"Tenemos
que ser capaces"
Entrevista
por Waldemar Dante
Lo he conocido
hace veinte años, y está igual de buena gente que lo recordaba.
Entonces lo fui a ver para invitarlo a un programa que hacíamos
en vivo para Radio Santiago, con Ramón Angel Gotor. Accedió
de inmediato y pasé a buscarlo a su casa, terminamos el programa
y luego me invitó a que nos instaláramos en un bar de Providencia,
donde pasamos toda esa tarde de domingo. Entonces estaba de paso en Chile,
rompiendo algunos días su exilio de años. Lo primero que
llama la atención en José Donoso es su afabilidad, no es
irónico y a las cosas las llama por su nombre. "No hay dobleces
en Donoso" comenté al final de aquel programa. Y pienso igual
ahora, luego de verlo para esta nota a propósito del éxito
en México de su novela "El obsceno pájaro de la noche",
que precede a la ubicación privilegiada que alcanza ahora la película
"El lugar sin límites", de Arturo Ripstein, basada en
su novela del mismo nombre.
"El
obsceno pájaro de la noche", la novela más traducida
de José Donoso, es, según el epígrafe de Henry James
que encabeza la obra, el ave que canta en ese trágico bosque de
tinieblas que todos llevamos dentro. Por fuera, el escenario es una antigua
casa de ejercicios espirituales, un laberinto que se fue desmoronando
solo, y que sirve de asilo donde las aristócratas damas de Santiago
envían a sus viejas criadas, ya exprimidas e inútiles, a
terminar sus días. Es la historia de gentes que hoy son puro deshecho
de quienes sirvieron toda la vida, que saben de soledades y vergüenzas
que otros no soportan. La acción retrocede a los amos de estas
esclavas del siglo XX: nos lleva a historias de miserias íntimas
protagonizadas por familias de la aristocracia de Santiago, sobre todo
la familia Azcoitía, de la estirpe fundadora de la casa-asilo.
El Mudito, antiguo secretario de los Azcoitía, ex escritor y hoy
criado inservible, es la conciencia desde la que se proyecta y narra la
novela. En ese lugar donde la gente no importa, en ese reino de desencanto
es donde grazna el obsceno pájaro de la noche, que penetra no sólo
en los sucesos protagonizados por las asiladas sino, también en
la historia íntima de los Azcoitía, en sus amores y reproducciones.
Como todas
sus obras, en fin humanistas, en "El obsceno pájaro de la
noche" el eje de toda su estructura dramática descansa en
la esperanza del nacimiento de un niño milagroso, que dará
a luz secretamente una huérfana del asilo, y que salvará
a sus habitantes de la destrucción. Todo inmerso en un mundo alucinante,
soberbiamente creado. José Donoso vivió su infancia en la
abundancia de cosas, aproximándose temprano al mundo adulto, influenciado
naturalmente al descontento. Sin embargo, él en su trato común
es muy divertido, conforme con el mundo.
Es cierto
que sus movimientos son más lentos, pero su mente, los avances
de su pensamiento a medida que habla, son imposibles de alcanzar. Se ve
resignado. Vive en una sólida casona de tres pisos en un barrio
elegante de Santiago, sin estrechez. En su estudio veo una foto de sus
padres, bellamente enmarcada, sin embargo, su primer libro lo dedicó
a la empleada que lo crió: Teresa Vergara, una mujer inteligentísima
que no sabía leer ni escribir, pero que había acompañado
a la familia varias veces a Europa y le encantaba ir a la Scala de Milán.
Dice Donoso:
- Retengo
momentos de gran afectividad con respecto de mi familia y mi nana Teresa,
junto a la chimenea. Después busqué siempre casas con chimenea.
Mi madre no hacía nada; estaba dedicada a sus parientes, a sus
pobres, a sus empleadas...en mi casa había generalmente más
empleadas que personas de la familia, lo que era natural en la época.
Tenía una habitación para mí y me daba lo mismo dormirme
solo. Viví en un ambiente seguro y protegido.
- ¿Con
qué más relacionaría el despertar de su infancia?
- Con el
placer de existir, con una vida feliz, con eso relaciono mi infancia.
Toda la gente no ha tenido mi suerte, y yo lamento no haber podido dar
a mi hija una niñez así, eso lo siento. Pero a mi familia
sólo he podido darle lo que he ganado con mis libros; entonces,
por cierto que mi hija no creció en la abundancia, pero tampoco
nos ha faltado mucho. Ahora que soy abuelo tengo la dicha de verla con
su propia familia, y junto con María Pilar, mi mujer, sentimos
que hemos salvado la vida...
