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Esta novela contiene dos historias que se van mezclando a medida que se va avanzando en sus lecturas. Una de ellas va relatando como va siendo posible el hallazgo de unos documentos escritos años atrás, mientras que la otra se refiere al contenido de los mismos. Es posible que la lectura de la obra resulte engorrosa para aquel que no acostumbra a leer dos libros en forma simultánea y que no tenga interés en estos temas. Entonces podría suceder que el lector pierda el hilo al pasar de una ficción liviana a un análisis mucho más denso en su comprensión.
Estas páginas van dirigidas a un público que se interesa en lo espiritual y en lo esotérico, y que tiene un criterio religioso desarrollado.

 

Mayo 14 de 2070, me encontraba en Chile, en casa de mi tío abuelo a quien no alcancé a conocer. Él había fallecido en el año 2030 a la edad de 62 años. Mi madre Gwendoline, quien vive en Bélgica al igual que yo, siempre hablaba de él y de nuestros parientes chilenos.
Yo nunca había visitado Chile, sin embargo esta vez quise viajar para conocer un poco más sobre esta región, sus costumbres, historia y geografía. Además de lo anterior, sentía que, por algún motivo que no podía dilucidar, debía venir a este lejano país, pero no sabía, exactamente, por qué.
Mi abuela Claudia, de origen chileno y casada con un belga, es hermana de este desconocido pariente. Mamá había descrito a su tío como un ser misterioso que poco a poco se había aislado de la sociedad. Al parecer, nunca había encajado bien debido a sus extraños ideales y a su modo de pensar, demasiado polémico para aquella época.
No aceptaba los trasplantes de órganos porque, según él, se violaban ciertas leyes divinas. Estaba en contra del divorcio y también del aborto. Creía en la reencarnación y pensaba que esta vida era sólo un paso para crecer espiritualmente, despertar conciencia y luego encarnar en mundos más evolucionados. Según mi madre, siempre vivió en soledad y nunca quiso casarse. No tuvo descendencia por lo que todos sus bienes quedaron en manos de mi abuela.
Este lugar se ubica en Santiago en un pasaje tranquilo y sereno, donde se respira un ambiente armónico. Está deshabitado desde su muerte. Sin embargo, se encontraba limpio y en buenas condiciones gracias al esfuerzo de una persona de confianza, contratada por su hermana. Por alguna razón, esa mansión me resultaba particularmente familiar, como un “déjà vu”, a pesar de no haber estado nunca ahí, por lo menos en esta vida.

En su interior, había muebles antiguos, libros, televisores y otras cosas, lo que daba la sensación de estar dentro de un museo del siglo pasado. En el escritorio, había un sinnúmero de libros, artículos de colección, cuadros y un sinfín de otras cosas que seguramente debieron ser importantes para él en esa época. En un pequeño rincón,
se encontraba una caja metálica dispuesta sobre una mesita ovalada que armonizaba con el entorno y que, por alguna razón, logró llamar enormemente mi atención.
Me acerqué y sobre su cubierta pude leer: “Evangelium”. Sentí una fuerte curiosidad por conocer su contenido, lo que me obligó a tomarla, abrirla y descubrir qué había en su interior. Pero, al sostenerla y sin explicación alguna, un dispositivo luminoso, ubicado debajo de la mesa, se disparó repentinamente, emitiendo un sonido que luego de algunos segundos, terminó por desactivarse. Aunque todo lo anterior tenía algo de misterio, debido a que no sabía lo que significaba exactamente, volví a dejarla en su lugar.
Después de algunos minutos y viendo que nada sucedía, decidí nuevamente cogerla para ver si el dispositivo se volvía a activar. Pero esta vez nada ocurrió. Entonces, la
tomé con toda confianza para saciar mi anhelo. Al observarla detenidamente, vi que se encontraba cerrada. Lo siguiente que llamó mi interés era el nombre que estaba inscrito encima. ¿Qué podía significar “Evangelium”? ¿Se trataría de evangelios? Mi deseo de ver el contenido, me hizo recordar que antes de viajar, mi madre mencionó algo a lo que no le presté mucha atención:
-Thor, quiero que te lleves esta llave. No sé lo que significa, pero tu tío abuelo nos la envió antes de morir
– me señaló.
La saqué del bolsillo y verifiqué si coincidía con su cerradura. “¡Perfecto!”, cuadraba correctamente, la hice girar lentamente sintiendo la expectación de ver su contenido.
Al abrirla, más grande fue mi impresión al encontrar unos documentos que parecían formar parte de un manuscrito. Al tomarlos, leí su título: “El Evangelio de La Entidad Oculta”.