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La historia inconclusa

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Continación de la historia.

 

El ciego

Cuando me desperté esa mañana, si dijera que toqué la luna con mi mano, sería poco. Fue algo parecido a cuando después de estar años encerrado en la más oscura oscuridad, de pronto, un rayo de luz viene a derrumbar ese muro que te aprisiona, y te ciega.... pero, esta vez hacia el otro lado.... volviéndote a la claridad, a las formas individuales y delineadas, llenas de luz.
Si, esa mañana abrí mis ojos y vi.
Algo común para todo el mundo, salvo para un ciego como yo, dependiente de algún caritativo lazarillo y de un bastón.
La realidad por fin se me aparecía por otro medio que no fuera el tacto, el oído o mi imaginación..... Podía ver..... Allí estaban mi ropa y mi bastón, la cama, la ventana con sus cortinas y un espejo. ¡ Ah ¡ si, un espejo.
Me incorporé y me fui acercando a éste lentamente, mientras veía que mi rostro se iba reflejando en él como si fuera una copia de mí mismo.
Ese era yo. Por primera vez veía mi nariz puntiaguda y mis ojos por tantos años vacíos y sin vida. Descubrí también que mi piel era morena y mi boca de labios pequeños y rosados.
Me toqué la cara, me pasé los dedos por las mejillas y terminé investigando mis orejas con curiosidad.
Tanto era, que sin poder contener mi júbilo, comencé a llorar... y vi esas lágrimas salir de mis ojos y correr por mis mejillas.
Luego me puse la ropa abrochando uno a uno sus botones de memoria, entretanto mis ojos recorrían sin cesar la habitación y escudriñaban sus rincones con la curiosidad de un niño.
Estaba feliz - lo repito - ¿ Quién no lo estaría ?



Mi rostro, mi tantas veces acariciado rostro, era diferente al que aparecía delante mío. Mis manos me habían dado una imagen que no congeniaba con lo que se reflejaba en aquella superficie plana y profunda.
De tanto mirarme, terminé por sentir temor de mí mismo. me había acostumbrado a la oscuridad y los pensamientos que habían surgido en mí no eran ciertamente venturosos. Mi imaginación, de palabras, conceptos, sensaciones físicas y oscuridad habían creado lentamente una imagen de la naturaleza, de lo vivo, fuertemente enraizado en lo malsano y obseno. temía ahora aquellos ojos que me miraban. temía su poder, la luz que emanaban y que incidía en mí; no podía soportar su presión sobre mis ojos. Pero persistí en mirarlos.
De tanto hacerlo me hice uno con ellos y la imagen que se reflejaba comenzó a cambiar a deformarse monstruosamente.
Un inmenso pavor comenzó a inundar mi ser, pero resistí su asalto, hasta que cerré los ojos. En ese momento grité por lo que había visto ante mí, por aquella figura que había visto en mi interior. Entonces, me desperté y me dirigí raudamente al espejo, que tenía delante de mi cama, el cual hasta ahora sólo había reflejado mi negra sombra.
Ahora tal vés fuera diferente, ahora, al salir del sueño, quizás fuera verdad que mis ojos podía ver.
Quería ver lo que fuera, aunque fuera mi imagen turbia y monstruosa. Si quería verla y sostenerla.

