pelear y matarse por dinero, y a mi me dice animal.
Señor: “Tenga a bien saber que yo soy una paloma,
no un animal. Verá, yo no trabajo y sin embargo el
alimento no me falta, yo no necesito hacer ninguna de las
cosas que Ud. como hombre tiene que hacer para subsistir.
Mírese a sí mismo, allí sentado en un
banco, cansado y agobiado por los problemas de dinero, y yo
libre, vuelo hacia donde yo quiero, y hago lo que quiero y
nada me falta.
La próxima vez, Señor, entonces, deténgase
con más respeto frente a mí, mire que aunque
Usted no lo quiera, yo soy mucho más feliz que usted.
“ Y desplegando sus espaciosas alas, voló de
aquí para allá y de allá para acá,
mostrando su gran maestría, en algo que yo; por cierto...no
podré hacer jamás...volar.
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