«Tan
pronto como naces te hacen sentir insignificante. No te dan oportunidades
hasta que el dolor es tan grande que ya no sientes nada. Te dañan en
casa y maltratan en la escuela. Te odian si eres listo y te desprecian si
eres un tonto, hasta que te vuelves loco por no seguir sus reglas. Una vez
que te han torturado y atemorizado durante 20 años aguardan que elijas
una carrera, sin considerar que estás tan lleno de temores que no puedes
desempeñarte. Te drogan con religión, sexo y TV. Piensas que
eres listo y libre pero tan sólo eres un maldito campesino. Te dicen
que hay un lugar para ti en la cima pero primero debes aprender como sonreír
mientras matas si quieres ser como estos tipos en la colina. Un héroe
de clase trabajadora es a lo que se puede aspirar. Si quieres ser un héroe
tan solo sígueme». “Working Class Hero”, John Lennon
Pesadilla al despertar
Por
Cristián Brito
Egon Wolff (chileno, 1926) escritor, ingeniero químico; se interesó
primero por el psicologismo dentro de una técnica realista; conflictos
generacionales y sociales marcaron la temática de sus primeras obras:
Mansión de lechuzas (1957), Discípulos del miedo (1958), Parejas
de trapo (1959), Niñamadre (1960). Con sus obras posteriores - Esas
50 estrellas, de 1961 y Los invasores, de 1963- Wolff evolucionó hacia
una actitud dramática en la que el aparente realismo sirve para subrayar
el elemento irreal. La expresión más acabada de esta matización
se va estructurando mejor en sus textos posteriores: El signo de Caín
(1966) y, fundamentalmente, Flores de papel (1970). Esta última obra
ha sido traducida y representada en escenarios de Londres, E.E.U.U, Francia,
Suecia y España. La posterior producción dramática de
Wolff ofrece una concepción más individualista y más
humana, dentro de un enfoque que ve lo transitorio del ser humano: Kindergarten
(1977), Espejismos (1978), José (1980), Álamos en la azotea
(1981), La balsa de la medusa (1984), Háblame de Laura (1986), Invitación
a comer (1993), Cicatrices (1994), Claroscuro (1995). También ha incursionado
en la creación de textos para teleseries, con Vivir así (1988)
y La extranjera (1992).
Los
Invasores es una obra donde la trama gira en torno a un drama social; las
diferencia entre clases, los atropellos a los desposeídos por parte
de los más acaudalados. Es un tema que tiene muchos exponentes en las
letras nacionales, Augusto D’halmar fue uno de los iniciadores con su
obra “Juana Lucero” (1902), que relata la historia de una mujer
de la vida bohemia nocturna del barrio Yungay, con esta novela se comienza
a perfilar el naturalismo en nuestras letras, sin embargo, es quizás
uno de sus mayores exponentes Nicomedes Guzmán, en especial con su
novela “Los Hombres Oscuros” (1939), un libro donde se ilustra
a la sociedad chilena y las radicales diferencias que existen entre las personas
por la posesión de dinero, que otorgan una alcurnia a quienes lo poseen.
Muchos artistas han mostrado lo difícil que resulta la vida para la
clase obrera, John Lennon escribió una de las canciones más
emblemáticas sobre el asunto en el tema ”Working class hero”
(héroe de la clase obrera) que en su época mostró al
mundo el dolor de los más humildes, en especial las humillaciones que
sufren.
Los
Invasores es una obra que mezcla factores tanto estilísticos como sociales.
Lo que al fin de la obra parece haber sido una pesadilla del personaje principal
Lucas Meyer - un importante empresario -, se transforma en una presunta realidad
que parece relatar nuevamente todos los acontecimientos ya mencionados anteriormente
en la obra, dejando la sensación que la trama se repetirá. Wolff
crea una analogía entre la realidad y el sueño. Meyer y su familia
viven con muchas comodidades, pero el enfrentamiento con un viejo fantasma
de apellido Mirelis, a quien Meyer mató, genera una sensación
de culpa que le lleva a cuestionarse diversos atropellos y vejámenes
que hizo pasar a más de un empleado de su fábrica.
La
carga de la culpa es entonces uno de los factores que hilvana la obra. Meyer
carga en su conciencia con el daño que causó a personas humildes
que dependían de él, lo que le persigue y atormenta. Está
consciente de que la riqueza que ha cosechado se debe en gran medida a los
mismos trabajadores que él trató como objetos, como utensilios
para su enriquecimiento.
Dentro de su presunto sueño es su hijo quien termina por “traicionarlo”
al unirse a los pobres y finalmente entender el porqué de su malestar.
