El hombre
vestido de negro con la cabeza cubierta por un pasamontañas,
botas y guantes del mismo color, se desliza silencioso por el oscuro
pasillo del segundo piso del edificio que corresponde al Ministerio
de Justicia. Sobre uno de sus hombros lleva el cadáver ya
preparado de la mujer que acaba de matar. Se acerca a una pequeña
puerta en el medio del corredor, la abre con soltura y se introduce
sin emitir un ruido. El interior está en penumbras, pero
él se mueve con mucha seguridad. Con la mano derecha aparta
la silla de alto respaldo detrás del escritorio principal,
mientras con la izquierda sujeta el cuerpo inerte y pálido
que descansa sobre su hombro. Con suavidad desciende su carga y
la acomoda en una grotesca postura debajo del pupitre. Sigilosamente
abandona el recinto por donde entró, sin que ninguna huella
de su presencia quede disponible para la investigación.