...no me
canso de decir que mi mujer me dio el amor cuando yo lo creía todo
perdido: estaba próximo a cumplir cuarenta años y creía
que no había futuro posible o amor para mí, pero no, la
conocí...en el aspecto amoroso, antes de conocerla, sólo
hice el ridículo. La primera vez que me enamoré fue de una
prima, la Marita Donoso; yo tenía ocho años, y aconsejado
por mis primos mayores le declaré mi amor en un paseo al campo.
Ella se rió de mí, y todos los primos, que estaban escuchandp
ocultos entre los matorrales...desde entonces me sentía ridículo
cuando me enamoraba y sufría solo, hasta que llegó a mi
vida María Pilar.
Si uno le
pregunta si es feliz, responde: "Feliz no, es muy fuerte; la felicidad
sólo se vive a rachas. Pero estoy contento". Donoso, a su
manera, dio una especie de ajuste de cuentas al exilio latinoamericano,
cuando, en los ochentas, mientras muchos escritores abandonaban sus países,
él vino de vuelta a Chile, luego de veinte años en el extranjero.
Siempre se ha negado a hablar al respecto: "¿Por qué
habría alguien de excusarse por llegar a su propio hogar?. No ha
sido fácil adaptarme, ha significado un lento proceso de una década.
Es un proceso duro, pero logré superarlo. El tiempo, al final,
lo supera todo. Ahora sólo los viajes esporádicos me mueven
de Santiago. Yo de chico me fui de la casa varias veces. A los veinte
me fui a la Patagonia a trabajar de pastor, pero me rechazaron muy al
sur...por la imagen de señorito que veían en mí.
En Europa a nadie importa la apariencia, para ellos nada significan las
señas exteriores: en eso son menos primitivos que nosotros. Aunque
ya parece que se nos están quitando esas manías de juzgar
a la gente por lo que parece ser, en Chile ya casi no suponemos nada...Ahora
se han muerto una a una las razones que me impulsaron a volver. Terminaron
de morir mis padres, y murió la Nana Teresa y dos meses después
también se vendió la casa en que nací...Asi es que
cuando ya nada me ataba, es que elegí quedarme por puro placer,
porque quiero estar y nada más. Me han tratado bien mis compatriotas,
y tengo una deuda de gratitud con ellos".
Recibió
en 1990 el Premio Nacional de Literatura chileno, que estipula una cantidad
considerable y una pensión mensual vitalicia que le permite escribir
tranquilo. Después de superar una sorpresiva enfermedad que lo
atacó durante un viaje a España, hace unos meses, hoy se
le ve bien: "Me gusta estar aquí, Chile pasa por un momento
interesante; estamos alejados aún de temas decisivos como el ecológico,
por ejemplo, pero me gusta sentirme en mi país. El éxito
no es suficiente si se vive en tierra ajena". Se le ve intacta la
mirada inquisitiva de ojo verde pequeño. Se expresa con esa manera
de hablar propia de la aristocracia chilena, que se come las letras (aunque
no le escapa una sola en sus libros). Su trato es cálido, como
el del hombre libre. Se lo digo y comenta:
- De hecho,
la libertad es uno de mis temas preferidos.
- ¿Disfraza
la libertad en sus novelas?
- Nunca
planifico tan deliberadamente las cosas, simplemente me dejo llevar por
el desarrollo y las lineas de conducta. Pautas para escribir no sigo,
llegan desde el fondo, imponiéndose y definiendo mi personalidad.
Me preocupa, por ejemplo, la libertad en la etapa de la vejez del hombre,
y lo he tratado en "Coronación", por ejemplo.
- Que es
la historia de una anciana extravagante atendida por otras dos viejas
sirvientas.
- Misia
Elisa Grey de Abalos, una aristócrata adinerada que va sumergiéndose
en la locura, pasando por épocas de violencia verbal, soeces, que
envenenan la vida de sus pocos familiares. Vive agazapada en su cuarto,
suntuoso y decrépito, donde dos viejas sirvientas, insensibles
a su influencia malévola de su maestra, mantienen un aquelarre
que pretendí altamente irrisorio.
- Preparando
puntualmente recepciones a las que no llega nadie, y al final coronando
a la anciana para su fiesta, en una noche de brujas que terminará
por matar a la mala mayor, al final de un ritual descabellado, que hace
pensar en el cine de Fellini...
- ¿Te
parece?. Yo las concebí como mujeres que al final de su vida, solas,
ejercen su libertad. En mis novelas la gente marginal siempre es libre.
Porque es lo que creo: a pesar de los avatares del mundo exterior, nunca
se podrá doblegar el espíritu. Por lo demás el exterior
simpre cambia, todo cambia, justamente por esa relación que hay
entre lo de adentro y lo de afuera, la casa por dentro y su relación
con el exterior a ella. Por eso siempre hay casas en mis novelas, las
casas son las reglas, el afuera es la libertad.
