Me decías que yo seguí existiendo para ti desde ese verano, existí para ti aunque era solamente una sombra, algo etéreo e incorpóreo que vagaba sin otro rumbo que alcanzar algún día tu recuerdo. Me soñaste alguna vez —eso dijiste después— cuando nos habíamos convencido de que separarnos había sido lo mejor para los dos. No sé por qué tuvimos que reencontrarnos en este balneario, justo en este mismo salón, ahora que el verano se marcha a pasos agigantados y en el ambiente queda esa estela como de desasosiego, como el eco del bullicio que llenó todos los espacios durante más de cuatro meses. Me decías también que fue cuando entré a este salón con mi vestido negro ajustado, como dispuesta a todo, como heroína de película, eso repetías, cuando te enamoraste de mí, aunque yo no tengo la certeza de haber entrado nunca en este salón con un vestido negro ajustado, o tal vez lo hice pero solamente en tus sueños, no estoy de eso muy segura. Insistías en que caminé directo hasta donde estaba el bar y que pedí una limonada (al menos eso parecía, que no era ninguna bebida alcohólica) y que mientras escuchaba a la orquesta me fui deslizando hasta uno de los sillones que quedaban de espalda a la salida para el jardín. Decías que me había sentado durante un buen rato, quizás unos diez o quince minutos, sin hacer un solo movimiento, solamente dejándome invadir por la música que llenaba todo el ambiente. Predominaba el mármol y las cortinas de seda, decías después, y cuando recién hice un ademán fue para acomodarme algo en el cabello y giré la cabeza lentamente hacia la izquierda donde debí quedar de frente a ti que me observabas. Pero no lo recuerdo con exactitud. Ni siquiera estoy segura de haber estado en esa velada de beneficencia o algo parecido en donde todo el salón estaba atestado de globos multicolores y el suelo cubierto por hileras interminables de serpentinas. Asegurabas que te acercaste con cuidado, tratando de no hacer ni un solo ruido que fuese a romper el encanto del instante y que me dijiste casi en un susurro:
—Te conozco de otro tiempo, deberías recordarlo.
Eso decías, pero de verdad que no lo recuerdo en absoluto.
Leer el ebook aquí