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Los cazadores: historia de una invasión

Ya han llegado los cazadores al fondo de la selva. Es poco lo que se puede ver de sus sofisticados equipos. Portan a sus espaldas enormes mochilas de caza. Los cañones de sus rifles salen desde dentro y esgrimen alas nubes. Sobre nuestra casa descendieron por una cuerda desde su helicóptero de guerra -es esta una zona poblada de arbustos- y de inmediato emprendieron la travesía por el polvoriento camino. A lo lejos, en el horizonte, el sol alumbraba sesgado, marchaban en filas -sin hallar verdadera resistencia- y al reverberar de los rayos, a nuestra distancia, con las mochilas a cuestas, sus sombras sobre el valle parecían bestias jorobadas.

Esta posada había esperado desde hace mucho tiempo la llegada de gente armada, la ayuda de extranjeros. Nuestro pueblo intentó defenderse por las suyas pero todo intento, en sus maltrechas fuerzas, resultaba en una minucia para los poderosos. Y las consiguientes represiones nos tenían desahuciados. Los extranjeros han sido de mucho apoyo en este sentido; han eliminado desde luego a muchos malos partisanos que nos gobernaban.

¡Qué buenos amigos son estos cazadores extranjeros! Han financiado ellos mismos sus costosos equipos y su viaje; no hemos pagado nada, y por decir algo más admirable, ni siquiera le habíamos llamado, lo ejecutan todo por propia iniciativa. Su faena nos beneficia a todos probablemente, a nosotros y a ellos mismos. Aunque últimamente los hemos visto un poco contrariados, y hasta arrepentidos; lo que no pasa, claro está, de ser un simple pensamiento o una breve toma de conciencia, porque siguen adelante cueste lo que cueste con igual tesón que en un inicio. Sabido es que son así y siempre lo serán. Es la disciplina propia del mercado de pieles lo que les dicta mantener el paso en función de precios bajos de pieles y no escasez de pieles. Dependen de ellas en grado sumo. Hay que ver, estos cazadores son muy ávidos amantes de pieles. Para que todo funcione como funciona, para que el mundo de vueltas como da vuelta, los cazadores caminarán por estas tierras, y en el ruedo de carretas desvencijadas por nuestro desornamentado pueblo, quizás un día nos recordará la expresión sincera; y nuestros cuerpos se alzarán como uno solo en defensa de su propia piel. Pero todo pierde importancia, –ha de ser un sueño quejoso- ante sus poderosas armas nos hemos adormilado y ya no nos molesta que desde siempre nos hayan tuteado. Nuestra gente ve resignada como toda esta cacería de pieles terminará sólo con las pieles. Acerca de si se acabarán pronto las pieles o no, es algo que en verdad desconoce nuestra gente, pero todo lo demás francamente nos afecta, nos toca tan de cerca.