A duras penas
            
            Vienen del aire palabras, 
mensajes para los dedos, 
aliento de hojas renacidas, 
y la uña de vivir despierta
en ligero rebato de otra muerte.
            
Que no se apresure la hora  
de los pasos que únicamente 
a otros pasos encaminan.
De los ausentes se encargó 
la vida al aplacar más pronto 
la inquietud que consumían. 
            
Tuvo razón lo que pensé 
decirme cuando niño.
Luego, sólo quise respirar
y abrí ventanas, claraboyas,  
para que el mes huyera
y presentí de las noches 
lo que el día rechazaba.
            
Se confió la juventud
un largo epílogo,
ese enigma del deseo
con sueños de prefacio.
            
Al aire vuelven palabras.
El socorro que merezcan
será un hasto pronto
o espera que ya regreso.
Se trata, aquí, nada más
de acompañar promesas
con manos de alborada.
            
¿Le sabe bien al corazón
sentir propenso un hallazgo?
Me propongo únicamente 
hablar despacio en el árbol
a quien acepte escuchar
de su nombre más adentro.

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