A duras penas Vienen del aire palabras, mensajes para los dedos, aliento de hojas renacidas, y la uña de vivir despierta en ligero rebato de otra muerte. Que no se apresure la hora de los pasos que únicamente a otros pasos encaminan. De los ausentes se encargó la vida al aplacar más pronto la inquietud que consumían. Tuvo razón lo que pensé decirme cuando niño. Luego, sólo quise respirar y abrí ventanas, claraboyas, para que el mes huyera y presentí de las noches lo que el día rechazaba. Se confió la juventud un largo epílogo, ese enigma del deseo con sueños de prefacio. Al aire vuelven palabras. El socorro que merezcan será un hasto pronto o espera que ya regreso. Se trata, aquí, nada más de acompañar promesas con manos de alborada. ¿Le sabe bien al corazón sentir propenso un hallazgo? Me propongo únicamente hablar despacio en el árbol a quien acepte escuchar de su nombre más adentro. |
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