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BREVE NOTICIA DE LOS MAESTROS REVOLUCIONARIOS
DE MÉXICO Y GABRIELA MISTRAL

Investigación y Notas de Waldemar Dante.

 

La Orden de los Maestros Misioneros, de acuerdo a lo que se desprende de lo que se sabe y la tradición, son hoy como ayer una cofradía interdenominacional esparcida no sólo en América, con sus propias señas y principios. Son hombres y mujeres ("de gran fe" al decir de José Vasconcelos) que, en ciertas épocas de su vida, dedican su tiempo completo a los demás, aunque siempre vierten enseñanza al más desprotegido. No es una Orden religiosa porque no tienen nada que ver con santos o dioses, aunque si tuviéramos que citar a una figura cuyas enseñanzas siguen, podemos nombrar a Jesús, hijo de María, especialmente en su proclama de amar a los otros como a sí mismo.

Estrictamente, atribuyen los problemas del mundo, la desigualdad económica y social como consecuencias de las profesiones mal servidas. Decía Gabriela Mistral: "Tal vez, mis amigos, la única cosa importante en este mundo sea, bien mirada, el cumplimiento perfecto de nuestro menester...Político mediocre, educador mediocre, médico mediocre, artesano mediocre, esas son nuestras calamidades verdaderas". Afirman que si cada uno se dedicara a cumplir conscientemente su oficio, los problemas domésticos del mundo acabarían. Para los maestros misioneros lo primero es saber que lo que creemos que es la verdad, no lo es en absoluto.

Para acercarnos al método de los maestros misioneros, es necesario que dirijamos nuestra atención hacia los métodos convencionales de estudio y que los comparemos con el de ellos. En todos los países y en todas las comunidades humanas existe básicamente solo un método de estudio aceptado, que se deriva de la forma en que el ser humano, cuando es niño, aprende de sus padres y del medio ambiente. Esencialmente no existe error en este método, de hecho hemos llegado aquí por el. Sin embargo, a pesar de lo común o usual que es, sólo puede ser usado para estudiar algunas cosas y no todas; dado que el niño es como una fruta: nacerá cuando esté madura. Se puede ilustrar este método establecido y su consecuencia por medio de ejemplos sencillos: el comienzo del aprendizaje, que muy pronto se desarrolla en el niño, es que el niño es premiado o castigado de acuerdo a los progresos que haga para aprender aquello que sus padres desean que aprenda, ya sea por instrucción directa o por medio de una situación creada para el niño por los padres. Se ha desarrollado este método de enseñanza debido a cierta característica del niño, y es que el ser naturalmente por sobrevivencia busca el placer y evita el dolor. Una vez que se ha reconocido este principio, es comparativamente fácil entrenar al niño -o al animal-, ofreciéndole alicientes para aprender o negándole la cooperación si no aprende. La búsqueda del placer y el rechazo del dolor se desarrolla más agregándole, a medida que crece, el usual sistema de aprobar o desaprobar sus acciones con premio o castigo. Esta práctica que encontramos generalmente en la relación hogareña es también lo usual en la escuela de tipo común: tenemos la figura autoritario del profesor, que ocupa el lugar de los padres, mientras que el alumno representa al hijo, y la hoja de calificaciones el premio o castigo por su desempeño. Ambar partes conocen las reglas de la escuela, así como las reglas familiares. Y en general los métodos tradicionales son así. La enseñanza se lleva a efecto en un cuarto o una casa específica; a los estudiantes se le ofrecen motivaciones para aprender; se les premia o castiga de palabra o por medio de golpes, con lisonja o terror sicológico, de acuerdo con el progreso que hagan, y midiendo este progreso por la disposición que posea el estudiante para adaptarse al medio ambiente que para ellos se ha creado; igual para un niño que para un joven o un adolescente, en la escuela básica o en la universidad; siendo obvia la regresión infantil a medida que el hombre, al contrario, necesita desapegarse de esta. Es cierto que si la familia es buena o la escuela deseable, no existiría peligro en ello, porque se le daría al estudiante, al mismo tiempo, el conocimiento de la necesidad de independencia, pero no siempre es así. Es más: casi nunca es así. Por ignorancia, en general para los padres un hijo nunca deja de ser un niño y siempre será tratado como tal; y en las escuelas los alumnos no pasan de ser un dato estadístico, un nombre sin rostro, una cifra.

Los maestros misioneros ven en el individuo al que están enseñando siempre a un adulto; en su terminología, ser un adulto significa aquel que está en un estado mental distinto de quienes se ha hecho regresar o permanecer en el nivel infantil del premio o castigo. Por esto, se veía a Gabriela Mistral enseñando, simplemente, desde un banco público de una plaza cualquiera, lo mismo a un niño que a un adulto, con un trato digno igual para todos. Y, dado que la mayoría, en materia de aprendizaje, no conoce otro método que no sea el de regresión, es que resulta extremadamente difícil transmitir a los alumnos, en primer lugar, la manera en que pueden comportarse como personas adultas. José Vasconcelos planteaba que lo mejor al respecto es hacerlo a través del comportamiento propio, del ejemplo viviente mismo de la manera del maestro misionero como ser. Cuando se le pregunta a Gabriela cuál es la mejor forma de iniciar la aplicación de la enseñanza, ella decía: "Lo primero es dulcificarse. Eso es todo: dulcificarse".

Por lo tanto, los maestros misioneros incorporan un método de enseñanza que a través de la cortesía evita que los alumnos regresen deliberadamente a un estado infantil, tratando a todos cordialmente como adultos, con discernimiento y necesidades individuales. Si el maestro se comporta en una forma autoritaria, el estudiante, automáticamente, tenderá a aceptar o rechazar lo que diga; si lo acepta en la forma convencional, en la forma regresiva del premio o castigo en que está acostumbrado a aceptar las cosas, se estará autocondicionando, de lo que resulta esa manera horrible en que se moviliza a las masas. Si lo rechaza, pensando que así está afirmando su individualidad o madurez, no podrá obtener los beneficios del contenido de la enseñanza. La solución misionera para esto es que el alumno tome un tiempo para convencerse de la ineficacia de estas dos reacciones, lo que ha de ser el fin primero de la labor. Esto se consigue, antes que nada, en la relación nueva que los maestros misioneros plantean entre el que enseña y el que aprende. Esta relación está basada en la discusión, o sea, el intento de encontrar, entre muchos, la verdad. Gabriela en sí, lograba esto plantándose en medio de la comunidad que fuese, unos minutos cada día, leyendo del periódico, en voz alta, las noticias del día. Leyendo y comentando con cuantos fuesen que estuvieran, prestando a todos por igual su atención, porque cada opinión es importante, la del niño, el hombre, el anciano. Después, en su práctica, Gabriela trabajaba muchas horas con los propios maestros de la comunidad, o los creaba en una relación de maestro a discípulo, que era generalmente oral por las necesidades de la primera época de los maestros cuando todo estaba por hacerse, y sólo eran un puñado de hombres y mujeres de nobles principios inflamados por la Revolución mexicana.

Con el tiempo, esta práctica de transmisión oral (que es la forma más antigua de sabiduría) la enriquecieron los maestros misioneros con sus hoy divulgados Textos de Discusión, que son cortas ideas, generalmente filosóficas, que los maestros plantean a su grupo de enseñanza, dando facilidad para el comentario que quien escucha desee hacer (una breve serie de estos Textos de Discusión cierran este libro). Estos textos del método han de llevar al nacimiento de una forma de trato que enfrente al maestro y al alumno de igual a igual.

TODOS SOMOS ADULTOS

Cualquier forma de actividad humana tiende a centralizarse alrededor de ciertos factores comunes, ya sea una religión, un sistema filosófico, una nacionalidad o un club. Existirá un dirigente, un grupo de personas, probablemente cierta información específica o historia equivalente, ciertos lemas, y un sentido de pertenecer grupalmente a lo mismo. Todos, o casi todos estos elementos son legítimos en los campos en que tienen aplicación. Sin embargo, entre los maestros misioneros no se aplican porque la intención es producir otro tipo de comunidad. Más justa, en que nadie queda afuera. No importa si las personas son blancas, negras, amarillas o de una estrella lejana. Se sabe que la información se debe estudiar con la deliberada intención de no adoctrinarse, sino de familiarizarse con todo lo que se pueda comprender, en el nivel que se lo pueda comprender por el momento. Es más fácil condicionar, manejar o adoctrinar personas que darles comprensión. Es mucho más económico fabricar millones de artículos de producción masiva que crear una sola obra de arte. Un artículo de producción masiva puede ser tan necesario como un artículo único, pero debemos estar de acuerdo en que entre ambos existe una diferencia.