Conviviendo con el proletariado, Bobby adquiere valores que sus padres no
le habían inculcado, lo que cambia radicalmente su forma de ver las
cosas, y que desencadena en una traición hacia su propia familia. Finalmente,
por sobre la narración de la obra, resaltan los valores que en ella
se presentan. La necesidad de que existiera igualdad entre las clases sociales
cobraba gran fuerza en nuestro país en la década de los 60,
y los artistas no estaban alejados de ello. El invasor se presenta como una
manifestación, como un grito de alerta sobre los atropellos que sufrían
los más desposeídos y, auguraba que la riqueza no siempre se
liga con la felicidad, de hecho, el no haberla cultivado con buenas armas,
puede llegar a convertirla en una verdadera pesadilla, tal como le ocurre
al personaje central de Los Invasores de Wolff.
Es interesante y relevante considerar la época en la que la obra fue
escrita. Bajo el gobierno de Alessandri, quien contaba con el apoyo parlamentario
de los liberales, conservadores y radicales; es decir, tenía un cómodo
respaldo. Sin embargo, manteniendo la línea de independencia sustentada
durante su campaña electoral, formó su primer gabinete con técnicos
e independientes de derecha.
Durante
el primer año, se consagró principalmente a frenar la inflación
y procurar una racionalización de la administración pública.
Logró lo primero a través de la estabilización del presupuesto
y de una política económica liberal, con mantención de
un tipo de cambio fijo y mayor libertad a las importaciones, además,
llevó adelante una amplia labor de expansión económica,
centrada en la construcción de viviendas y un plan de obras públicas,
constituyendo un fuerte incentivo al desarrollo económico.
Sin embargo, las medidas económicas del gobierno, en especial la estabilización
de sueldos y salarios, fueron creando un progresivo malestar, ya que el costo
social fue el aumento de la cesantía. A mediados de 1960, se inició
una ola de huelgas y disturbios de obreros y empleados que se oponían
al reajuste oficial de sueldos, del 10 por ciento.
Los
acontecimientos sociales influyen a los artistas nacionales, que por lo demás,
no contaban con un apoyo económico para sus creaciones, eso sí
eran espectadores de lo que en el Chile de la época ocurría
y así lo manifestaban. Surgieron los teatros independientes que suplieron
ciertos vacíos que los universitarios no estaban llenando en los años
60. Se trataba, básicamente, de algunas expresiones más arriesgadas
y menos convencionales que obedecían a transformaciones en el teatro
mundial, y ésa es una de las razones que explica la urgencia de su
gestación.
Es necesario aclarar que en el mismo período estuvieron presentes,
con distinta fuerza, tres estructuras teatrales: la que hegemonizaron los
comerciales hasta los años 40, la de los universitarios hasta 1973
y la de los independientes. Lo que ocurrió es que antes de cada término
se fueron produciendo ciertos procesos de deterioro, y el hecho que el teatro
comercial, universitario o independiente hegemonizara un período, no
significó que fuera el único modo teatral. En los años
60 fueron los teatros universitarios los que regularon el sistema y crearon
un ambiente propicio para expandir el fenómeno teatral. Al preparar
sistemáticamente a actores y profesionales ligados al medio, los teatros
universitarios generaron una corriente que permitió la existencia en
paralelo tanto del teatro comercial como del independiente. Las palabras de
Guillermo Nuñez son certeras: "En el fondo, la incubadora son
los teatros universitarios. Porque todo sale de ahí. Incluso la negación
de ellos".
Como
características globales de universitarios e independientes, es posible
mencionar que los primeros mantuvieron una concepción de entrega y
perfección formal, mientras los segundos pudieron preocuparse más
de la experimentación, debido en buena parte a su autonomía.
La coexistencia de estos dos grupos ayudó a desarrollar la heterogeneidad
de un movimiento teatral que en los años 60, y a pesar de todo, gozó
de muy buena salud.
Una de las características del período es que los fenómenos
colectivos tuvieron gran aceptación entre los creadores. Pero, tanto
el modo de relacionarse como los productos que resultaron de ello, fueron
abortados en 1973: el anquilosamiento esta vez tuvo una sola causa.
En
conclusión, el teatro de Wolff se interpreta como una radiografía
del Chile de los 60, representó la realidad social por la que el país
atravesaba y Los Invasores produce ese efecto de denuncia, por supuesto que
utilizando un modo artístico en su composición que le permite
no caer en una cuestión meramente propagandista o panfletaria, por
el contrario, la analogía creada entre la pesadilla y la riqueza devela
que la forma de hacerse rico mediante atropellos a las personas finalmente
pesan en la conciencia, entonces la pesadilla toma vida al despertar.