Para no desesperar, ella se paseaba
de aquí para allá y de allá para acá,
nerviosa, apurada, tratando de ordenar sus desbocados pensamientos;
sin poder aligerar la carga que le hacía penoso el respiro
y la existencia.
Miles de pensamientos cruzaban
su mente y se estrellaban unos contra otros. Cada minuto se hacía
más insoportable, negro, dudoso y angustiante.
Si seguía así era
capaz de incendiar toda la casa, de quebrar todos los platos y
hasta de cortarse las venas con un cuchillo.
Que pozo tan hondo
Que espera tan ingrata !
Si vieran ustedes como tenía
ella contraídos los músculos de la cara.
Y todo por culpa de ese
maldito enamorado
que tenía ya casi una hora
de retraso !.