Edgar Brizuela, Chillan

No estaba seguro si era mi rostro. Nunca me lo había visto. No estaba seguro tampoco si era mi cuerpo, jamás había sabido de él, salvo cuando lo palpaba. Me asomé a un aparato rectangular, donde se veian muchas imagenes, y pasaban tantas cosas que el corazón se me empezó a encoger. El alma se encogió. Una voz me dijo "ese es el mundo" y no me gustó. Me desagradó los disparos en el pecho, cuerpos saltanto por los aires, sangre, dolor, angustias y zozobras y desee no volver a tener mis ojos, pero la misma voz me indicó "eso es cobardia" es practicar la politica del avestruz."Hay que tener los ojos bien abiertos, siempre, especialmente los ojos del corazón" No lo supe al principio, pero luego, comencé a entender de que se trataba. No bastaba solamente ver, había que mirar, comprender con el corazón, y la miseria humana es un problema del corazón. Descubrí que el mundo tenía colores que alucinaban mis pupilas, descubrí que en el mundo habían niños que encandilaban mis ojos, y descubrí que... Estaba ella, traslucida, tenue y vibrante, prometiendo un beso infinito y un abrazo en el cosmos. La voz me dijo "es el amor de pareja" y de verdad, inicié un juego de cosquilleos y levitaciones, mareos y borracho de amor y contento, entendí que el mundo era de esa manera, que es posible cambiarlo, pero tiene que surgir de adentro del corazón, del alma, de los mundos interiores. La voz me dijo " no te describo mas el mundo es hora de dormir" Me puso la frazada de siempre, gruesa por el tejido, me sacó los lentes oscuros que siempre me apretaban el lado derecho de la nariz y me acomodó en la silla de mecer. Mi vista que nunca tuve, comenzó un infinito viaje de colores, e ilusiones, volcanes y contentos, alegrías y esperanzas. Había descubierto el amor. No lo veía, jamás lo vería: pero lo tenía. En el corazón. En lo profundo. En el lugar exacto en que nada puede escaparse.

yair_j_carvajal @hotmail.com

Era impresionante darme cuenta de lo bello que era todo aquello que solo conocía por sus texturas, esos colores de los que tanto había escuchado por fin se hacían presentes en mi vida, algunos tan fuertes que me irritaban mis ojos, mis ojos estaban tan llenos de vida, y pensar que creía que solo eran un par de adornos en mi cara para no verme deforme frente a los demás, muchas veces pensé que dios solo los había puesto en mi por cumplir, o solo para terminar algo a lo que no le quería dedicar mucho tiempo, sin embrago hoy me doy cuenta de que tienen un gran función, mostrarme este mundo maravilloso y hacer de este día el mas feliz de mi vida. Luego me sigo mirando en el espejo, era algo sorprendente descubrirme a mí mismo, mi rostro el que estaba marcado con algunas cicatrices por aquellos descuidos de mi lazarillo enlos cuales caí y me herí, el contorno de mis ojos, los cuales encierran toda una vida de sombra y penumbras y que hoy creo que han adquirido un brillo muy especial. De pronto nada tenia importancia en mi vida, solo la tenia el observar todo al detalle, cada forma, cada color, todo, cada cosa era algo mágico que tenia luz propia, y esto me hace pensar, esto tan maravilloso ¿será realidad o un maravilloso sueño del cual no quiero despertar?

Macarena Gómez Suez

Aún no olvido su silueta, que se asomó por aquella abertura, para volver. Antes de abandonarme en mi curiosidad y olvidada penumbra, levantó tenuemente dos marchitas manchas, y su rostro, lozano y alborozado, se sonrojó, tiñéndose del mismo color de esas manchas vivaces. Lo que después sabría decir que era una sonrisa, dirigida especialmente a este ciego, que nacía nuevamente a ajenos sentimientos, jamás antes sentidos. Su figura estilizada, sus ojos tristemente mirando a sí misma, en el rectángulo que refleja sus sonrojados pómulos y largo cabello negro alborotado, que se mueve levemente con la brisa, con la misma brisa que hace sonar a las campanillas en días fríos y húmedos. Aún sueño con sus cándidas y generosas manos, largas y finas, su tacto, que siento en su mano sobre mi frente, al escucharme oír lo bella que es. Entonces allí admiré su sombra, que dejaba tras de sí, alejándose más y más, entrando a ese mundo que me pareció horrible, angustiándome por lo que le sucedería. espero con anhelo su regreso, pero no ha vuelto.

