INTRODUCCIÓN
Naufragio
y Cautiverio, narra un dramático episodio histórico
acaecido en los mares del sur de Chile a principios del siglo XIX.
Fue tan impactante este hecho que el pintor francés Raymond
Monvoisin, lo inmortalizó en dos cuadros que hoy se pueden
admirar en el Museo O´Higginiano de Talca. En el primero de
éstos, vemos a doña Elisa Bravo en el momento del naufragio
del bergantín Joven Daniel “siendo socorrida por los
mapuches”, en el segundo, aparece “acompañada por
el cacique de Boroa y sus hijos nacidos durante su cautiverio”.
Naufragio y Cautiverio, trata sobre la infancia de doña Elisa
Bravo Jaramillo, sus padres, su matrimonio; el nacimiento de sus hijos
y el Naufragio del bergantín Joven Daniel que ocurrió
en julio de 1849, muy próximo a la costa, frente a la playa
de Puaucho, entre las desembocaduras de los ríos Imperial y
Toltén.
Narra también la historia del Pueblo Mapuche en esa época;
las graves consecuencias políticas que este hecho generó
en Santiago durante el gobierno del Presidente don Manuel Bulnes y
las medidas que el gobierno estuvo dispuesto a adoptar cuando se conoció
la noticia del naufragio y se esparcían los rumores de la horrible
suerte corrida por los náufragos en manos de los mapuches .
Y, finalmente, lo que sucedió durante el gobierno del Presidente
don Manuel Montt, el Cautiverio de doña Elisa Bravo y su negativa
a ser rescatada.
El cautiverio de las mujeres era una realidad y una costumbre muy
frecuente entre los mapuches. El mestizaje era bastante generalizado
tanto en el territorio de los descendientes de españoles como
en el de los indígenas. Los caciques se prestigiaban teniendo
una “chiñura” , como se les denominaba. Normalmente,
las cautivas provenían de las correrías realizadas en
Argentina y en las zonas fronterizas. El tratamiento que se les daba
a este lado de los Andes, era al parecer privilegiado; les ponían
otras mujeres a su servicio, tenían ruca aparte y no hay indicios
de que recibieran malos tratos. Todo lo contrario sucedía en
las Pampas, allá los mapuches eran nómades y vivían
en constante movimiento, por este motivo no vivían en rucas,
sino que en toldos o en tolderías. Para los Caciques eran una
eficaz moneda de cambio. Hubo momentos en que allí habían
más de 2.000 cautivos cristianos de ambos sexos, niños,
adultos, jóvenes y viejos. Se las canjeaba por un rescate que
normalmente consistía en monedas de plata boliviana, animales,
alimentos, o medicinas.
Los cautivos, obligados por la fuerza, tenían que armar y desarmar
los toldos, para después acarrearlos y cuidar sus componentes,
debían lavar, cocinar, cortar leña con sus manos, hacer
los corrales, cuidar los ganados y servir de instrumentos para los
placeres más brutales. El peor drama lo vivían en el
período de adaptación, era un verdadero vía crucis,
en ese mundo de barbarie pasaban cosas terribles donde a los que se
resistían los mataban a azotes o a cuchilladas.
Mientras más mujeres habían en un toldo, más
frecuentes eran las escenas que, por culpa del hacinamiento, despertaban
y desencadenaban las pasiones.
Las mujeres recién cautivadas, fueran viejas, jóvenes,
feas o bonitas, no sólo tenían que sufrir el asedio
de los los indios, sino, lo que es peor aún, el odio, las intrigas,
los celos y la envidia, de las cautivas que les precedieron, también
el de las esposas del dueños de casa, de las chinas sirvientas
o agregadas.
Las mujeres eran implacables con las mujeres y normalmente eran los
varones los que las protegían, condoliéndose de las
cautivas nuevas, pero eso no hacía más que empeorar
la situación, a menos que las tomaran como concubinas o esposas.
Pero si alguna vez se cansaba, o por necesidad, o por que se le antojaba,
las vendían o las regalaban. Así, la cautiva entraba
en un nuevo período de sufrimiento, hasta que el tiempo pusiera
fin a sus males.
En fin, eran muy pocas las privilegiadas que lograban alcanzar un
trato similar a las cautivas de este lado de la Cordillera.
Para comprender pasajes de esta novela, tenemos que retroceder muchos
años atrás. Durante la Conquista de Chile, bajo el Gobierno
de don Francisco López de Zúñiga, Marqués
de Baides, conde de la Pedrosa, de la orden de Santiago, Gobernador
y capitán general del Reino de Chile, (1639 - 1646).
El 5 y 6 de enero de 1641, en unos llanos al borde del río
Quilín o Quillem, como se llama actualmente, tuvo lugar un
parlamento, entre los conquistadores y los mapuches, llamado “Tratado
de Quilín”, que dividió el territorio del Reino
de Chile en dos partes estipulando, entre otras cláusulas,
como línea divisoria los márgenes de los ríos
Bio-Bío, por el norte, y Toltén por el sur. A partir
de esa fecha este lugar fue denominado La Frontera. Esta división
geopolítica continuaba vigente en el siglo XIX, época
en que sucede este naufragio imprevisto y cruel por el vil asesinato
de sus pasajeros y tripulación, una vez que estaban sanos y
salvos en la playa..
La administración de la frontera heredó de la Corona
un complejo sistema de intermediarios basado en diversas categorías
de funcionarios de fronteras, que se desempeñaban eficazmente:
Capitanes de amigos, comisarios de naciones, tenientes y capitanejos
de reducciones. Por lo general eran personajes -mestizos- que hablaban
castellano y mapudungún y gozaban de inmunidad en el territorio
mapuche.
