Y sin embargo
            
            Al  atardecer, sentado en aquella plaza, 
no era justo decir que estaba solo.
Me había enamorado de ti y ansiaba
que me hablaran de algo tuyo.
Más hosco se mostraba el mundo y tenía yo
que ser como los otros, precisamente
como esos que no estaban enamorados de ti.
            
                       Vanas las calles de la ciudad esa tarde.
Como un cruel mandato se confirmaba el mundo;
dirigía mi soledad al olor de tu sombra,
esa misma que tratamos de respirar al unísono
para que no huyera el amor.
            
                       Sentado en otra tarde, ya no estoy
enamorado de ti; es justo que lo diga
estando solo. Y sin embargo, hace tan poco,
recién no más el día volvió su rostro
para vindicar ese inolvidable modo
de sentir y estar pensando con un vaso
de viento en los labios.

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