Melisa

 

Fue extraño. Me estaba conociendo y a la vez desconociendo. Y aunque me creía diferente, la felicidad me inundaba y no la podía contener.
Las imágenes que vi en le espejo se quedaban grabadas en mi mente y no me permitían pensar en otra cosa que no fuera en ellas.
Es que por primera vez veía los pliegues de mi cara, esos que sólo conocía por el tacto matinal cuando rutinariamente comenzaba a afeitarme porque alguien alguna vez me dijo que lo tenía que hacer. Veía también mis manos. Mis fieles manos, esas que me acompañan a diario, que me guían y me protegen.
Comencé a caminar por instinto. A moverme impaciente. Quería salir y decirles a todos que podía ver. La curiosidad de por fin saber a quién pertenecían cada una de las voces que me acompañaron por estos largos 37 años me apretaba el corazón y me hacía llorar. Era mágico por fin podía ver las lágrimas caer de mis ojos ahora grandes y llenos de vida.
Tomé con fuerza la manilla de la puerta, pero algo me detuvo. Una suerte de venganza recorrió mi mente… por qué tengo que decirles que ahora puedo ver… a quién le importaría… es cierto si yo sólo era el ciego al que había que tenerle lástima.

Guillermo Bustamante

Y una oscura idea surgió en mi cabeza. Saldría de mi habitación a descubrir el mundo, ese mundo que yo había imaginado tantas veces y de tantas maneras pero no se lo diría a nadie . Ver mi habitación había sido un acontecimiento indescriptible, pero ver el mundo alla afuera iba a ser agotador. Me sentía inquieto: por una parte queria salir corriendo y decirle a todos que podia ver, pero por otra quería cobrarme por todos esos años de humillación callada . En ese momento me decidí, cruzaría la puerta pero con los ojos cerrados. Si, como antes cuando no veia y me dejaría guiar como siempre por mi fiel sentido que me permitia "ver" los sonidos. Y al ir avanzando prolongaría ese placer de tener ante mis ojos aquello que siempre quise conocer pero que nunca pude ver antes. Si, tenia el poder de decidir; podia elegir por mi: mantener lo ojos cerrados o abrirlos; elegir la luz o seguir en mi oscuridad; bailar en pleno día o arrastrarme por la noche. Esa sensación de poder me hacía sentir vivo otra vez, un hombre de verdad, no a medias. Pero sentia angustia a la vez. ¿sería capaz de soportarlo, tendria las agallas para sentir la melodiosa voz de mi madre y controlar el impulso de ver el rostro que acompañaba esa voz?,¿ o solo me quedaría con su recuerdo, con esa imagen en mi memoria ?.. En esas cavilaciones estaba cuando de pronto escuche a mis espaldas aquella voz, esa que en el pasado me había causado tanto temor. Dios, ahora podría voltearme y ver ese rostro, era mi oportunidad de enfrentar mi miedo, de ser libre..Y, lentamente, sin pensarlo dos veces, gire la cabeza hacia la ventana, hacia la voz.

Achy

 

Esa manana tuve sensaciones que aun me cuesta trabajo definir, que cada madrugada me vienen de golpe a la mente. Cada amanecer tengo el placer de constatar que el milagro se produjo en mi y doy infinitas gracias a Dios por ello. Tambien Cada amanecer siento el horror de volver a despertar como antes, como cuando mis ojos no veian. Sin embargo a pesar de las tinieblas yo percibia los objetos y a los seres mas cercanos. Yo no conocia el vacio puesto que la nada tenia el mismo color de todas las cosas. No podia imaginar que con la luz los objetos se tornaban mas impenetrables, mas hermeticos, mas lejanos.

He vivido anos y momentos de mucha dicha. He visto los rostros de mis seres queridos, me he maravillado con atardeceres, mi vista se ha perdido en el horizonte y he visto pajaros volar.

