Las alcancías se iban llenando
a medida que el tiempo pasaba. Era un buen día.
La lengua no les había
parado y los incautos se desprendían de sus monedas.
Al llegar la noche se habían
hecho de una pequeña fortuna y su goce era magnífico.
Luego se fueron caminando hacia
su casa y al doblar una esquina,
tres enormes brutos armados hasta
los dientes, los asaltaron : la bolsa o la vida.
Dejándolos como al principio
sin un cobre.