"A
fuego eterno condenados", de Roberto Rivera.
Por Ernesto
Langer Moreno
Las líneas
que siguen no pretenden ser un comentario académico, lejos de mi tal
pretensión. Sólo he querido escribirlas para compartir lo que
para mi ha sido una sorpresa y un grato descubrimiento. Hablo
de la novela A fuego eterno condenados, de Roberto Rivera, un escritor chileno
de 50 años, que aún no recibe la atención ni el reconocimiento
que se merece, como tantos otros buenos escritores en nuestro país.
El ambiente en
que se desarrolla la trama de esta novela es el Chile de la dictadura, con su
atmósfera enrarecida y peligrosa, y que el autor describe con un lenguaje
envolvente, cargado de profundas y evidentes analogías. Es
un Chile apocalíptico, donde la gran bestia es una enorme y asquerosa
gorda emprendedora y su hijo, el hombrecillo terrible ( que nace hasta con los
anteojos oscuros puestos) el que dominará, casi sin contrapeso, sobre
el Chile de entonces a punta de garrote.
Los dominados
por otra parte, son seres marginados que navegan en una especie de mundo onírico,
surrealista, urdiendo sus planes personales y tejiendo sus míseras vidas
mientras son víctimas de este Apocalipsis criollo del cual les es imposible
escapar.
Ahora bien, aunque
su referente inmediato es la dictadura, ésta es narrada desde una perspectiva
muy singular, que nada tiene que ver con chabacanerías ni con algún
oscuro resentimiento panfletario, como se podría temer. Muy
por el contrario, esta novela, tomando la experiencia de esos duros años,
destacando los temores, fobias y pasiones de nuestro pueblo, logra crear un
mundo literario que transporta y entretiene.
El ingenio, la
ironía y el humor están siempre presentes a lo largo de estas
páginas. Por
ejemplo, en el Festival de Viña en vez de la acostumbrada gaviota el
premio es un jote, y uno de los trucos más usados por el dictador para
mantener a raya a sus enemigos y dominar la situación, es verter sobre
el agua potable cantidad de píldoras depresivas.
Así,
la trama de esta novela de 400 páginas impresiona y rememora en la mente
del lector episodios conocidos de ese entonces: las detenciones nocturnas, la
prepotencia de algunos y la resistencia del pueblo chileno y sus ansias de libertad.
A nadie que haya
vivido esos años podrá serle indiferente esta novela. Porque hasta
el ritmo frenético de su escritura se asocia y se asemeja a ese tiempo
de ruptura y desasosiego nacional, sin que sea una narración más
escrita sobre este período, sino que una novela del todo singular.
A mi esta
novela me entretuvo como pocas. Creo que es una obra meritoria, que vale la
pena de ser leída y comentada. Por eso Roberto Rivera me parece un escritor
valioso. Digno de destacar.
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