El hecho es que el método de enseñanza de los maestros misioneros tiene funciones diferentes y actúa en diferentes maneras. En términos generales, las diversas culturas del siglo XX se desenvolvieron en la etapa del que ve y oye, pero sólo intuye que esto puede sentirse y tocarse; insatisfechos de saber que hay muchas más formas de percibir las cosas que sólo mediante el uso de dos facultades. ¿Pero que hay de las otras experiencias, del tacto, del gusto?. Nuestra civilización se hizo en esencia intuitiva sólo creyendo que las cosas que ve u oye puede sentirlas y tocarlas. Es decir, nuestras máquinas nos envían los murmullos de lo más hondo del mar, o de una gruta precipitada, pero no hemos llegado en persona allí; tenemos fotos de planetas lejanos, pero no los hemos pisado aún, entonces, sólo podemos asociar lo que vemos por la intuición de lo que sabemos. En vez de decir: "Esto es esto", decimos: "¿No es que esta figura parece tal y tal cosa? Esa toma de Marte, ¿no es que parece una pirámide? Llamémosle, entonces, "zona de la pirámide". ¿Es que aquélla idea representa esta experiencia?", y así sucesivamente. Sabemos que tal cosa es verdad, pero no sabemos porqué; sabemos que más allá de Plutón hay aún otro planeta, pero no sabemos más, entonces lo clasificamos "en espera" bajo la sigla XNN33 o cualquier otra.

Sabemos que no se pueden adquirir percepciones eficientes a menos que se sepa cuáles son ineficientes y cuáles son las condiciones. De aquí que plantean los maestros misioneros la necesidad de depurar nuestra propia cultura a través de la autoobservación, es decir, cómo un material de enseñanza afecta en la comunidad en que trabaja. El siguiente paso es inducir las ventajas emocionales e intelectuales y al mismo tiempo conservar la hipótesis operativa de que puede haber otras ventajas y otros contenidos que no se han percibido; el intelecto le puede decir a uno que una manzana es buena, saboréandola sabe que le gusta, sin embargo, ¿qué puede decir del valor alimenticio de la manzana citando sus proporciones químicas, si de ello, poco o nada sabemos generalmente?. Por eso, si uno busca estímulos emocionales o intelectuales, eso, los maestros misioneros le dirán que lo busque en otra parte, que lo ofrecen en todo alrededor, le dirán que ellos están interesados en otras cosas más reales, en enseñar las primeras letras al que no sabe leer, por ejemplo, o en levantar una población desde sus cimientos, porque, sépase, la mano de obra es tarea fundamental de los maestros misioneros.

Es esta una Orden de trabajadores a la manera puritana, en la mejor concepción del término, en que se considera el oficio o profesión como una manera de relacionarse y conocer a Dios. De una vez digamos que el Dios de los maestros misioneros está sobre las veleidades humanas, que Dios nada tiene que ver con riqueza mal distribuida, malos políticos y peores servicios, eso, como todo, es sólo inherente a nuestro libre albedrío, es decir, resulta de nuestra manera de organizarnos en comunidad. Cuando recuerda a Mistral, nos dice Emma Godoy:

-"Ella nunca fue panteísta. Siempre tuvo la visión de un Dios separado del Universo...", a imagen y semejanza del Exodo, cuando desde el fuego, Dios informa a Moisés que Su rostro sólo es develado con la muerte. Que nadie verá Su rostro antes. Así, la relación de los maestros misioneros con la religión, sea esta cuál sea, es algo secundario. Entre ellos, la relación con Dios es algo individual, que cada quién entiende a su modo y en su momento. Lo de ellos se trata de la relación entre los hombres a partir de la autoobservación, como se ha dicho. Tanto como Vasconcelos, Mistral también aprendió de escuelas orientales, en particular la budista. Ella, en particular, en sus primeros escritos llega a increpar a Dios y cita al cielo "como un inmenso corazón que se abre amargo. No llueve: es un sangrar lento y largo". El reformador Vasconcelos decía que la falta de libros entre el campesinado nada tiene que ver con Dios, y se enfrasca en lanzar ediciones multitudinarias de los clásicos.

Creen los maestros misioneros que entre ellos y los necesitados Dios puede volverse un inmenso abismo insalvable. Así es que sólo dan fe de El con su trabajo, llegándole a citar en voz alta como "lo innombrable", "lo que no se nombra", "quien no tiene nombre", "lo sin nombre"... Así, sus intereses asumen forma más acá de ese orden oculto que nombramos Dios. Más allá están los intereses íntimos de los maestros misioneros, en que Dios pasa a regir cada acción, incluso la del alimento que ingieren y ciertos hábitos que requerirían, sólo para citar, de un gran espacio. Por lo que, ahora solo brevemente hablaremos de los intereses estrictamente personales que suelen practicar, según la manera en que el maestro misionero se entrena comúnmente. Tal como se leerá, es cierto que si bien suelen no hablar de Dios, por El rigen su vida. Es cierto que, si bien la suya no es una religión, son profundamente religiosos. Por ello es que hoy se habla de los maestros misioneros como de una Orden, en que todos tienen cabida sin importar más que el ánimo de servir: servicio a uno mismo para servir al prójimo en conciencia. Amar a los otros como a uno mismo, ya dijimos, dulcificándonos y viendo en cada uno de los demás a un adulto.

INTERESES DE LOS MAESTROS MISIONEROS

1. LA PURIFICACIÓN DEL CORAZÓN DE LO NEGATIVO

Esto se consigue por cuatro cosas:

La primera cosa es buscar refugio en lo que no se nombra y rechazar los otros pensamientos que surjan. Se puede ocupar la meditación, la oración, el uso de mantras u otra práctica.
La segunda es recordar lo innombrable con el corazón. Que hablar hoy de Dios en público es altamente sospechoso.
La tercera es reflexionar sobre las pruebas de las gentes que nada tienen, y sobre las que uno mismo tiene.
La cuarta cosa es preguntar sobre las pruebas de la gente de la Orden, preguntando a quién conozca la Orden, que hasta antes del siglo XX es un comportamiento sistemáticamente fuera del armazón educativo de la sociedad de América. Sin embargo brota, justamente, del más antiguo pasado de América; entiéndase: norte, centro y sur.

2. LA PURIFICACIÓN DEL CORAZÓN DE LA PRESUNCIÓN

La presunción nace de la vanidad, y debilita el comportamiento cuando reside en el corazón. Mucho daño procede de la vanidad. Conduce al orgullo, al olvido de las bendiciones de la vida, al olvido de las acciones que podemos hacer por los necesitados, a la presunción de lo que se hace, a la autodecepción porque nunca se hará lo suficiente, a sentirse a salvo de la ira, a creer que se tiene una estación con lo sin nombre, a la autojustificación por medio de la acción, la idea y el conocimiento. Estas y otras cosas semejantes son parte del daño que procede de la presunción. En cuanto a lo que se refiere a su realidad, y que no quede duda sobre esto, la vanidad es una falta de humanidad, de perfección, que vamos hacia ella y la presunción nos aleja.

En la busqueda de perfección, se podría estar en uno de estos dos estados de conocimiento: el primero es aquél en que se teme que cuanto se ha obtenido se puede desvanecer, no servir de nada, ser arrancado de cuajo y extirpado por lo sin nombre. Esta persona no es vanidosa. El otro estado es aquél en el que no se teme que se desvanezcan las cosas. Uno está feliz con las cosas ya que es una bendición que estén, no porque sean algo relacionado con uno mismo: se quiere y cuida las cosas porque son fruto del hombre, pero no temen que se esfumen. Este tampoco es vanidoso. Es vanidoso el que no teme perder lo que tiene porque cree merecerlo, y no porque sea un regalo de la vida. Se está contento porque cree todo merecerlo, presume de la bendición, se confía a ella y olvida la relación silenciosa con la vida, lo sin nombre que darle. Quien no habla: actúa. Esto aclara la realidad de la vanidad, lo presuntuoso.

En cuanto a la cura de la pretensiosa vanidad, los maestros misioneros están de acuerdo con lo expuesto en los primeros libros: "que se sepa que la cura de todo defecto está en su opuesto". La pretensión reside en la pura ignorancia. Su cura, entonces, está en el conocimiento, en lo opuesto a la ignorancia. Una persona puede ser vanidosa por los logros, que mantiene la oración, que ayuna, o por lo bien que está su carácter, puede presumir de lo que tiene desde siempre, siendo que no existe elección en la belleza de la forma o la riqueza heredada. Se puede presumir de poseer las cualidades y estar en el sitio de manifestarlas: lo que es una ignorancia porque el sitio es subordinado, porque la belleza se marchita y la riqueza no llega más allá de la muerte. ¿Cómo entonces ser vanidoso con algo que es temporalmente de uno? Todo debe ser visto como una bendición, sin derecho inherente a ella. Los ricos, la gente linda, los sabios, deberían estar encantados por la generosidad del hacedor, ya que les ha dado algo que no es merecido y, aún así, les ha concedido, prefiriendo a unos sobre otros sin razón de prioridad ni ninguna estratagema de Su parte, perfectamente individuales. La verdad es que uno, nuestros movimientos y atributos son parte e invención y creación de lo innombrable. Uno no hizo. El fue. Así pues, la vanidad del que habla acerca de sí mismo, de sus logros o posesiones, presumir no tiene sentido. Uno supone que la acción es conseguida por su propio poder, pero ¿de dónde viene nuestro poder?