Los capitanes de amigos desempeñaban el papel de intérpretes
y servían de parlamentarios del ejército, llevaban noticias
y eran, a la vez, oidores de rumores. No tenían atribuciones
de jueces, pero cuando estaban con las tribus del interior, dirimían
los reclamos de los comerciantes u otros que involucraran a los mapuches.
Junto a éstos, estaban los tenientes de amigos, con semejantes
funciones, pero en un nivel más local; los lenguaraces eran
traductores que jugaban el papel de “corre, ve y dile”
o enlace fronterizo.
Los comisarios de naciones tenían una función más
alta, representando a la autoridad civil. Actuaban como ministros
de fe en los parlamentos, entregaban salvoconductos a los comerciantes
o al mapuche que salía del territorio y servían de instancia
de apelación a los capitanes de amigos. El comisario era la
persona que los mapuches tenían como inmediatamente responsables
ante ellos, para los convenios que hacían con los jefes militares.
Por ejemplo, cuando un cacique o un indio entregaba sus hijos a algún
comandante o jefe para que fuera educado, o pasaba como rehén
o embajador, el padre lo tomaba de la mano y lo pasaba a la del comisario,
diciéndole: “Aquí te lo entrego en tu mano; así
como te lo entrego, debes devolverlo a las mías”.
Desde la fecha de la batalla de Maipú el 5 de abril de 1818,
en donde las fuerzas patriotas derrotaron al ejército realista
sellando la Independencia de Chile, esta naciente nación demoró
más de sesenta y nueve años en anexar a su territorio
la región que se extendía al sur de “la Frontera”,
hasta Valdivia.
El inmenso territorio poblado por los Mapuches, mayor al que ocuparon
los Sioux o los Navajos, los Aztecas o los Mayas en América
del Norte, o, los Incas en América del Sur, se extendía,
en el territorio chileno, entre los márgenes de los ríos
Bio-Bío por el Norte y el Toltén por el Sur, el Mar
Pacífico por el Oeste y por el Este, al otro lado de la Cordillera
de los Andes, en el territorio argentino, abarcaba hasta el sur de
Mendoza, de San Luis, de Santa Fe, de Córdoba, de La Pampa,
de la provincia de Buenos Aires y las actuales provincias de Neuquén
y Río Negro.
En este territorio, al sur de la Frontera, entre los años 1849
y 1862, se desencadenan estos hechos: el naufragio del bergantín
Joven Daniel y el cautiverio de doña Elisa Bravo. Es aquí
donde se desarrolla esta historia que enlutó a importantes
familias de la sociedad chilena y conmocionó al gobierno y
al país entero.
Este libro narra entonces un hecho histórico y real, ambientado
en los territorios en que sucedió. Es un pasaje dramático
desconocido y refleja los esfuerzos, sacrificios y peligros a que
estuvieron expuestos nuestros antepasados en los albores de la República
de Chile y Argentina. Son verídicos todos sus personajes principales,
la época, y los lugares donde estos hechos acontecieron y afines
a la documentación obtenida. Las conversaciones entre los protagonistas
de esta novela, salvo las que están documentadas históricamente,
son ficticias, pero describen las costumbres de la época y
de los personajes que avalan la veracidad de la vida de doña
Elisa Bravo Jaramillo.
Sobre doña Elisa Bravo y el naufragio del Joven Daniel, escribió
el historiador chileno don Francisco Encina en su Historia de Chile.
El poeta don Rafael Santos le atribuye una romántica historia
en su obra "La Cautiva de Puancho"; el poeta don Ramón
Harriet escribió también un drama con este tema. El
novelista don Alberto del Solar publicó en París en
1888, un romance sobre Elisa bajo el nombre de "Huincahual.”
También, el periodista y redactor del periódico "El
Ferrocarril" don Mauricio Cristi, secretario privado del historiador
don Benjamín Vicuña Mackenna, escribió un celebrado
artículo denominado: Elisa Bravo y Contemporáneos Vivos.”
Vicuña Mackenna probablemente el más prolífico
historiador chileno de todos los tiempos, escribió en 1884
un libro llamado “Elisa Bravo o sea el misterio de su vida,
su cautividad y de su muerte, con las consecuencias políticas
y públicas, que la última tuvo para Chile”, en
el que erróneamente cita como esposo de doña Elisa Bravo
a don Ramón Bañados Berendique, confundiéndolo
con su hermano mellizo don Juan Bañados Berendique, error que
repiten a menudo otros escritores.
Hay que leer al historiador Vicuña Mackenna, para darse cuenta
de que el peor de los escenarios que podía enfrentar el Gobierno
chileno de la época era que se rescatara con vida a alguno
de los náufragos y que éste confirmara la horrible suerte
corrida por los pasajeros y tripulación del Bergantín
Joven Daniel en poder de los mapuches de Boroa, contribuyendo a agitar
más a la oposición Liberal, que ya era intolerable.
Sobre el Naufragio del Bergantín Joven Daniel y el Cautiverio
de doña Elisa Bravo se han recopilado algunas narraciones hechas
por mapuches que, de una u otra manera participaron en estos hechos
y manifiestan la enorme conmoción que causó en dicho
pueblo. Estas narraciones testimoniales fueron escritas en su propio
idioma y traducidas al castellano, como las podremos leer al final
de este relato histórico.