Sin dudas, el inicio de una novela, es ese instante maravilloso
en que el autor (al que de seguro nunca conoceremos) nos seduce
y atrapa en su mundo de letras, haciendo que con algunas pocas
frases nuestra vida cambie para siempre.
La experiencia de ser cautivado por el arranque de una novela
supone uno de los instantes más inolvidables que puede provocar
un texto literario. Y como perfectamente lo decía el director
de cine Billy Wilder, “si una película no le atrapa en los primeros
cinco minutos, dejas de verla”, esto puede ser trasladado con
toda propiedad al mundo de la literatura.
Sin ninguna duda, los comienzos de novelas se quedan en nuestro
recuerdo y vuelven cada cierto tiempo, para dejarnos siempre
con la misma sensación de agrado, intriga, sorpresa, angustia
e incluso de decepción que alguna vez sentimos en nuestra primera
lectura.
Solo como una aproximación a un tema inabarcable, dejo algunos
de los comienzos de novelas que, en mi opinión, son modelos en
su arranque, entregando de un solo y certero golpe al mentón,
la delicia de leer lo que seguramente nos acompañará toda la
vida.
Son, desde luego, mis comienzos favoritos, los inicios de novelas
que de algún extraño modo me dejaron para siempre con un hambre
por seguir profundizando en ese laberinto fascinante que es el
mundo de la literatura, en donde el orden no implica de ninguna
manera una preferencia o supremacía de un texto por sobre otro.
CIEN AÑOS DE SOLEDAD, Gabriel
García Márquez
“Muchos años después, frente al pelotón de fusilamiento, el
coronel Aureliano Buendía había de recordar aquella tarde remota
en que su padre le llevó a conocer el hielo”.
Uno de los comienzos más redondos, inolvidables y perfectos
de nuestra literatura. Un estilo que es casi cinematográfico,
donde somos advertidos desde el comienzo que ha de llegar el
momento inexorable en que el personaje se enfrentará con su destino.
EL TÚNEL, Ernesto Sábato
“Bastará decir que soy Juan Pablo Castel, el pintor que mató
a María Iribarne; supongo que el proceso está en el recuerdo
de todos y que no se necesitan mayores explicaciones sobre mi
persona”.
De un solo golpe, el autor nos devela el nombre del asesino,
nos rompe el misterio de saber quién cometió el crimen y nos
sumerge en el verdadero tema: saber por qué ese hombre fue el
causante de esa muerte que desde ese primer párrafo nos conmueve.
EL ALEPH, Jorge Luis Borges
“La candente mañana de febrero en que Beatriz Viterbo murió,
después de una imperiosa agonía que no se rebajó un solo instante
ni al sentimentalismo ni al miedo, noté que las carteleras de
fierro de la Plaza Constitución habían renovado no sé qué aviso
de cigarrillos rubios; el hecho me dolió, pues comprendí que
el incesante y vasto universo ya se apartaba de ella y que ese
cambio era el primero de una serie infinita”.
Con exquisita poesía escrita en forma de prosa, el escritor
instala un tema clave de su literatura: el paso inexorable del
tiempo y las jugarretas de la memoria.
EL GUARDIÁN EN EL CENTENO, J. D. Salinger
“Si de verdad les interesa lo que voy a contarles, lo primero
que querrán saber es dónde nací, cómo fue todo ese rollo de mi
infancia, qué hacían mis padres antes de tenerme a mí y demás
puñetas estilo David Copperfield, pero no me apetece contarles
nada de eso”.
Es un comienzo directo, sin trampas ni rodeos, donde se marca
el terreno y se instala el tono del relato para que el lector
decida seguir (o no) con la experiencia de continuar.
LOS DETECTIVES SALVAJES, Roberto Bolaño
“He sido cordialmente invitado a formar parte del realismo visceral.
Por supuesto, he aceptado. No hubo ceremonia de iniciación. Mejor
así”.
