El
escritor y los chilenos.
por Ernesto
Langer Moreno
Es difícil
precisar cual es la posición del escritor en la sociedad chilena actual.
Antaño, lo rodeaba un aura de prestigio que lo enaltecía y que
lo situaba incluso por encima de muchos oficios. Hoy en día, sin embargo,
el panorama es absolutamente distinto.
En un mundo excesivamente
mercantilizado como el nuestro, donde todo es consumo y espectáculo,
la literatura se ha convertido finalmente en un producto a ser vendido en el
mercado, y al que le son aplicados las mismas consideraciones y técnicas
de mercadotecnia.
Así, si
el escritor quiere subsistir del fruto de su oficio, tiene que convertirse en
parte del show. De lo contrario está perdido.
Tiene sólo
dos otras posibilidades: el dedicarse a un trabajo completamente distinto para
solventar su existencia, o el afrontar un destino negro lleno de privacidades
y pobreza, con tal de seguir escribiendo y ser fiel a su vocación de
escritor.
De este modo no
es extraño ver a escritores o aprendices de escritores convertidos en
estrellas, que están para brillar siempre en todas partes, a quienes
se les otorgan los fondos destinados por el gobierno para la promoción
de las letras, y que son invitados siempre por los medios a ventear su colita
de pavo real.
Lo más
increíble de esto es que esta ascensión al parnaso del espectáculo
no tiene nada que ver con la calidad de una obra, porque para los chilenos,
en su mayoría, el escritor que cuenta es aquel convertido en vedette
y mediatizado como cualquier otro fetiche, aunque jamás haya leído
siquiera una línea de sus textos. Por eso, para vender los libros basta
con un buen impulso mediático.
Varias editoriales
lo han confesado públicamente, ellas editan sin considerar la calidad
de una obra, sino más bien la posible audiencia que ésta pudiera
alcanzar en el mercado. Es decir, ellas editan pensando en lo que el mercado
pudiera interesarse, aún si esto es pura basura.
Por otra parte,
algo que pudiera ayudar a revertir esta situación, los aportes del estado
para el desarrollo de las letras, son hasta el momento "irrisorios", condicionados
a extraños requerimientos y concedidos casi siempre a los mismos sujetos.
Después
de esto pareciera no haber escapatoria. Y algunos escritores como dijimos han
sabido adaptarse perfectamente y se han convertido en bufones o en dioses. Otros
con menos suerte, esperan aún su oportunidad.
Sin dudas que
aquí lo más triste es el destino de la literatura chilena, quien
importa a pocos, y se la va tragando poco a poco el monstruo de lo espectacular,
empobreciendo a los chilenos, enmudeciéndola.
Sino, mire usted
como una muestra al programa chileno más premiado de "literatura" en
televisión: el Show de los Libros, programa que navega perfectamente
en estas aguas, pues de literatura tiene muy poco, y quizás mucho, demasiado
de espectáculo. Pero vende.
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