CINCO
AÑOS DE VIDA
Miró
con disimulo el reloj y confirmó sus temores. Las doce
y cinco. Si no empezaba inmediatamente a despedirse perdería
el último metro. Por un instante y carraspeando levemente,
distrajo su mirada en Paula. Luego, ambos se despidieron de
la concurrencia, y tomados de las manos salieron a la calle
a caminar en dirección sur.
- Es probable que en noviembre me asciendan – dijo Ernesto,
con aire de suficiencia.
La muchacha lo escuchaba en silencio, conocía esa retórica
de memoria, cinco años no habían pasado en vano
para la pareja. Tal vez desde el día que se casaron,
se dieron cuenta que el matrimonio era una empresa difícil.
De poco había servido ese viaje a Chiloé que
tanto disfrutaron, o esos cursos de guitarra donde participaban
con tanto entusiasmo. La rutina, el desengaño, algunos
problemas de alcoba y otras cosas más, habían
calado fuerte en ellos. Quizá Felipe, su pequeño
hijo, era el único puente que hacía renacer
en ellos la esperanza de una unión feliz.
Ahora a corta distancia de la estación del metro, Paula
saliendo de su mutismo, abrazó delicadamente a Ernesto,
diciéndole susurrante al oído.
- Te felicito mi amor.
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