Por momentos he sentido la nostalgia de ese mundo que a base de tropiezos yo me habia forjado. Mi mundo era especial, era aterciopelado, me habia habituado a hacer de las tinieblas y del viento mis aliados. La musica, los muebles, las personas, las flores, los animales los percibia como uno solo. Como si todos hubiesen sido hechos del mismo material. Habia aprendido a valorar las cosas por su valor intrinsico, por su utilidad, A quien le importaria si mi camisa y mi corbata combinaban. Solamente a los seres con ojos de luz. A aquellos seres humanos ungidos con el don de ver y sin embargo, ahora dudo quienes son los verdaderos ungidos. Tambien he llegado a sentirme culpable de pertenecer al mundo de los seres con ojos de luz... por que yo fui el elegido? Era yo merecedor de este milagro mas que los demas?

Habia aprendido a percibir a los seres humanos por el timbre de su voz, les juro que veia su alma mas transparente que hoy. No me confundian sus rostros, sus apariencias enganosas. Cuando pude ver comence a hallar un mayor abismo entre mi alma y la de los demas e inclusive me desprendi de mi mismo. El Universo y yo ya no eramos uno solo.

Por eso, de vez en cuando, cierro los ojos y regreso a ese mundo contradictoriamente calido que me hacia sentir que estaba dentro de las mismisimas entranas de mi madre. Protegido y a la vez vulnerable, dependiente de mi baston como un cordon umbilical que me conectaba y a la vez me advertia de los peligros; siempre deseoso de hurgar en ese otro mundo que me habia sido negado. Del mismo modo como deseamos saber que hay mas alla de la muerte, inverti muchisima energia tratando de adivinar que habia mas alla de la penumbra. Me nutria desde el alma y por el alma, creo que existian menos barreras para comprender las cosas. Cuando comence a ver, a asomar mis ojos al mundo fue un renacer, nacer de nuevo. Salir por segunda vez del vientre de mi madre a quien pude finalmente conocer y por Dios que valio la pena, porque su mirada la imaginaba tal cual. Salir de un ambiente para entrar de golpe en aquel otro: la vida misma, con todo su colorido, con todo su frescor y brillo que encandila y enceguece aun mas. Como un recien nacido llore. Llore y llore. Llore de alegria, de miedo, de ansiedad
.

Consuelo Martinez

 

!era tan feliz!, al fin podía ver, toda mi vida había permanecido totalmente enajenado al mundo que me rodeaba, todo me parecía tan extraño.En mi impresión, comencé a observar una a una las cosas que habían en mi habitación, las observaba admirado, atonito, las miraba y las volvia a mira, tocaba mi cama, los objetos, todo..!ah!, pero como olvidarlo, con la impresion se le habia olvidado hasta observarse el mismo, miro hacia todos lados en busca de algo donde poder mirarse, hasta que finalmente vio desde cierta distancia un espejo que se econtarba pegado a la pared junto a la puerta de la habitacion, era un espejo estrecho y largo...!pero que habia alli!, alli esta el, era su reflejo, lentamente se acerco hacia el para encontrarse frente a frente consigo mismo. Una vez alli, pegado al espejo, por fin pudo conocerse:!oh por Dios!, no, no, gritaba mientras se tomaba perturbado la cabeza con sus dos manos, !no podia ser!. ese hombre que se encontraba frente a el no era quien habia creido ser, !era horrible!, al parecer no era una figura humana, y si eso era realmente un humano, hubiese preferido no serlo. Su cabeza era una masa deforme, no era posible describir tan espantosa figura, de pronto, acerca una de sus manos a su mejilla, y comienza a despedasarse por completo, todo lo que parecia ser piel, comenzaba a desprendrese de su cabeza, cayendo los restos hacia el suelo...y alli frente al espejo, comenzo a gritar desesperadamente: !noooooooooo...!.
Y asi, en tan solo unos segundos se desperto gritando en su cama, !era un sueño!, pero parecia tan real, era solo un sueño pues nuevamente no veia nada, esta en completa oscuridad, como siempre, pero ya no le parecia tan mal, por el contrario, le gustaba, preferia seguir asi a ser el monstruo que vio en su sueño, quiza no era tan malo ser un ciego, quiza habia cosas alla en el mundo que lo rodeaba de las que no estaria preparado para ver, lo comprendia, su ceguera ya no era motivo de pesar, de dolor y amargura, definitivamente lo entendia.