El lector no sabe qué es el realismo visceral pero ya ha sido
informado de una invitación ineludible: formar parte de un sombrío
honor aunque se acepte sin ceremonia ni entusiasmo.
PEDRO PÁRAMO, Juan Rulfo
“Vine a Comala porque me dijeron que acá vivía mi padre, un
tal Pedro Páramo”. Basta una línea y ya nos zambullimos en el
mar de preguntas: ¿quién habla en primera persona?, ¿qué es Comala?,
¿por qué no conociste a tu padre?
LA FAMILIA DE PASCUAL DUARTE, Camilo José Cela
“Yo, señor, no soy malo, aunque no me faltarían motivos para
serlo."
Esta frase nos seduce desde el preciso instante en que nos interpela
y nos tildan como ‘señor’ dejándonos la duda instalada respecto
de si quien habla pueda haber cometido acciones atroces, pero
tal vez por ello deba ser escuchado y considerado su testimonio.
LA METAMORFOSIS, Franz Kafka
“Cuando Gregorio Samsa se despertó una mañana después de un
sueño intranquilo, se encontró sobre su cama convertido en un
monstruoso insecto”.
¿Acaso no recuerda ese maravilloso inicio el microcuento de
Augusto Monterroso (“Cuando despertó, el dinosaurio todavía estaba
allí”), pero con la promesa de saciar nuestra curiosidad y contarnos
a continuación la historia completa? Puede ser, prepárese en
todo caso para el horror.
TRÓPICO DE CAPRICORNIO, Henry Miller
“Vivo en la Villa Borghese. No hay ni pizca de suciedad en ningún
sitio, ni una silla fuera de su lugar. Aquí estamos todos solos
y estamos muertos”.
Ya de entrada, el autor nos describe un mundo decadente, de
solitarios y muertos en vida que, de seguro, más allá de la higiene
y el control, ha de ser un lugar de pasiones innombrables.
CIUDAD DE CRISTAL, Paul Auster
"Todo empezó por un número equivocado, el teléfono sonó
tres veces en mitad de la noche y la voz al otro lado preguntó
por alguien que no era él".
Casi como una sinopsis de David Lynch en “Carretera Perdida”,
se revela en este inicio el mundo que es propio de Auster: el
vacío, la imposibilidad de comunicarse, la soledad, el peso abrumador
del azar y los problemas de identidad de sus personajes casi
siempre a la deriva.
RAYUELA, Julio Cortázar
¿Encontraría a la Maga? Tantas veces me había bastado asomarme,
viniendo por la rue de Seine, al arco que da al Quai de Conti,
y apenas la luz de ceniza y olivo que flota sobre el río me dejaba
distinguir las formas, ya su silueta delgada se inscribía en
el Pont des Arts, a veces andando de un lado a otro, a veces
detenida en el pretil de hierro, inclinada sobre el agua.
El universo cortaziano descrito en la plenitud de las palabras,
escogidas con cuidado milimétrico, para enseguida dejar claro
que todo puede ser un reflejo en el agua.
EL PRINCIPITO, Antoine de Saint-Exupéry
Cuando tenía seis años, vi una vez una imagen magnífica en un
libro sobre la Selva Virgen que se llamaba "Historias Vividas".
Representaba una serpiente boa que tragaba una fiera. He aquí
la copia del dibujo.
La aparente ingenuidad, se despliega de manera notable para
que el lector (adulto) se reencuentre con el niño que, alguna
vez, dibujó un elefante dentro de una boa.
EL OBSCENO PÁJARO DE LA NOCHE, José Donoso
“Misiá Raquel Ruiz lloró muchísimo cuando la Madre Benita la
llamó por teléfono para contarle que la Brígida había amanecido
muerta”.
Al autor le bastan 21 palabras para invitarnos de lleno a un
mundo de sordidez, encierro y decadencia, ese esperpento maravilloso
que tanto inspiró a este creador inabarcable con una novela que
todavía no ha sido lo suficientemente valorada.