La acción solo es posible por la existencia, hasta donde se sabe, y por la existencia del conocimiento, poder, voluntad, y por efecto de las causas de la acción. Todo esto viene de lo innombrable y no de uno, porque lo sin nombre creó el poder y entonces dio el poder a nuestra voluntad, fijó las causas en movimientos, distribuyó los obstáculos y facilitó la acción. El camino de cura, entonces, es vivir humildemente sorprendido de uno mismo en la inmensa generosidad del dador. Sin preocuparse de nuestro logro, solamente haciendo las cosas como si no se las hiciera, sin opinar sobre uno mismo porque a lo innombrable no se le impresiona con la opinión, sino con los actos, con las profesiones bien servidas. Un buen político no es tal porque habla más, es mejor quien hace más sin hablar, que las obras hablen. No uno. Ya sabemos que por nuestro fruto somos conocidos, presumir está de más. Esta es, entonces, la cura del corazón de la presunción que los maestros misioneros insinúan: el trabajo bien hecho en el lugar que se esté ahora.

3. LA PURIFICACIÓN DEL CORAZÓN DEL ORGULLO

Dicen los maestros misioneros que se desvían de las huellas del sendero los arrogantes en la tierra. En lo que a su realidad se refiere, se sabe que el orgullo se divide en orgullo interior y orgullo exterior. El orgullo interior es una trizadura dentro del yo, entiéndase dentro de uno mismo, y el orgullo exterior es la acción que se manifiesta. El hombre de orgullo es más apropiado para la trizadura. En cuanto a la acción, es el resultado de esa trizadura: siempre el orgullo exije la acción; cuando se manifiesta se llama arrogancia. Básicamente se desarrolla en el ego, pues denota satisfacción y confianza de verse a uno mismo por sobre alguien, hacia quien se es despótico. Sin embargo, la mera autoexaltación no le hace a uno arrogante, como se habla con el amigo al narrar un hecho, simplemente, aceptando también que no somos estúpidos si debemos reaccionar ante los hechos de la vida, sin ser despóticos. Regularmente, a los más grandes les aburre oír lo que ya conocen y es mejor escucharles ("más grande" puede ser también un niño). Al ver el rango del otro, uno ve el suyo propio. Cuando un instructor no es cortés con los estudiantes, los mira como si estuviera mirando a burros, es egoísta con las calificaciones, deriva tantas acciones que son imposibles de enumerar, aunque siempre el mal deviene en bien, el daño que produce el orgullo es inmenso. En el caso de un instructor, ¿cómo no ha de ser enorme el daño si se interpone entre el hombre y lo que el hombre puede llegar a ser? El orgullo cierra las puertas, jamás desea para otro lo que desea para sí mismo, que nada le basta y mientras mayor ambición más se aleja de la humildad que es la cualidad excelsa de la humanidad.

Para los maestros misioneros la humildad es el principio de las otras cualidades: esta verdad no la conoce el orgulloso, le está vedada. Vive en la ira al prójimo que es la autoimportancia. No acepta un buen consejo y, por él mismo, no sabe darlo. Mientras hay autoimportancia hay desprecio sin cualidad loable por temor a perder su autoimportancia.

En cuanto a lo que la cura del orgullo del corazón se refiere, hay dos formas: la cura de conocimiento y la cura de acción. El remedio sólo puede ser efectivo cuando se unen ambas.

La cura de conocimiento es conocer y reconocerse a sí mismo en la aceptación de lo innombrable. Pensar en la grandiosidad de lo que no se nombra es suficiente para eliminar el orgullo. Quien conoce su propio yo sabe que es limitado y al final nuestra hechura pertenece al misterio. No somos ciertamente grandiosos de ver, comparados, por ejemplo, con la belleza de los arreboles de invierno en las pizarras heladas del cielo, todo oro y plata perfectamente hilados. En cuanto a la belleza de lo sin nombre, es un tema demasiado largo para ser siquiera rozado aquí, solo digamos que es la meta del conocimiento del develamiento del despertar. En verdad la inteligencia se rinde sólo ante la belleza. El autoconocimiento es también una extensa materia. Sin embargo, mencionan los maestros misioneros lo que de inmediato ayuda a alcanzar humanidad.

Digamos que en el principio no teníamos memoria, éramos algo no recordado. Estábamos ocultos en la no-existencia. La no-existencia es sin principio. ¿Puede haber algo más ruin que la no-existencia, siendo tan entretenida la vida? En la tradición oral de las gentes del Sur de Chile, se dice que la no-existencia se acaba con un susurro que nace de la nada, una maravillada voz de placer que expresa antes que nada la luz de la vida, junto con la primera sensación la voz se hace audible "y entramos a las islas bellas en estos mares del sur". Se sabe que en todas las tradiciones orales de las regiones de la tierra existe esta tradición: venimos de un mundo líquido y el asombro de la tierra firme nos da la vida.

En mapudungún, la lengua de algunos pueblos del sur de Chile, Llituche es la pareja a la que se atribuye el origen de la humanidad. Llituche significa "gente que comenzó". El mito dice que comenzamos de un compuesto basado en las propiedades de unas doce hierbas medicinales, imposibles de identificar actualmente por no haberse conservado el nombre vulgar de las mismas. Sin embargo, en recuerdo de entonces, quedó viviendo entre nosotros un Espíritu benefactor, el Ngumalillahuen, que protege la vida de las personas sin que se lo llame, encarnado en las numerosas hierbas medicinales. Llituche nace de la no-existencia de ese susurro maravillado que identifican con la voz "cric", bellísima, como el canto de la gaviota costera, y que se hermana con la palabra "crear", que tiene un origen muy significativo. Tanto nuestro crear como el creare de los latinos, y el crèer de los franceses, se derivan de una radical del idioma sánscrito, la radical kri, que es la misma que entra en crecer, o sea, los verbos crear y crecer son etimológicamente sinónimos. Parece que la vida, al salir del caos, hace cierto rumor, y este susurro está expresado por la radical kri, como en criatura. Así, el cri que entra en criatura y en cric es una grito de la existencia: de lo más bajo de las cosas fuimos creados, de la nada nos hicimos a partir de un sonido, ¿no es para estar agradecidos de la existencia?

Otras tradiciones antiguas dicen que fuimos creados de la tierra y del agua, del barro hizo un coágulo de sangre, le dio forma y un trozo de lugar, le envolvió de huesos y lo cubrió de carne. Este fue el principio de la existencia y así comenzamos a ser algo recordado. Eramos inanimados, muertos, sin oír ni sentir, ni movernos, ni hablar, sin tocar ni percibir, ni saber. Comenzamos, en verdad, por la muerte antes que por la vida, por la debilidad antes que por la fuerza, por la ceguera antes que por la vista, por la sordera antes que por escuchar, por la mudez antes que por hablar, por el extravío antes que por la guía, por la pobreza antes que por la riqueza, y por la incapacidad antes que por la capacidad. ¿Cómo, entonces, no reconocer? Fuimos guiados por una gota de esperma para llegar a este momento, bien seamos agradecidos o no.

Lo sin nombre fue clemente con nosotros, aquí estamos, reconozcámoslo. Hizo el camino fácil para nosotros; se nos dio la fuerza después de la debilidad y el conocimiento después de la ignorancia. Ello creó nuestros miembros con todo lo que contienen de prodigiosos y nos da señales después de carecer de ellos. Somos saciados después del hambre, vestidos luego de la desnudez, somos conducidos después del extravío. Para los maestros aquél que no se nombra dirije y es forma. Da existencia después de la pura no-existencia. En ello se reconoce porque es el dador. Entonces no hay más que el dador digno de orgullo, de quien nunca sabemos el nombre. Entonces, cuando el principio es de esta forma, por obra de lo que ni tiene nombre, por un coágulo de sangre, ¿cómo se puede ser arrogante?

Las enfermedades tienen poder sobre uno, querámoslo o no; estemos contentos o enojados tenemos hambre o sed inevitablemente, cada ciertas horas necesitamos alimento. Queremos saber algo pero seguimos siendo ignorantes respecto a todo. Queremos recordar algo y lo hemos olvidado. Queremos dirijir el corazón hacia lo que nos interesa y uno queda atrapado entre vallas de murmullos y pensamientos. No se es dueño del corazón mismo. Nada es seguro ni un momento, ni de día ni de noche. El oído, vista, conocimiento y poder desaparecen cuando quieren, y los miembros se paralizan siempre, inevitablemente, el intelecto nos puede ser robado, el espíritu puede sernos arrebatados, y todo lo que amamos en este mundo nos puede ser quitado en un instante. Sólo lo que no tiene nombre permanece. ¿Cómo es posible, entonces, soñarse orgulloso?

El orgullo es pura ignorancia y se debe reflexionar acerca de ello. A todos nos espera la muerte. Así está indicado. Todo se nos ha de arrebatar de repente. Sola permanece la forma algo más, y la forma no tiene sentido, porque los miembros son enterrados y se pudren y estamos ausentes después de haber estado presentes y vamos siendo olvidados. De la existencia llegamos a ser como si no hubiéramos existido, como éramos al principio. Entonces, solamente si lo que no tiene nombre lo desea, nos levantamos. ¿Cómo puede alguien tan dependiente ser orgulloso? Un momento libre de aflicción sería mejor que la arrogancia. ¿Cómo puede alguien verse a sí mismo como algo que tiene que ver con la eternidad si estamos destinados a morir? Esta es la cura de conocimiento para purificar el corazón del orgullo. En cuanto a lo que la cura de acción se refiere, se sabe que hay que humillarse ante todos de una manera forzada, hasta que la humildad llegue a ser algo natural.