Constanza Sepulveda G

 

Quisiera me hubieran preguntado, quisiera poder haber decidido, no preguntaron antes, tampoco hoy que despierto y me encuentro con este dibujo que tantas veces imagine, mi cara que hasta hace unos minutos no existía, ya me preocupa, serian todos iguales? Hombres y mujeres con la misma cara? Que miedo me da que se abra esa puerta y aparezca otro ser igual a mí, por lo menos antes dibujaba en mi cabeza la cara de esas voces que se acercaban, imaginaba ojos como nariz y narices como ojos, bocas como oídos y oídos como boca. Que libertad la mía de imaginar sus caras y por encima delas suyas la mía, la más bella. La más linda, quiero de regreso mi oscuridad, no quiero ver la cara del que me mira con pena, tampoco la del que me ignora, quiero mi libertad de imaginar, no quiero su realidad que me golpea hoy al despertar como castigo, como condena, es tan triste no decidir el entorno donde estar, ya comienzo a olvidar el olor de las cosas y peor aun cuando regreses, que al verte no te reconoceré por que mis manos ya no sienten como anoche cuando te ame, por que talvez mentiste y no eran tus ojos café, ni tu pelo como el oro y yo no lo quiero saber, cierro los ojos y pretendo no ver, quiero de regreso el mundo perfecto que cree.

André Martinez Cerda

 

Salí a la calle y esperé encontrarme con mis antiguos conocidos, aquellos a quienes sólo inspiraba lástima, para que me vieran caminando solo y derechito, seguro y mirando por dónde iba. No andaba nadie a esa hora. Entré al negocio de don Héctor, muy orgulloso de mí, con la ilusión de que, se alegrara tanto como yo, y en su lugar había una señora gorda y mal agestada. Ante mi cara de sorpresa no emitió sonido alguno y, para no sentirme ridículo, le compré cigarrillos. Me vendió como a cualquiera. No sabía seguramente que yo era ciego antes. ¿Qué pasaría con don Héctor?

Pude cruzar las calles sin problema, feliz, mi sonrisa incomodaba a la gente, me daba cuenta. Las personas no están acostumbradas a ver a alguien sonriendo en la calle porque sí. No sabían tampoco que yo era ciego antes.

Llegué al parque y ahí pude hacer lo que siempre quise: sentarme a mirar. No podía creer lo maravilloso que era ver. Los niños jugaban haciendo desorden, gritaban, corrían, asustaban a las palomas. Las parejas se daban miraditas coquetas. ¡Ay!, pensaba yo - ya podré estar así, mirándome con mi amada... -.

Estaba ansioso porque me vieran, pero era raro, no pasaba nadie conocido,nadie me miraba. Empecé a pensar que esto podría sólo ser un sueño y me aterré. Me paré como pude del escaño, se me cayeron los cigarrillos, tropecé y caí sobre el pasto.

- Don Claudio, ¿qué está haciendo aquí?, usted no puede andar solo. Cómo lo dejan salir al pobrecito y sin el bastón más encima...

