fragmento 1
Motivo suficiente tenía yo, para aprovechar
el día y cachurear entre mis cosas.
Hace tiempo que estoy por ordenar mi cajón donde guardo las prendas
que con el
tiempo me ha ido regalando mi familia, mis hijos, amigos y estudiantes.
Mientras
tomaba cada una de ellas, sin poder evitarlo, pude percibir el significado
y el
momento en que me fueron regaladas. Las ordené según mi
estado de ánimo, pero al
guardar una a una, un profundo suspiro de melancolía llegó
a mí, acompañado de un
poquito de angustia y preguntas extendidas que curiosamente suelen darse
cuando
estás tan lejos de los tuyos. Tardé un poco en reaccionar
hasta que una pequeña
mueca de satisfacción llenó mi rostro. Tomé el
viejo reloj que hace muchos años mi
abuela me había regalado. No sé si a regañadientes
o luego de muchos sermones que
seguramente, venía preparando desde hace tiempo. Sermones que
mi abuela diría a
aquel que fuese el heredero de su más preciado reloj. Con sacrificios
había
guardado mi abuela su reloj, a pesar de las miles de necesidades
que había tenido
durante su vida, pero jamás pensó en venderlo. Aunque
sí le pasó por la cabeza
empeñarlo, pero sólo se quedó en el pensamiento,
era la única herencia de sus
antepasados. No sólo por su valor monetario, sino por el
valor sentimental que éste
representaba. Cada uno de los anteriores dueños, según
mi abuela, tenía una propia
historia respecto al reloj, la historia se fue contando de una a otra
generación.
Con una sonrisa que le llegaba de extremo a extremo me dijo:
-Tal vez la historia del primer dueño del reloj
fue creciendo y tomando forma sin pensarlo, ¿quién sabe?
Entre caritas y caritas, mi abuela no supo darme
mayores detalles con respecto al origen de su reloj, sólo me dijo que quería
que yo lo tuviese; sellando así en su interior, el contrato con el nuevo
dueño del reloj.