4. LA PURIFICACIÓN DEL CORAZÓN DE LA FALSA ESPERANZA

La falsa esperanza distrae y la distracción es una pérdida de tiempo. No todo el mundo puede dejar de distraerse por eso no todo el mundo es maestro misionero; sin embargo, se sabe que el prometer algo sin cumplirle al que nada tiene es una falta grave, porque es falsa esperanza y la gente no se alimenta con las palabras ni se cubre de la lluvia con las palabras. Un niño y un anciano no pueden esperar algo que nunca vendrá. La realidad es que la energía de los maestros misioneros está dirijida al momento y no presta atención a lo que pasa. Sólo hace.

Su cura está en saber que a lo largo de la vida, la falsa esperanza se frena con el quehacer, que hay mucho qué hacer. Ya a todos nos llegará el momento del descanso, pero quedan muchos días por delante como para preocuparse antes. Todavía quedan muchos días en que no debe haber hambre o frío. Hay ahora que hacer por los que necesitan que se haga algo por ellos. Que la promesa no alimenta, que la promera no alumbra y oscurece la fe. El maestro misionero se reconoce porque nunca promete nada a nadie. Nunca alienta falsa esperanza. Sólo hace lo que puede: ésta es la forma de purificar el corazón de la falsa esperanza. En cuanto a la esperanza, en sí misma, se sabe que ésta es sólo un sueño y no tiene más realidad que en el mundo de los sueños, que es otro mundo en este mundo, velado para nosotros, por lo mismo sin importancia aquí.

5. LA PURIFICACIÓN DEL CORAZÓN DE LA IRA SIN MOTIVO

La cólera de los períodos de irreflexiva actuación proviene de la ira sin motivo. La realidad de la ira es el hervor de la sangre en el corazón, y se nota de inmediato. Si un hombre está enfadado con alguien que está por debajo de él, la sangre se le expande y afluye a su cara, poniéndola roja. Si se enfada con alguien que está por encima de él, la sangre se le contrae desde la parte externa de la piel hacia el corazón y se convierte en pesar, por esta razón se pone pálido. Si la ira es contra alguien desconocido se pasa de lo rojo a lo pálido, alternadamente.

Hay tres clases de ira: insuficiente, excesiva y moderada.

El enfado insuficiente es censurado por los maestros misioneros porque no es enfado suficiente como para alzar la voz en contra de lo que no está bien: la miseria que aún existe en vastas zonas del planeta, por ejemplo, o la contaminación de los mares. Desde este punto de vista, el enfado es una forma que tiene el hombre de protegerse como especie. Entonces, la ira insuficiente es el defecto de guardar silencio cuando puede hablar por los que no tienen voz. Los maestros misioneros no guardan silencio cuando ven algo digno de objeción, hablan con la persona indicada en el lugar indicado. Aunque, históricamente, Jesús hijo de María solía sacar a grito limpio a los mercaderes del templo. El de los maestros también es un trabajo iracundo por la tenacidad del trabajo diario, como el del campesino, y aún más allá, en las horas oscuras de la noche donde hay pura miseria.

Así es cómo consideran censurable la falta de ira, al igual que expresión sin motivo. Los maestros misioneros comparan la ira excesiva con el agua que se desborda, sin ninguna consideración, sin dirección posible. La ira es excesiva cuando ciega al que se enfada y le hace sordo a todo consejo. La ira ha invadido las raíces de los sentidos, hasta el punto en que no puede ver con los ojos. El mundo entero se vuelve oscuro, y hasta es posible que se queme la humedad que da vida al corazón y se muera de rabia. Entre los síntomas exteriores de la ira excesiva se puede ver cambio de color en la piel, habla confusa, aparición de espuma en las esquinas de la boca, enrojecimiento y un feo semblante. Su lengua es insultante y dice palabras que los niños se avergüenzan de oír. Son palabras que quien las usa luego se avergüenza de haberlas utilizado. Alguien excesivamente irritado siente un temblor intenso en las extremidades, llora y hiere sin ninguna consideración; si el objeto de la ira sale de él, vuelve la ira contra sí mismo, y abofetea su propia cara y rasga sus vestiduras, se levanta y corre perdido en quizá qué oscuro hechizo; puede golpear a los animales, romper vidrios y actuar como un loco; maltrata de palabra a las bestias y le habla a los animales como si se tratara de seres racionales. Su efecto directo sobre el corazón es la envidia, que acaba con todo, comenzando por quien la sufre.

La ira moderada, en cambio, espera la indicación del intelecto y de la circunstancia de la vida; en el Camino del Medio que indican los libros antiguos de China, incluso se considera una virtud. Los maestros misioneros, tradicionalmente, también consideran que lo mejor de las cosas está en su término medio. Quien tenga ira insuficiente debe intentar disciplinarse en ver las cosas que no están bien. Quien se deja llevar por la ira excesiva, debe calmarse en el sendero medio, entre los dos extremos, en el camino recto que es el camino indicado por los maestros misioneros, quienes, en cuanto a la cura de la ira del corazón, utilizan seis aspectos:

Reflexionar sobre las ventajas de contener la ira y desear una recompensa por hacerlo.
Reflexioar en lo que no se nombra pensando que Su poder es mayor que el que se tiene sobre el objeto de la ira. Si desbocamos nuestra ira contra el objeto de ella, ¿qué seguridad tendremos contra la ira de El?
Reflexionar sobre los resultados de la ira en este mundo, si no se teme al próximo mundo.
Reflexionar sobre la fealdad de la forma cuando se está irritado. Recordar la forma de otro cuando estaba enfadado.
Reflexionar sobre las causas que llevaron a la ira; pudimos ser humillados u olvidados, porque siempre es culpa de la gente (así lo cree el iracundo), pero si se es más insignificante que lo que no se nombra, que Jesús o los ángeles, ¿por qué, entonces, ha de importar la gente?
Se debe saber que la ira proviene del asombro ante algo que actúa en conformidad con lo que El quiere. Es bueno reflexionar en que hay iras mayores que la posible de expresar; como los terremotos o la ira del mar.
Aquí finaliza la cura de conocimiento. En cuanto a la cura de acción, cuando se enfadan, los maestros misioneros, si están de pie, se sientan, y si están sentados, se paran. Si pueden, con sus palmas abiertas se cargan de luz del sol, y reposan solos, unos minutos. Para transmutar su ira en fortaleza, los maestros misioneros suelen acudir a usos del agua, que tomaron de las prácticas culturas indígenas de América. Así como ciertas plantas y tés cuyo usos, por sí solos, requerirían un libro por sí solo. Sin embargo, ahora rozaremos mínimamente una forma de ritual básico de uso del agua pura, que es la que nos llega del cielo y cobija la tierra.

USOS MÍNIMOS DEL AGUA EN RITOS DE PURIFICACIÓN

Para los maestros misioneros, el agua pura es la leche de la naturaleza. El agua pura es aquella que es pura en sí misma y purifica todas las cosas. Sólo un sorbito de agua pura sana al que anda queriendo salir de su mente. Aguas puras son el agua de lluvia, el agua de mar, el agua de pozo o vertiente. Son puras las aguas que no han sido modificadas en ninguna de sus tres cualidades: color, sabor y olor. Si el agua está alterada por algo en el fondo, como metales, o por algo que haya crecido en su superficie, como musgo, o por estar mucho tiempo estancada, puede utilizarse para cosas ordinarias, pero no en nuestro cuerpo. No se debe tener en el hogar agua estancada, sin ser pura y adecuadamente protegida.

Utilizar agua para purificar de la ira sin motivo al corazón, requiere primero observar el deseo del corazón cuando nos bañamos. Al bañarnos, estamos sin ropa y así usamos el agua: lavamos la cara, su límite en altura es desde las raíces del pelo hasta el final de la barbilla, y su límite de anchura es de todo lo que hay entre las orejas. Cuando uno se lava se asegura de limpiar las arrugas de la frente, las del exterior de los labios y la parte que hay entre los orificios nasales. Si tenemos bigotes o barba se debe hacer penetrar muy bien el agua entre los pelos. Lavamos las manos y los brazos hasta los codos. Se debe introducir agua entre los dedos. Limpiamos la cabeza entera. Su comienzo es donde empieza la cara (la frente) y su final donde termina el cráneo (la nuca). Lavamos los pies hasta los tobillos. Lavamos nuestras partes íntimas y todo el cuerpo. Enjuagamos la boca: esto es echar agua en pequeña cantidad dentro de la boca, agitarla y escupir. Por pequeña se entiende cuando pesa menos que una moneda. Lavamos la nariz sorbiendo o aspirando. Nos sonamos, esto es, espulsamos agua mientras se sostienen las alas de la nariz con los dedos índice y pulgar de la mano izquierda. Frotamos muy cuidadosamente las orejas con agua fresca, la izquierda con la mano izquierda, la derecha con la mano derecha.