Marita

-Disculpe, disculpe-dije yo.
-¡Y está todo sucio, además, Don Claudio. Déjeme limpiarlo.
-Bueno, yo…
¿Qué me pasaba? ¿Acaso había perdido las virtudes del habla? ¿Hágase la luz aunque quedes mudo? Abrí la boca y dije:
-Puedo ver.
-Sí, sí, como no. Debe de haber sido fuerte el golpe ¿no? Déjeme verlo… mmm… sí, sí. Se ve como nuevo ¿Y su bastón?
-Bueno yo… eeee… yo… bueno… este…
-Debe ser la gripe. Anda en todas partes. Ya lo decía mi madre, que Dios la guarde: sólo los justos llegarán al cielo. Y es que…

Sus palabras danzaron por mis oídos, cada movimiento de sus labios formando palabras ¡Palabras! Que bellas se escuchaban en aquél día.

-Tiene un lunar en la mejilla izquierda, un anillo de casado y puedo ver el color de su ropa.
-… y mi madre hacía unas tortillas que…-se detuvo y me miró-¿Don Claudio?
Los ojos son las ventanas del alma, sin duda. Sonreí.
-Así como escuchó, pues.
-¿Ha ido al psiquiatra últimamente? Ese golpe…
Volví a sonreír.
-Al otro lado de la acera, a sus espaldas, dos niños peleándose por una patineta.
Se volteó y ahí estaban los dos niños, pelándose por la patineta. Me miró, sorprendido.
-Pero…
Asentí.
-Pero… pero…
Ahora era él quien tenía dificultades en las virtudes del habla. Uno cosecha lo que siembra, ¿no?
-No lo puedo creer-dijo.
-Pues yo tampoco.
Y era verdad. Todavía no me lo creía. Pero así era nomás. Así de simple.

Pareció pensar, procesar la información, y luego de un rato me tomó del brazo y me llevó con él, caminando. Tenía una idea en mente, se lo podía ver en su cara y no hay peor ciego que el que no quiere ver.

-¿Y dónde me lleva?
-Conozco un lugar, Don Claudio-me dijo-Un lugar donde sus virtudes pueden generar recursos.
¿Generar recursos?
¿Generar recursos había dicho él?

Sumido en la confusión y tratando de armar mis pensamientos, me dejé llevar con el. Total, para cruzar el río hay que mojarse los pies.

Tomás Wilson, La Serena, Chile

 

¡¡podia ver!! que alegria, si, en teoria que alegria pero ¿con quien la comparto? solo, me encontraba solo, la unica difrencia es que podia ver, una gran diferencia, pero ¿para que tener vision si el corazon permanece vacio?
que diablos me sucede, por fin puedo ver y me estoy autolatigando con mi existencialismo barato. salgamos a la calle, veamos el mundo tal como es...
es extraño saber que despues de todo, mi mundo era mucho mas colorido que este, ¡¡y que rayos me pasa!! ahora que veo me converti en una lugubre sombra, ya no quiero que me vean, me molesta que me miren, me siento rodeado, expuesto, fuera de mi...
veo, veo la realidad, veo a los demas, me veo a mi y mi casa vacia.
Quisiera cegarme nuevamente.

Juan Moreno

 

Esto tenía que saberlo todo el mundo, sobre todo mi madre, me arreglé bastante, me eché colonia, y bajé al primer piso para anunciarle al mundo que podía ver. Corrí por las escaleras, y llegué a la habitación de mis padres, pero no había nadie, corrí por el pasillo y ahí, estaba mi madre, sentada en la cocina, igual a la última vez que la vi; vestía de negro, y se encontraba con las manos en su rostro, llorando desesperadamente, a su lado, estaba una de sus mejores amigas consolándolas; yo sabía que ante la noticia que recibiría, nada podría quitarle la felicidad que se le venía al saber que podía ver, su hijo querido, su regalón, podía ver.

-¡Mamá!- dije con una sonrisa, pero mamá parecía que no escuchaba- ¡Mamá, miráme, puedo ver nuevamente!- dije con una lágrima de felicidad que salía de mis ojos- justo en ese momento, mamá miró hacia mi.

-¿Qué ocurre?- le preguntó su amiga a mi madre.

-Nada, nada- dijo bajando la mirada.

