Una rosa de papel

 

Por Miguel Núñez Mercado

 

El abuelo de Irma Isabel Astorga contaba que cuando Dios creó el mundo repartió los sexos con una varilla en la mano. A las mujeres las abrió de piernas y les propinó un pequeño corte entremedio, para hacerles una rayita y diferenciarlos de los hombres a quienes les pellizcó el pubis y les levantó levemente una pizca del barro con el que los construía.

El singular génesis que recrea Irma Isabel Astorga, tiene por escenario las orillas del río Aconcagua, y se puede hallar en la novela “La Compuerta Mágica”. El libro, que hurga en la infancia y los recuerdos de la poeta y novelista, fue Premio Municipal de Santiago en 1970 y retrata la magia de una realidad que se vivía –y aún se vive- por estos sitios ribereños.

“En mi casa –contaba Irma Isabel Astorga- por una antigua costumbre campesina de esos tiempos, y por la pobreza de la vida en el campo, no nos mirábamos en los espejos, que normalmente no existían en los hogares. En el reflejo del agua del balde, cuando andaba por los 14 años, alguna vez encontré mi rostro y mi cuerpo y, sorprendida, comprendí que había dejado de ser niña”.

También entendió que era poeta y lo vivido y luego contado en sus cuadernos de escuela no era más que la traducción de la vida. “Los poetas –decía Irma Isabel Astorga-cumplen la tarea de estar alertas y reflejar la vida –la que vive o la que sueña- en toda su intensidad de fealdad o belleza. El periodismo es un oficio semejante a la literatura. La mejor novela de todos los tiempos la escriben diariamente los reporteros”.
El mundo que habitaba realmente Irma Isabel Astorga, donde Dios repartía los sexos a pellizcos y varillazos y los espejos eran los baldes con agua donde se podía hallar la ardiente y novísima adolescencia, se convirtió en varios poemarios y en la novela “La Compuerta Mágica”, entre otras publicaciones.
En ellos escarbó Pablo Neruda para su Antología de la Poesía Femenina de Chile, que por los hechos del 11 de septiembre de 1973, nunca llegó a editarse. En una parte del prólogo de la antología "La rosa de papel" el poeta escribió: "Cada una en su canto, en su menester, en su violín: adentro de la intranquilidad humana, de la levadura vital de cuanto existe. Por eso he querido que vayan derramándose juntas, pero sin clasificarlas ahora ni jamás adentro de las redes de la vida".
Incluía poemas de Gabriela Mistral; de Sara Vial, a quien llamó “sauce vegetal y marino”; de Delia Domínguez, “descalza con sus versos sobre el pasto de Osorno”. También los de Stella Díaz Varín, “fascinadora y loca de invierno capaz de sacarle peras al olmo”; los de Daniela Gutiérrez, “pastora de la belleza descabellada. A Irma Isabel Astorga –quien falleció en el otoño de 1999 en Quebrada de Alvarado, Olmué- Pablo Neruda la describió como “fuerte y finísima como espadas que cantan”.

 

 
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