Las manos empapadas en agua deben recorrer todo el cuerpo. Pasamos las manos desde la nuca hasta la frente cuando frotamos la cabeza. Después se deja fluir el agua por la parte derecha y luego por la parte izquierda. Frotamos el área debajo de la garganta, el ombligo y el área entre el ombligo y el sexo. Con las manos apuntando hacia el cielo testificamos que no hay realidad más que la del bien, mientras el agua corre por todo nuestro cuerpo. Si alguien está impedido de hacer esto por un defecto físico, no hay objeción. Sin embargo, una persona con defecto físico, debe lavar la parte del defecto tantas veces como pueda. Y si, ni aún esto puede hacer, debe beber agua pensando que ésta cura todos los defectos porque viene de aquello que no se nombra, que el agua, se sabe, es Su leche.

A las mujeres se les insinúa especial acto en la transmisión del uso del agua a sus hijos. Durante el baño es buen período para que el niño comience a autoobservarse y a adquirir la práctica. Si la mujer está menstruando o está preñada y no lo hace, no hay objeción. De lo contrario, se debe enseñar al niño a frotar con la mano derecha los talones y el tendón de Aquiles y lugares donde el agua no penetra fácilmente, como callosidades y grietas. Una buena forma de hacerlo es frotar mientras se vierte el agua con la otra mano. Las mujeres saben que los talones son una de las causas del fuego; un hombre sabe que su talón es lo más vulnerable y lo mantiene siempre limpio, protegido.

La purificación con agua es rota cuando la toca una impureza en el bañado: orinas, heces fecales, gases, fluído prostático o supuración. Rompe la purificación la pérdida de razón por locura, desmayo o embriaguez, dudar de la purificación con agua o dudar de sus efectos. Los maestros misioneros afirman que el simple baño puede curar lo incurable, e insinúan que antes de recibir al huésped es apropiado lavarse las manos hasta las muñecas, enjuagarnos la boca, sorber agua por la nariz y frotar los dedos empapados en agua en los orificios de los oídos. Esto es lo básico del uso del agua para la cura de la ira sin motivo, en cuanto a acción.

5. LA PURIFICACIÓN DEL CORAZÓN DE LA ENVIDIA.

En lo que se refiere a su existencia, la envidia es de lo más común, por lo que se sabe que generalmente despierta envidia una bendición. Cuando lo que no se nombra concede una bendición, el envidioso odia la bendición y quiere que ésta se aparte de quien la ha recibido: es el primer estado de envidia. El segundo estado es cuando el envidioso no quiere que la bendición se esfume, no le disgusta el hecho de que exista y permanezca en otro, pero exige algo similar y se envenena porque sabe que no puede hacer nada. En ambos estados primarios de envidia, ésta nace porque lo sin nombre prefiere a unos sobre otros, sin causa aparente. Esta es la razón de que la envidia se exprese en cuatro estados diferentes:

El primero es querer que la envidia se aleje del otro, aún así beneficie nuestro ámbito.
El segundo es querer que la bendición se aleje del otro, y venga a uno, de la misma manera en que aquél que ve hijos hermosos se pregunta: "¿por qué yo no tengo hijos hermosos?". Es odio porque la bendición ha sido concedida a otro.
El tercer estado es no desear la bendición en sí misma, pero desear que quien la tiene, la pierda para que el contraste con el envidioso no sea tan aparente.
El cuarto es desear una bendición igual para sí mismo, y, si no lo consigue, aún así no desea que ésta abandone al bendecido. Y ruega francamente al innombrable que le bendiga igual. Este último estado es disculpable si se expresa en la intimidad del corazón o en el sueño (que es otra manera de sentido, aunque para los maestros misioneros el sueño nada significa, que aquí se trata de estar siempre tan despiertos como se pueda).
En lo que se refiere a su cura, se sabe que la envidia daña seriamente todo. Sólo puede ser tratada por el conocimiento y por la acción. Se debe reconocer que la envidia es realmente dañina en el envidioso y se autodaña en el camino recto como en todos los caminos, que piérdense en los laberintos de la mente. Para quién es envidiado, no hay daño ni en el camino ni en este mundo; más bien se beneficia en el camino y en este mundo. Un envidioso es su propio enemigo y un amigo para su enemigo. Si se piensa en esto, inevitablemente se deja la compañía de la envidia. El envidioso desafía el decreto de lo que no se nombra y odia la justicia que ha establecido en Su reino, y lo que esconde en Su sabiduría. Este rechazo ofende a la voz interior que es atacada en su realidad de existencia. El envidioso no se acepta a sí mismo soberano, estableciéndose a sí mismo obstáculos. La envidia es un crimen contra uno-mismo. El envidioso actúa deshonestamente y ofende a lo innombrable y odia Su posibilidad de bendición, bloquéandose; niega cualquier postura que hable del cierto orden oculto que establece el día y la noche, la escritura de las estrellas, la aparición de los luceros, el crepúsculo y las cuatro estaciones, es decir, el envidioso odia el verano y el invierno, el otoño y la primavera. Y, muy especialmente, odia la posibilidad de la existencia de los ángeles. Una buena cura de acción para purificar al corazón de la envidia es pensar, justamente, en la existencia de los ángeles.

DE LA EXISTENCIA DE LOS ANGELES

En un principio eran el vacío y la noche. No existía la tierra ni el aire ni el cielo. Entonces, en el centro del centro sin límites del vacío, la niebla produjo una luz clara de la que nacieron todas las cosas. Luego, en la imaginación del hombre, el mar engendró un maravilloso producto: los ángeles. A los ángeles les gusta el color amarillo, la música y el teatro. Su símbolo son la luna y las estrellas. Pueden mirar en la luz y en la sombra: siempre nos verán cara a cara. Entre ellos prescinden de palabras; basta que un ángel piense en otro para tenerle cerca. Su mundo está regido por el amor. La veracidad, el cumplimiento de lo confiado y transmitir lo que les ha sido ordenado transmitir a la creación de la época en que viven, son cosas esenciales a los ángeles, que son mensajeros del Bien; la mentira es contraria a ellos y no hacen daño ni intencional ni inadvertidamente. Por eso las personas responsables deben creer en ellos.

En lo que se refiere a su apariencia, los ángeles tienen las mismas características humanas no-esenciales; siempre que su cuerpo no esté deteriorado por enfermedad crónica, excepto ceguera y melancolía. Lo más común es que su persona refleje armonía. Comen y beben (aunque en ciertas épocas dejan de hacerlo), y muchos contraen matrimonio que en genarl mantienen mientras viven. Son luminosos y amables, ayudan a quién se los pida y están protegidos porque se comportan siempre como si estuvieran en presencia de aquél que no se nombra. La prueba de que existen es que el innombrable los afirma con milagros, y El no ratifica a un mentiroso. Por el simple amor pueden curar con sus manos. Caminan sobre las aguas y pueden estar en dos lugares al mismo tiempo. Se refieren a ellos mismos como amigos o iguales entre sí, porque se identifican con ciertos dotes naturales, costumbres, aptitudes y maneras de pensar. Su formación se basa en la experiencia (el que comprueba: sabe) y no en argumentos filosóficos. Creen que el conocimiento se alcanza por la humildad.

Muchos ángeles permanecen dormidos ante lo que se hace de día, o sea la lucha cotidiana por la existencia, y vigilan mientras los otros duermen. Ellos mantienen despierta la atención espirtual dormida en los demás. , son iguales por definición y responsables sólo ante sí mismos de sus logros. Sus conocimientos les llegan por vía del elemento humano, es decir, por maestros humanos. Para los ángeles existen dos maneras de saber: una que se deriva de la discusión y otra de la experiencia. La discusión origina conclusiones que nos sentimos impulsados a admitir, pero no causa certidumbre ni despeja dudas para que la mente descanse en la verdad, cosa que sólo la experiencia otorga. A los ángeles se les conoce por sí mismos, y por ciertas particulares cualidades como esa de que son en general sanadores. Porque la curación de enfermedades -sobretodas las psicosomáticas en particular- la practican normalmente entre ellos como deber natural, lo ùnico que piden es que la demanda de curación proceda del propio enfermo.

Un ángel es un guía que recorrre el Camino, por eso se les ha dotado de resplandores mágicos. En el Sendero despejan el velo que cubre los grandes secretos, porque la suya es la más antigua sabiduría. Los que entienden y penetran el velo son ángeles. Ellos permanecen escondidos mientras estudian, en lugar más recóndito aún que los estudiantes de la Escuela de los adivinos. Su secreto sólo es penetrado con la práctica del espíritu de la Obra, que no se puede conocer sin poseer la clave. Según historias de la Edad Media, todos los descubrimientos en materia científica y filosófica -y en las artes- son atribuidos a seres co poderes especiales. Los ángeles de nuestro tiempo pueden leer el pensamiento, por eso se trasladan de un lugar a otro en un instante, porque su alma estaba ya embebida en el vino antes de que en la tierra brotaran las uvas.

Los ángeles que hoy viven representan a todos los ángeles que vivieron y a los que vivirán, por eso su concepto del tiempo es una interrelación, una continuidad. Ellos aprenden al mismo tiempo varias cosas distintas, y en sus propios niveles de percepción y potencialidad. Ellos tienen algo en su interior que no puede sufrir menoscabo, aunque acepten la compañía de todos. Dicen que el cuerpo no es diferente del alma porque ambos son parte del Todo. Para ellos la plegaria, el rezo y la oración tienen una forma, un sonido y una realidad física. Todo lo que posee una palabra tiene un equivalente físico y todos los pensamientos tienen una acción. Su verdad la pueden expresar de varias maneras al mismo tiempo. Los ángeles no son seres de palabras, sino de perfección interior.