  Si mamá no quería escuchar la noticia, mi padre la escucharía; así que corrí hacia el comedor, ahí debería estar mi padre. Cuando entré al lugar, estaban todos mis amigos, toda mi familia, y mi padre, llorando no sé por qué razón.

-¡¿Por qué te tuviste que ir?!- exclamó mi abuela mirando hacia una ataúd que yacía al medio del comedor; no lo podía creer, había muerto alguien, y yo no lo sabía; me dirigí lentamente hacia la ataúd, y al ver la cara del difunto, morí de la impresión, si es que se puede morir de nuevo; allí, yacía yo, acostado en una ataúd, con mis ojos cerrados.

Felipe Orrego

 

Recorrí toda mi casa. Empecé a tocar y acariciar las cortinas de seda. Toqué la alfombra y luego las suelas de mis zapatos, casi con violencia, con desbordante ansiedad. No me importaba que estuvieran sucias. Olvidé los otros sentidos. Quería ver todo lo que sentía; necesitaba asegurarme. Hasta tal punto me parecía inverosímil, milagrosamente inverosímil tener vista.

De pronto cerré los ojos y me quedé así un minuto, parado, sólo respirando y pensando en nada. Quise jugar. Por primera vez, me tomé la falta de visión como una fantasía y quise volver a sentir mi vida anterior. No quería abrir los ojos todavía porque quería aprovecharme de la situación; deseaba seguir sintiéndome con ese tonto poder de saber que, cuando se me antojara, vería de nuevo, y que ahora prolongaba mi ceguera a voluntad.

Al cabo de unos segundos en los que puse la mente en blanco, el juego me aburrió y abrí los ojos. En instantes me invadió una sensación de ahogo y frío en el estómago. ¿Qué tal si todo era un sueño del que despertaría en cualquier momento? ¿No vería más? Devino en el paso de un filo escalpélico por mi estómago, que duró tan poco como las fracciones de segundo que mi inconsciente se tomó para yo darme un fuerte y eterno pellizco en el brazo que me hizo sangrar. La tragicomedia del intenso dolor produjo un bombeo de oxígeno ficticio, porque mi respiración no había variado durante todo ese instante, y mi constricción mental cesó.

Veía. Sí, veía, y no lo soñaba. Me dolían los ojos y la cabeza por el esfuerzo de procesar todo lo que pasaba por mis pupilas. No conocía ese dolor y, cuanto más me familiarizaba con él, más me gustaba y me deleitaba. Estuve varios minutos mirando todo, cualquier cosa. Para lo que no distinguía, me acercaba, y para lo que quería ver en su contorno, me quedaba quieto. Mi emoción no disminuía pero, paulatinamente, mi cuerpo se relajaba. De a poco la mente volvía a entrometerse y volvía la asfixia: tenía que salir de ahí. Me vino no una ansiedad, sino una desesperación de seguir en mi habitación y perderme lo que había afuera.

Salí. Hasta este día, mi paseo diurno y diario me exponía a centenares de rostros indescifrables, y no me importaba; mas ahora que los veía, comprendí que la verdadera visión no está en los ojos, sino en sentir lo que encierra cada imagen. Podía ser una primera señal. De qué, no importaba, pues tuve la ocasión de observar rostros tanto placenteros como denigrantes. Las pistas que mi corazón me daba se iban desvaneciendo. Descansaba como un holgazán en este nuevo sentido y mi mente se limitaba.

No me animaba a hablarle a nadie. Quería concentrarme sólo en mirar. Pensaba que era lo mismo que ver. En eso, siento un ruido repentino y estridente a mis espaldas. Me di vuelta girando el cuello y el cuerpo simultáneamente, por la falta de costumbre, y vi gente corriendo desde todas las direcciones a un punto. Entonces vi un auto chocado contra un poste y, en su interior, un hombre desfigurado, inmóvil y lleno de sangre. Volví la cara de inmediato, al tiempo que se oían desgarradores gritos: “¡está muerto, está muerto!”