-
En su
novela "Casa de campo" ¿es lo que expresa?
- En "Casa
de campo" se levanta la reja y el afuera invade el jardín...es
una historia de gentes comunes y corrientes. Cuando escribo, siento la
presencia de las personas a mi alrededor; percibo a la gente, la siento
y eso me hace menos ignorante. Por lo demás, de la vida lo que
más me gusta es, justamente, la gente. Yo creo en la honradez,
en la solidaridad humana, creo en la palabra. Mi búsqueda más
remota siempre ha sido una cosa: el lenguaje. A medida que me fui haciendo
viejo, mi búsqueda del lenguaje se hizo más consciente,
lo que me permitió experimentar con él.
- ¿A
qué conclusiones ha llegado?
- Creo que
la palabra está en todo. Es irremediable. Y no muy grato si pienso
que a mi edad, finalmente, vengo a descubrir que ya casi no hay un lugar
sin límites, porque a los setenta a un hombre su tiempo se le cierra
irremediablemente. Quisiera no creer que el más allá son
sólo palabras, que Dios también sea una palabra...
- Ahora
lo noto descontento...
- No. Hace
mucho tiempo ya que acepté el descontento como parte esencial de
la vida. La decepción nos iguala a todos los humanos, porque los
poderosos ´son grandes decepcionados. Y eso puede ser una clave,
que cuando la entendí pensé: "si voy a vivir decepcionado
en el extranjero, es mejor vivir decepcionado en Chile". Y aquí
estoy. Me acompaña mi mujer, veo a mis nietos, a mis hijos y siempre
estoy escribiendo, siempre tengo un proyecto.
- ¿Cuánto
reescribe?
- Reescribo
diez veces el texto; una y otra vez lo leo, lo rehago, lo reelaboro y
lo voy haciendo de nuevo en la máquina. Puedo escribir un día
completo, o toda la noche, desde las ocho a las nueve de la mañana
siguiente, sin cansarme.
- ¿Cómo
llega a concebir una novela?
- Yo simplemente
escribo novelas, no las explico, ni su causa o fin. Sólo eso. Tampoco
la tomo como una especie de catarsis, o como un exorcismo. Sólo
escribo: nada premeditado. No me digo: ahora voy a escribir una novela
en esta tesitura o en esta forma, sino que la novela va adquiriendo su
vida sola; una novela se va gestando a sí misma; se gesta desde
adentro hacia afuera; impone su tono, su forma, las palabras mismas de
las que se nutre, con las que se crea a sí misma. Yo creo que una
novela se autoescribe, al final se inventa ella sola. Uno presta su cuerpo,
sus manos, su espíritu, pero la novela al final es del lector,
no de uno.
- Se
habla de una crisis de la novela, ¿lo cree usted?
- Creo que
se habla de crisis de la novela desde el año 1902. H.G. Wells habló
de eso entonces, que se había llegado al final de la novela. Y
muchos otros lo han venido afirmando. ¡Yo no lo creo! Sería
como decir que hemos llegado al final de la escritura, y yo tengo vocación
de eternidad, por eso escribo. Yo creo que la novela aún es una
chica joven.
- ¿Con
el tiempo y la práctica se adquiere mayor facilidad para escribir,
mayor oficio?
- Por supuesto.
La escritura es un aprendizaje, uno va enseñándose métodos,
aciertos, motivos. Yo he tenido que llegar a esta edad para declarar que
me es posible tramar una novela, me es más fácil escribir.
Digamos que sólo ahora puedo decir que se agarrar muy bien una
serie de palabras e hilar como una trenza con ellas. Ya no se me van las
hebras, aunque siempre el resultado final pertenece a la obra misma, como
hemos dicho.
- Ultimamente
ha llamado la atención en sus entrevistas una abierta protesta
a las políticas de preservación del medio ambiente.
- Así
es. Otra de las cosas que me gustan de estar en Chile, es que aquí
sí puedo protestar, porque un extranjero protestando no se ve muy
bien...Aunque, ambientalmente, todo el mundo está destruyéndose
a sí mismo, no es sólo un problema en Chile. Debemos entender
que la Tierra es la casa de todos. Cuando se hace limpieza, ¿no
se comienza con la casa? Creo que debemos urgentemente limpiar nuestra
casa. Mi generación santificó los adelantos científicos
y el desarrollo tecnológico: ahora creo que quizás nos equivocamos
y la ciencia adelantada está dejando de lado lo primordial, que
es preservar el medio ambiente. Hay que repensar todo si queremos salvar
a la humanidad. No se trata de retroceder, sólo de cambiar el rumbo
en una dirección más humana, centrada en el espíritu
más que en el consumo. No debemos olvidar lo eterno, la Tierra
misma.
- ¿Seremos
capaces de lograrlo?
- Tenemos
que ser capaces.
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