Conocer a un ángel es algo que ocurre a una persona y no algo que se premedite, por esto las diversas formas de ubicarlos que se comentan son falsas. La cuestión de la clave de su conocimiento divino es tan profundo que en la realidad sólo la conocen aquellos que la poseen, quienes nunca se refieren al respecto. Cuando son jóvenes se enfrentan a un grave problema: reconocer a su maestro, porque aún no están lo bastante refinados para saber quién puede ser. Antiguas historias hablan de ángeles que vagaron una vida buscando un guía. Los maestros son esenciales por ser quienes transmiten la magia para alcanzar la comprensión y lograr que se cumpla el deseo del corazón. Cuando van juntos dos ángeles, se ve a dos y a veinte mil más, porque son luz sobre luz. Para ellos el trabajo es más importante que su mismo objetivo. También les importa pararse, detenerse en un lugar. Donde quiera que estén, los ángeles siempre tratan de ser un amante y se comportan como el amante, por ser para ellos más importante el efecto que la causa, porque el efecto es variado y la causa sólo una.

Dentro del cosmos, la función de los ángeles es ser ellos mismos y a través de un oficio proyectar su significado. Por eso no existe división entre la personalidad pública y privada de un ángel. Desde niños en el vientre (porque nacen de mujer) saben que el Bien y el Mal nunca se entremezclan, no temen el infierno ni buscan el cielo. Hay escritos en que afirman que el mejor medio para transmitir los secretos del Camino es haciéndolo de corazón a corazón, por ser la exterior tan solo la forma más inferior de percibir la realidad. Ellos trabajan en todo tiempo y en todas partes y no confunden lo decorativo con lo específico, ni lo literal con lo simbólico. Su ciencia no es del mundo, es del universo. No están limitados, pero pueden verse obligados a mostrarse de esta manera. Los políticos gobiernan a los hombres, un ángel se gobierna a sí mismo.

Se puede llegar a conocer a un ángel a través de complejas instrucciones pero también se llega a ellos a través de una gota de agua. Ellos son quienes hoy hacen lo que otros hacen tres días después. El amor humano puede elevar a cualquier persona cerca de un ángel, que encarna el objeto de nuestro amor. Un amigo en ese instante quedó al punto curado de su ceguera congénita; luego contó que sus manos eran veloces como la memoria con la brisa soplando en su pelo finísimo. Son representantes del poder del dador aquí en la tierra, que es más El mismo cuando se presenta en esas pequeñas ráfagas de felicidad que a veces vivimos los hombres.

Los ángeles están aquí para enseñarnos que no existe la muerte. Y que las cosas cambian según nuestros estados de ánimo y circunstancias. Cuanto se admira de lo que se sabe como obra de los ángeles, es como una gota ante el océano comparada con sus verdaderos logros, que siempre permanecen ocultos. Ellos no pronuncian a solas palabras que no puedan repetir ante mil personas, y rompen con los que siendo como ríos pequeños, hacen ruido. Como son bellos, muchos pintores los dibujan, se les ve en la esquina de un cuadro, en un grabado antiguo o en el borde de un baúl. Los ángeles son como el sándalo que perfuma la mano que le hiere. Mueren en un día fijado, es cierto.

Nada afecta más a un ángel que la envidia, por ser lo más nocivo para el corazón de quien la siente y ellos, en su vida común, generalmente son envidiados, lo que, por supuesto, es algo que tiene que ver con el hacedor de caminos, no concierne a los angeles mismos, pero les afecta sin comprender porque los designios del hacedor también les están vedados, tal cual a una persona común. Saben que la envidia arranca los buenos deseos del corazón de la misma manera que el fuego consume la leña y destruye de la misma manera que la noche rasga el día. Un envidioso se cura al creer en ángeles y pensar en las maravillas de la creación, porque el bien actúa en el corazón y absorve el dolor y la pena del envidioso.

RECONOCER A LA ENVIDIA

La envidia es agotadora físicamente, por el orden de causa y efecto que transmuta la envidia en bendiciones para el objeto y deja en el proceso sin energías al envidioso, que sufre una alta pérdida irrecuperable de energía, sin límite posible de destrucción. El pecho de un envidioso se contrae de la misma manera que contraemos un fuelle al leño que enciende. Se reconoce a un envidioso porque su cara se pone roja y sus músculos inmóviles, aunque, con frecuencia sus palabras son zalameras porque desea ocultar su envidia. Para un envidioso, él mismo es su único adversario porque el objeto de envidia generalmente ni se entera. Nadie puede estar peor que un envidioso, solo un muerto. Es así. Incluso si no se creyera en un día del Juicio o Levantamiento y no se es envidioso, no hay objeción. Incluso si no se creyera en Dios y no se es envidioso, no hay objeción. Tan importante es purificar el corazón de la envidia. Y si se es un poco inteligente se debe pensar en la falta de beneficio de tan fea práctica.

Para los maestros misioneros, que dulcificándose primero han extirpado la envidia de su corazón si existía, es sorprendente que un hombre se exponga a sí mismo y sin razón y sin obtener ningún beneficio de ello. Todo el mundo se acaba con la muerte, pero el mundo del envidioso se acaba de inmediato: vive sin ganancia ni beneficio ni amigos ni nada. Con sus fuerzas empeñadas en envidiar sin entender que la bendición no abandona a quien la tiene sólo porque alguien le envidia. El dador decretó la bendición y así es, de esa forma y por todo el tiempo que el dador disponga. No hay forma posible de romper una bendición, se sabe. Al fin que todo tiene un plazo en esta vida, aún la bendición misma, y eso es algo en lo que el envidioso debía meditar, que si logra su propósito de hacer daño, de la misma manera que priva será privado, está escrito. Especialmente si expresa su envidia con la acción y el habla, con la difamación y calumnias, destruyendo el velo y mencionando las debilidades ajenas a quien desee oír.

Respecto al beneficio de purificar el corazón de la envidia, ningún otro cambio nutre más, porque el envidioso se hace a sí mismo todo el daño que sus propios enemigos deseaban hacerle. Por esto el enemigo de un envidioso nunca desea para éste la muerte, desea que viva en el castigo de la envidia. En su cura de acción, los maestros misioneros insinúan hacer exactamente lo contrario de lo que su envidia le impulsa a hacer: si les hace arrogantes, se humillan; si les impulsa a hablar, callan; si les impulsa a rehusar las bendiciones, procuren pedir por ellas a través de la oración, la plegaria o cualquier simple acto de fe al dador de todas las cosas. Si no creen en el dador, que el envidioso ayude a un niño y emplee su energía en hacerle feliz, que siempre hay un niño solo que espera. Esta es cura de acción. Hay una cura de prevención y es la de autoobservar el corazón, lo que se logra muy bien mirando jugar a los niños: eso basta, que donde juega un niño es territorio mágico y el envidioso necesita magia en su vida para no envidiar lo terrenal. El maestro misionero se cuida de los envidiosos así: teniendo muchas bendiciones, no hace ostentación de ellas.

7. LA PURIFICACIÓN DEL CORAZÓN DE LA OSTENTACIÓN

En cuanto a su realidad, se sabe que la ostentación se deriva de ver. Su base está en la búsqueda de prestigio en el corazón de las gentes; se desea exaltar las tan buenas cualidades de uno-mismo y ocupar un alto rango en los otros corazones. Se desea reconocimiento por las acciones a través de falsas acciones. La definición de ostentación es, pues, intento de manejar las voluntades de la gente; el ostentador se quiere hacer manejador de voluntades, por lo tanto lo único que busca es estar por sobre los demás para utilizar las personas en su propio beneficio.

La ostentación tiene cinco divisiones:

La ostentación con el cuerpo, mostrando demacración externa para que la gente imagine que se intensifica el esfuerzo; por la demacración se quiere aparentar falta de todo.
La ostentación por el vestido y la imagen: por ejemplo, llevar el cabello sin peinar, vestimentas andrajosas, agachada la cabeza al andar, con marcas en la piel, remangadas las vestiduras y sucias, como diciendo "nada es importante para mí, estoy más allá de lo que importa a todos".
La ostentación por la palabra; ésto es actuar aparatosamente en presencia de las otras gentes y aprobar lo bueno y reprobar lo malo en alta voz; manifestar enfado ante las cosas reprobables y dar ayuda delante de las gentes. También lo es levantar la voz atemorizando con penas en este mundo y el otro.
La ostentación por la acción; por ejemplo, mostrarse exagerado en los actos de adoración; permaneciendo de pie un largo tiempo cuando queremos sentarnos y podemos hacerlo, o permanecer extáticos manteniendo los pies y las manos juntas para que todos sepan que nos humillamos ante lo innombrable. Se exceptúan de ostentación los que practican las ciencias del cuerpo, como el yoga o el tai´chi de que hablan los libros, que se practican en la intimidad, dejado de interés por impresionar a nadie.
La ostentación por asociación con las gentes, es decir, un hombre rico que menciona a los humildes para mostrar que ha conocido a muchos humildes y que se ha beneficiado con ello porque ha ayudado y le han hecho mejor, repitiendo "todos los humildes que yo he conocido son muchos, conocí a tal y a cuál y yo anduve por los caminos y serví a los humildes y me hice uno con ellos" y cosas así. Hablar de la ayuda que se brinda es vergonzoso, es un engaño porque se busca reputación y consideración. Un buen político no habla de lo que hizo ni de lo que piensa hacer por los humildes, simplemente hace por los humildes.