Volví a mi habitación shockeado, desolado y muy nervioso. Tomé el gran espejo que colgaba y lo tiré al piso con todas mis fuerzas. Más mala suerte de la que me había tocado minutos antes, sabía que ya no tendría

Andrés Julio Pieper

 

Al salir del estado de excitación por lo ocurrido, miré lo que había hecho. El espejo estaba roto en cientos de diminutos trozos y se me antojaba una extraña sensación de satisfacción. Ese simple acto bestial e impulsivo de descargar mi cólera contra un individuo inanimado, me serenó. Al mirar de nuevo los trozos de vidrio que yacían sobre la alfombra, parecieron proyectarse hacia mis pupilas miles de destellos provenientes del exterior, brillantes y seductores. Me animé a salir una vez más. Al caminar por la calzada habitual que conducía hacia la Plaza Pinochet, aunque solo por primera vez, comencé a distinguir ciertos sonidos que me eran habituales, pero que ahora eran mucho más absorbentes, ya que traían un agregado especial y nuevo para mí. Aun se me dificultaba el caminar, después de tanto tiempo hacerlo con ayuda de un bastón y valiéndome mayoritariamente del tacto, caminar sin mis manos me resultaba un poco incómodo. De pronto, mientras fijaba mi atención en un estrafalario y comiquísimo artista callejero, sentí un pinchazo en mi espalda. -Qué extraño- pensé al instante que me volteaba y me horrorizaba al ver que un hombre me amenazaba con un cuchillo. Había sido un ciego desde el principio de mi existencia, pero conocía muy bien las malas intenciones. Extasiado comencé a correr. El malhechor estaba muy cerca de lograr su acometido blandiendo con rudeza su arma mientras corría, pero ágilmente pude cambiar la dirección de mi huida y logré entrar a una desolada plazoleta, dando termino a la maliciosa persecución. Caminando agitado por el lugar, encontré al fin un banco para descansar. Una vez recuperado el aliento, logré dimensionar cuán cerca había estado de la muerte. Rompí a llorar. Una mezcla de ansiedad y angustia recorrió mi ser al encontrarme ahí, tendido patéticamente, dando manotazos al aire y maldiciendo mi suerte. Por encima de mi cabello, comenzó a resbalar una gota de agua, luego dos y luego muchas más. En ese momento me sentí más solo que nunca. Comprendí lo vil y despreciable que puede ser la humanidad. Sentí asco. – Este debe ser el alto costo a pagar por el milagro de la visión- Pensé- ¿Vale la pena tanto sufrimiento?. Un profundo sentimiento negativo comenzó a anidarse en mi alma, extrañé la oscuridad. De tanto reflexionar, no noté que había comenzado a llover despiadadamente, el cielo estaba gris y me sentí ahogado. Una densa niebla comenzó a entrar en el inhóspito lugar, arrastrándose como un ejército de fantasmas que devoraba la tenue luz dadora de vida y esperanza. Ya exhausto de tantas emociones nuevas, me resigné a que no podía seguir huyendo. De pronto una gélida brisa me recorrió la espalda y me supe observado. Al girar mi cuerpo para averiguar quién me acompañaba, descubrí decenas de ojos escudriñándome y sentí pánico. Sin previa advertencia, éstos ojos despegaron del suelo, perdiéndose en la inmensidad del cielo al tiempo que chillaban potentemente, como queriendo hacerse escuchar por mí, como entregándome consuelo, consuelo que en mis oídos parecían mofa petulante y orgullosa, recalcándome que ellos sí podía escapar de allí. Cerré mis ojos y deseé no abrirlos nunca más.

Javier Montero


Usted puede continuar esta historia escribiendo otros días en la vida de este personaje.. Le deseamos suerte y que se entretenga ejercitando su imaginación. Los textos serán publicados a continuación.  

 

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