Escritores
Gallegos en Chile
Ramón
Suárez Picallo
EL OFICIO PERIODÍSTICO
En sus dieciséis años de exilio en Chile, Ramón Suárez
Picallo asumió –para vivir y subsistir-, según sus propias
palabras- el oficio de periodista. Primero, escribiendo para el diario “La
Opinión”, desde febrero de 1941 hasta junio de 1942 . El 14 de
julio de este año ingresa como columnista en el periódico “La
Hora”, órgano de prensa que pertenece entonces al Partido Radical,
colectividad política que gobernaría Chile entre 1938 y 1951.
Será la época más prolífica para el hijo de Sada,
a través del aporte de su columna diaria en las páginas de opinión
del prestigioso matutino, junto a otros cronistas y ocasionales colaboradores
chilenos, como Augusto D’Halmar, Fernando Santiván, Víctor
Domingo Silva y Ricardo Latcham, dentro de una tradición muy hispana
de ofrecer la presencia habitual de importantes “plumas” o “firmas”
que el lector podía seguir regularmente.
Va a ser una década de trabajo en “La Hora”, desde el 14
de julio de 1942 hasta el 9 de julio de 1951, cuando suspende sus crónicas
diarias para viajar a Punta Arenas, continuando allí tareas políticas
vinculadas al galleguismo republicano, un tanto desperfilado después
de la muerte de su gran líder natural, Alfonso Rodríguez Castelao,
acaecida el 7 de enero de 1950. Traba contacto con Antonio Soto, el famoso
líder de la Patagonia y se vincula con entusiastas miembros del Centro
Gallego puntarenense, donde ofrecerá una conferencia magistral sobre
Rosalía de Castro.
Podemos apreciar una cierta dispersión en la escritura de las crónicas,
tanto de temas como de títulos o encabezados de columna, junto a irregular
extensión de textos, con frecuentes interrupciones y lagunas, atribuibles
en parte a viajes del autor por países de América, en acciones
vinculadas al galleguismo, o a problemas de salud. En ocasiones, el propio
autor se justifica a través de los artículos; otras veces no
hay explicación clara, ni tampoco el periódico donde colabora
da a conocer motivos de ausencia o alejamiento del cronista. Según
testimonios de quienes le conocieron y trataron en Chile , su personalidad,
un tanto errática y disociada, le llevaba a interrumpir abruptamente
sus actividades regulares, viajando de manera súbita o abocándose
a intensas tareas de proselitismo ideológico. Por ello, pese al indudable
talento periodístico que derrochara, estos factores conspiraron contra
su estabilidad laboral y su equilibrio económico, lo que acentuaría,
en círculos intelectuales chilenos y argentinos, su fama de bohemio
y dipsómano incorregible.
El último período de Suárez Picallo como cronista en
Chile se extenderá entre 1954 y 1956, escribiendo desde Santiago para
el diario “El Sur”, de la ciudad de Concepción, donde retoma
su “Feria del Mundo” y entrega un centenar y medio de crónicas...
A fines de junio de 1956, aquejado de dolencias cardíacas y aguda estrechez
económica, pondrá fin al fructífero periplo chileno,
radicándose definitivamente en Buenos Aires, donde participará
en el Primer Congreso de la Emigración Gallega, entre el 24 y el 31
de julio del 56. El 14 de octubre de 1964 ocurrirá su “pasamento
”, en el Sanatorio del Centro Gallego. Es preciso tener en cuenta la
progresiva pérdida de interlocutores republicanos y galleguistas en
Chile, escasos comparados con sus pares de la populosa “quinta provincia”,
como llamaban los gallegos a la capital argentina. La soledad del cronista
se tornará insoportable, forzando su partida, luego de escribir algunas
confesiones:
Para
quien ama, como a la propia luz de sus ojos, a la tierra en que nació
y sobre la cual hizo su espíritu el primer aprendizaje de belleza y
de amor, hay una tremenda y dramática palabra que resume todas las
desventuras. ‘Desterrado’, es la expresión, de desconsuelo,
de angustia y de amargura, que gravita hoy sobre miles de almas, alejadas
de su medio propio. No hay para el dolor que las agobia posibles paliativos.
Ni la hospitalidad, ni el afecto, ni la estimación, ni el pan, ni el
vino ofrecidos sobre la mesa extendida, tienen fuerza bastante para hacerles
olvidar su triste condición de desterrados; es decir, de apartados
de su propia tierra, de su hogar y del camposanto donde reposan sus muertos
queridos.”
No deja de sorprendernos
hoy la enorme cantidad de artículos y crónicas salidos de la
pluma de Suárez Picallo –alrededor de dos mil páginas-
escritas, en su mayoría, bajo el sugestivo y genérico título
de “La Feria del Mundo”, al que agregaría otros encabezados
de menor regularidad, como: “Minutos”, “Buenas Tardes”,
“Arte y Emoción de España”, “Cosas de Ayer”,
“Efemérides Literaria”, y algunos ocasionales, cuando la
oportunidad así se lo sugería.
Su seudónimo
preferido será el de “Pick-Up”, clara onomatopeya de Picallo,
utilizando la denominación que se daba al tocadiscos, elemento técnico
moderno muy al uso por entonces en radioemisoras y residencias particulares.
Su labor periodística
en Chile llega a constituir más del ochenta por ciento de toda su obra
escrita.