Referente a su curación, se sabe que la ostentación está en la naturaleza de uno desde niño, por lo que dominarla requiere un gran esfuerzo. Su cura tiene dos grados: el primero es arrancarla por sus raíces, rechazando el placer de ser alabado, con lo que se anula el dolor de la crítica infundada, o sea, haciendo y olvidando que se hizo. Lo segundo es rechazando la ostentación en el mismo instante en que aparece, esto es, midiendo las palabras en cuanto se abre la boca; midiendo el movimiento en cuanto se va a mover. La ostentación, se sabe, es dañina para uno y para el otro. Bloquea las bendiciones de lo que no se nombra. Además un ostentador es, generalmente, un mentiroso y da vergüenza oírle hablar. Si reflexionamos sobre una persona que nos avergüenza oír porque sabemos que lo que dice es mentira, entonces no queremos hacernos ostentosos por vergüenza. Complacer a todos es una meta que nunca se alcanza, y si deseamos hacerlo es porque no conocemos a las gentes. Lo cierto es que lo que no se nombra es lo único que debe impulsar al corazón a dar, a hablar, a actuar. En cuanto a lo que pueda decir la gente de nosotros, si se cree en la bendición del otro mundo poco ha de importarnos la ostentación en este mundo. Se debe dirijir el corazón a El y lo que no se nombra, por el develamiento, nos muestra el sentido de las cosas, mientras tanto a trabajar, trabajar y trabajar en silencio. Esta es la cura de conocimiento.

En cuanto a la cura de acción se refiere, hay que esforzarse por ocultar los actos de adoración hasta que el corazón esté tranquilo por el conocimiento de lo que no se nombra. Cumplir con excelencia el buen servicio de la profesión y no esperar recompensa mas allá de la justa por el servicio de la profesión, ni en este mundo ni en el otro, si se cree en el mundo más allá de éste. Siempre la cura se inicia con un solo gesto: puede hoy hacer algo por alguien que lo necesite y no proclamarlo jamás.

8. APARTARSE AGRADECIDO UNA VEZ CUMPLIDA LA ACCIÓN

"Agradecimiento" es uno de los atributos que los maestros misioneros consideran dignos de practicar. Su realidad es que libera al corazón de las acciones equivocadas y hace más fuerte el cuerpo. De aquí viene la práctica antigua que han hecho suya los maestros misioneros, la de saludar cada mañana al sol con las palmas abiertas hacia él, mientras se medita sobre el final de las acciones equivocadas y la intensidad del dolor por los errores, meditando sobre las debilidades del cuerpo y concluyendo que la luz del sol lo hace más fuerte, que es lo que se sabe científicamente. Al igual que el agua, que tratamos antes, el sol es purificador natural por excelencia y limpia, en especial, las acciones equivocadas que cometemos.

Las acciones equivocadas y su reparación son de tres tipos:

Abandonar las obligaciones con uno mismo: debemos lavar nuestro cuerpo, vestirlo, reparar errores de comportamiento y cosas de nuestra naturaleza individual; cumplirnos cuanto podamos. Debemos querernos para querer a los demás.
Abandonar las acciones equivocadas entre lo sin nombre y lo uno-mismo, esto es, no embriagar ni drogar el cuerpo hasta perder la mente, no creer en la voz interna si estamos en estado de intemperancia por estimulantes o depresivos.
Abandonar las acciones equivocadas entre uno y los otros. Esto es más difícil y tiene varias expresiones: puede ser reparar una mala acción referente a la propiedad, a la reputación, al respeto o al camino. Hay que reparar todo lo que se pueda de estas cosas mencionadas y otras de comportamiento que sólo el uno-mismo sabe. Y luego volverse a lo sin nombre, y si no se cree en lo sin nombre, volverse al semejante complacido con él, porque si no se ve algo bueno en el semejante, es que uno nada bueno es. Al ser el uno-mismo como se piensa es auténticamente agradecido con el dador de vida y los que vivimos en ella.

9. DESAPEGO A LAS COSAS DE ESTE MUNDO

HACIENDO LAS COSAS COMO SI NO SE HICIERA

Sin el desapego el maestro misionero no haría como hace: aquí y allá. Gabriela Mistral solía decir: "voy sólo a los lugares en que puedo servir". Hay dos formas de desapego: una es prescindir de lo que está decretado para uno, y la otra es prescindir de lo que no está decretado para uno.

Lo que está decretado para uno consta de tres aspectos:

Lo primero es abandonar la búsqueda de lo que no se tiene en este mundo.
Lo segundo es desapegarse de lo que se tiene en este mundo. Que el más fuerte de al más débil.
Lo tercero es abandonar el deseo y la elección.

El prescindir de lo que no está decretado para uno, es recordar el dolor del mundo éste: se sabe que, por decreto, si se ama a alguien se cuida a alguien, desapegándose de aquello que le hiere. Si no desea que un niño se electrocute al tocar una conexión desnuda, cubra siempre las conexiones. Las metas básicas de comida, habitación, vestuario y placer requieren intentos para salvaguardarlas, desapegándose de lo más que suficiente. Lo más que suficiente es cuanto alcanza para uno-mismo. Desapegarse es dar a quien lo necesita en nuestro entorno inmediato: la familia y la familia humana. Y si es nuestra intención y no tenemos ninguna cosa qué dar (es más, necesitamos), es el momento justo de dulcificarnos, que una sonrisa amable o una palabra justa no tienen valor, son inestimables.

10. SALVAGUARDARSE

Salvaguardarse es ser cuidadoso. Quienquiera que sea que entienda se preserva a sí mismo y preserva a los suyos, que son todos los demás. El que no cree no teme a Su ira, pero cuídese de enfrentarla. La realidad del que se salvaguarda es que libera el corazón de las acciones equivocadas del pasado.

Lo que a la cura de acción se refiere, la forma tiene cuatro etapas:

No suponer.
No hacer pudiendo hacer.
Cuidarse en esto y no en lo otro.
Evitar lo superfluo.
Lo que ayuda a lograr esta forma es cuidando los cinco miembros que son causa: el ojo, el oído, la lengua, el corazón y el estómago. Se sabe que hay que preservarlos de lo que se tema que puede ser dañino, para ello abstenerse en la duda. Si se cree, se actúa, si se duda se abstiene. Este es todo el soporte que necesita el que se salvaguarda.

11. CONFIANZA EN EL ORDEN OCULTO DEL MUNDO

Los maestros misioneros suelen repetir: "para el que confía en Su poder, es suficiente". Lo que no se nombra se asocia con la fe, ese cierto orden natural de las cosas, lo que comúnmente se nombra Dios. Su realidad es que da paz en el corazón, calma y comprensión ante las debilidades ajenas y propias, si no son reiteradas. El sustento de nuestra estructura física descansa en ese cierto orden natural, y nada más necesitamos para cumplir nuestro oficio primero de vivir. No es cosa de otro mundo; es cosa de este mundo que permanece oculta pero que está. Lo que ayuda a percibirla es que lo que no se nombra garantiza la provisión, que su conocimiento y poder son perfectos y que está disociado de la reacción y lejos del olvido y la incapacidad. Si miramos una noche estrellada al cielo, veremos que ciertas estrellas forman perfectas formas geométricas, acá un cuadrado, allá un círculo, acá un triángulo...formas de las cuales no tenemos la menor idea qué significan, pero que están ahí, a primera vista. Así es como una forma del orden oculto en que confiamos está en la escritura nocturnal de los cielos.

12. CONFIAR LOS ASUNTOS A ESE ORDEN OCULTO

La confianza en la vida anula el miedo. Porque la vida es la seguridad de ser preservado del peligro y de todo aquello incierto. Acerca a la confianza el recuerdo de la destrucción y corrupción del cuerpo, pensando en la propia incapacidad para refugiarnos de Su designio. Solo no teme al peligro un niño de pecho o un tonto y no somos lo uno ni lo otro. El que confía sus asuntos a Dios, sin duda está salvaguardando sus asuntos. Por eso no es casualidad que estemos hoy, aquí, ahora.

13. CONFORMIDAD CON EL DECRETO

No hay tribulación si no lo quiere aquél que no se nombra. Para quien crea esto su corazón está tranquilo, ante lo que sea. Se hace realidad al abandonar la indignación y recordar que lo que está decretado es mejor y más conveniente. Lo que no se nombra no justifica Su acción. Esta es una de Sus condiciones. Si se cree que el mal es por decreto de lo que no se nombra ¿cómo se puede estar contento con Dios? Que se sepa que lo malo es el resultado de la explicación que se da del Decreto, no es el Decreto en sí mismo. Que se sepa que ninguna religión o pensamiento razonable insta a hacer pasar hambre a un semejante o a matar; es la interpretación que de esa religión o ese pensamiento se haga, lo que resultará de practicarla, aunque los maestros misioneros son lo menos religioso que hay, son, más bien, ordenados. Entienden el Decreto por sí mismo y como uno solo: "Amarás a tu prójimo como a ti mismo". No es otro nuevo o cosa que se le parezca. Es a este Decreto al que se vuelven los maestros misioneros, nada más.

14. FUERZA Y ESPERANZA

La diferencia entre la esperanza y la falsa esperanza es que una es verdadera y la otra es falsa. Es tan sutil esta diferencia y tan profunda, que solo la entiende quien la maneja. Los maestros misioneros cantan a la benevolencia y la misericordia con los más necesitados y nunca castigan, por esto son fuertes en la esperanza. La fortaleza se adquiere por cuatro cosas:

Recordando nuestras propias acciones erróneas.
Recordando la severidad del castigo por las acciones erróneas.
Recordando nuestras propias debilidades.
Recordando el poder de lo sin nombre sobre todas las cosas y sobre el uno-mismo.
El que no cree piense en quién fija y desmonta instando a la acción digna de dudar, ejerciendo Su poder también en el albedrío que solemos ejercer. ¿Nos suponemos creados sin propósito? ¿Suponemos que estamos dejados aquí, sin más, a la intemperie?. No es lógico suponer, se sabe. Y hay que ser lógico.

En cuanto a la definición de esperanza en sí, y en cuanto a la definición de fuerza en sí, ambas se manifiestas por la alegría del corazón, que es algo desconocido para quien no la ha sentido, aunque siempre está ahí a nuestro alcance. La alegría viaja a través de los pensamientos y no está bajo nuestro control. Podemos acercarnos a ella por cuatro cosas:

La primera es recordando el pasado favor que nos fue concedido sin intermediario y sin intercesor.
La segunda es recordar la sonrisa de alguien, sin haber hecho nada para merecerla.
La tercera es recordar la abundancia de lo que tenemos en relación a los que nada tienen.
La cuarta es tener un buen pensamiento recordando la inmensidad de la gente que toca a los yagados sin yagarse, que ayuda sin que se le pida, sólo guiado porque ve necesidad inmediata, y da ayuda inmediata, que hace cosas como si no las hiciera, sin esperar algo a cambio porque nada necesita a cambio, solamente asistir.
Para los maestros misioneros una forma práctica de esperanza es enseñando las primeras letras al que no sabe, por ejemplo, fortaleciendo al semejante desvalido abriendo para él una puerta, que las puertas siempre conducen a alguna parte. La puerta abierta anuncia Dios a todos, es un principio. Que El guarda a los que se preocupan del semejante como a la niña de sus ojos, pues amable es siempre la mano que se tiende, y así será sin cesar. El hace brotar en el desierto mirtos, acacias, cipreses y poblados, y sobre aquél que en su oficio se hace fuerte y fortalece, la paz vierte como un río caudaloso. Es todo.

TEXTOS DE DISCUSIÓN DE LOS MAESTROS MISIONEROS

(Estos textos se discuten frecuentemente en las escuelas misioneras; porque sólo la práctica logra aprehender la esencia. En un comienzo eran frases sueltas rescatadas del periódico del día o un libro. Otras eran creadas por los propios maestros o sus discípulos. Hoy todas pertenecen a la tradición. De las aquí reunidas digamos solamente que las útlimas ocho pertenecen a Gabriela Mistral).

1

Lo aparente es el puente hacia lo real.

2

Lo aparente es similar pero no igual.

Se compenetra uno con otro,

Pero cada uno sostiene su peso.

3

Ahora obtiene lo que te entrego.

Ahora te lo ruego: consérvalo intacto.

4

El alba no es verdaderamente clara.

5

Mírate en un espejo:

tu forma y tu reflejo se ven.

Tú no eres el reflejo,

Pero el reflejo eres tú.

6

Se acepta la moneda falsa sólo

porque la moneda verdadera existe.

7

Lo pequeño penetra en lo grande.

El límite de lo infinito

Es el propio límite de lo finito.

8

Si hay en lo creado alguna diferencia

-incluso una insignificante-

la creación no podría armonizar con el ritmo.

9

Por ahora tenemos lo inesperado y lo gradual,

ahora el conocimiento es una parte,

una referencia para la comparación.

10

En el exterior la inactividad, en el interior la actividad.

Es como un caballo amarrado o como un ratón escondido.

11

Si deseas entender, sigue.

12

El sabedor de arquería

-por medio de su técnica precisa-

da en el blanco a la mayor de las distancias.

Pero si en pleno vuelo,

la flecha y una lanza chocan

la técnica perfecta pierde toda su eficacia.

13

La flecha necesita de un arquero

¿por qué es así?

14

Lo que se ve es el ojo que ve.

15

Para uno cada situación es única.

16

Ir al encuentro, tocar.

17

Un círculo es sólo relativamente circular. Al aumentar proporcionalmente su dimensiones varios centenares de veces, se descubre que ya no es un verdadero círculo.

18

La actividad local,

la actividad local,

y la actividad local.

19

El esfuerzo no es esfuerzo sin tiempo adecuado, lugar adecuado y, por cierto, gente adecuada.

20

No es accidente que estemos hoy, aquí.

21

Es estúpido buscar algo donde la imaginación esperar encontrarlo. Ello está, de hecho, en cualquier parte donde lo puedas encontrar.

22

Si un maestro emplea un mismo método co todos no es u maestro, menos el tuyo.

23

Por cada fantasía o asunto imaginado, existe una realidad de la cual aquellos son una falsificación.

24

Cuado es la hora de la inmovilidad, estar inmóvil;

en el tiempo de estar en compañía, estar en compañía;

en el lugar el lugar donde hay que hacer el esfuerzo.

En el tiempo y lugar de cualquier cosa, cualquier cosa.

25

Si tomas por absoluto lo relativo, puedes perderte.

Y si existe este peligro, mejor no tomes nada.

26

Mejor, no vamos a hablar de los cuatro caminos o de los setenta y dos senderos o de las bifurcaciones tan numerosas como las almas vivas. Mejor hablaremos del camino único y del logro porque todo le está subordinado.

27

La esencia sólo se manifiesta en la comprensión.

28

Lo real es como tú lo piensas.

29

Tú escucha lo que digo:

hay otras palabras además de estas.

30

Es posible que sigas un arroyo. Comprende que lleva al mar. Nunca puedes confundir un arroyo con el mar.

31

No te lamentes por el pasado y no te preocupes por el futuro.

Somos olas inmóviles como las del fondo del mar.

Por esta forma de descanso circular es que estamos vivos.

32

Deja de ostentar tu intelecto y tu aprendizaje;

aquí el primero es un estorbo y el segundo una estupidez.

33

Para un asno un cardo es una fruta deliciosa.

El asno come cardo y sigue siendo asno.

34

El anochecer precede a la mañana.

La noche se convierte en aurora.

35

Todos los hombres, excepto nosotros, están muertos.

36

¿Qué es más importante?

¿Qué Juanito abra la puerta y vea un dragón?

¿O que Juanito "abra" la puerta?

37

Sólo se tiran piedras al árbol cargado de frutos.

38

Antes de hablar, aunque te hayan instado a hacerlo, piensa en si lo que vas a decir es más imporante que tu silencio.

39

También lo contrario existe y existe y existe.

40

Un hombre es compatible con la existencia en general, así no parezca.

41

Sin continuidad no hay solución.

Sin el ir y devenir no hay solución.

Sin interrelación no hay solución.

Sin integridad no hay solución.

Sin solución no hay solución.

42

Cuando se comprende, la función última es demostrar que dicha comprensión es meramente un preludio de algo diferente.

43

Ahora, iremos a ver cómo juegan los niños.

Iremos en silencio para no romper el hechizo,

que donde juega un niño es territorio mágico.

¿Hay acaso hombre más serio que un niño jugando?

44

Un hombre decía a sus discípulos:

"A todo aquél que llame a la puerta continuamente, la puerta le será abierta"

Un maestro misionero que pasaba, le dijo:

"¿Por cuánto tiempo seguirás diciendo: "le será abierta"?. La puerta nunca ha estado cerrada.

Ultimos Ocho

44

No importa amigos, ¡hay que seguir!

45

Tú no esquives el rostro.

Tú no apagues la lámpara.

¡Tú no sigas callando!

46

Niño indio, si estás cansado,

tú te acuestas sobre la tierra,

y lo mismo si estás alegre, hijo mío, juega con ella.

47

Ya no juego en las praderas y temo columpiarme con las mozas. Soy como la rama con fruto.

48

Lo que llamamos pérdidas o conflictos o problemas son pequeños mientras la tierra permanece nuestra. La única tragedia verdadera es su enajenamiento. Cuando esto ocurra, hay que decir, parodiando a san Juan:

"Hacia el fin de la tierra no era nuestra".

49

Nunca hubo amor sin rostro. Y si nos cuentan algún amor así, es una mera fantasía o fábula lo que nos cuentan.

50

Se te va todo, se nos va todo.

Eternidades van y eternidades vienen.

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Este texto cierra la obra "Gabriela Mistral y los Maestros Misioneros de México", que el amable cibernauta puede consultar en números anteriores de nuestra revista. También puede acceder a nuestro Suplemento Especial de Archivo Fotográfico de Gabriela Mistral en www.escritores.cl

©2000,Waldemar Dante.


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