La bajada a Tierra amarilla
Son alrededor
de veinte días que un pirquinero se descresta el lomo en la
soledad de las inmediaciones de Tierra Amarilla. La vida de los mineros
está llena de sacrificios físicos y mentales y las ganancias
del metal lamentablemente no les luce en los bolsillos a los viejos
zorros que conviven las noches con el diablo en pleno desierto.
Durante casi todo el mes los viejos viven en los cerros sobreviviendo
al hambre, al frío, a la soledad y al cariño; solo enfocados
en sacar todo el oro y el cobre posible para llegar a la ciudad a
invertirla en sus intereses y aficiones.
Al terminar las faenas, los mineros bajaban a la ciudad para gastar
todo el dinero recaudado, en las quintas de recreo y cahuines como
“Mi Refugio”, “Chico Marín” y el “Súbete
Niña”, y fue precisamente en este último lugar
donde ocurrió una anécdota que hasta el día de
hoy los parroquianos recuerdan con mucho humor.
Una tarde de Septiembre, calurosa como todas las tardes del año,
llegó al “Súbete Niña” el conocido
pirquinero apodado el negro Alex quien entraba todo burlesco y presumiendo
su conducta viril ante los demás. Llegaba emulando la canción
de Los Jaivas a toda voz para que lo escucharan todas las chiquillas
y haciendo una comparación con el nombre del local cantaba:
>> súbete niña, te voy a llevar a ver la luna
brillando en el mar <<.
Y reía fanfarronamente pagando con pepitas de oro por los servicios
de algunas muchachas nuevas recién avecindadas al poblado.
Debido al gran auge minero del sector de Tierra Amarilla las prostitutas
llegaban como abejas a la miel para aumentar sus arcas y bajo ese
contexto apareció una mujer apodada la “italiana”,
que era una despampanante hembra de metro ochenta y unas lagunas verdes
puestas en sus hermosos ojos, pero sin duda lo que la diferenciaba
del resto de las muchachas eran sus delineadas caderas y su afición
por interpretar canciones italianas de variados artistas como por
ejemplo Franco Simone, Ricardo Cocciante, Humberto Tozzi, entre otros
más.
Esa nefasta tarde calurosa llegó el negro Alex al “Súbete
Niña” con la arrogancia habitual en él y cantaba
mirando a la chiquilla afortunada para capear el calor: >> súbete
niña, te voy a llevar a ver la luna brillando en el mar <<.
En Santiago he conocido miles de estos súper machos, déjenmelo
a mí, dijo la italiana a todos los contertulios presentes.
La italiana subió con el negro Alex al segundo piso del cahuín
mientras que en el primer piso seguían los demás clientes
bebiendo, fumando y jugando cacho y dominó.
Al cabo de cinco minutos pasó algo inesperado, la italiana
regresaba luciendo una bata blanca transparente escaleras abajo pero
esta vez en sus manos sujetaba el dormido miembro del negro Alex y
lo arrastraba junto con él al salón principal.
La italiana calló a todo el mundo y tomó la palabra
diciendo: con tipos fanfarrones como este que tengo a mi lado no se
les debe agrandar y sacando una pepita de oro de adentro de su sostén
la arrojó lejos para demostrarles a las otras trabajadoras
que no debían vender su verdad.
El famoso “negro Alex”, dijo la italiana, no tiene caso
que su boca le gane a su miembro, no hubo caso que su regalón
se pusiera contento así que no me quedará otra opción
de ocupar el tiempo del señor aquí presente en deleitarlos
con una canción, y en voz alta y afinada miró la parte
dormida del negro
y comenzó:
>> Tan pequeña es, tan frágil es <<; ¡jajajaja!
Las risotadas de todos los presentes no se dejaron esperar en el salón,
todo acomplejado y avergonzado el “negro Alex” se retiró
del lugar y ese mismo atardecer de Septiembre se fue de Tierra Amarilla.
Así como esta anécdota, existen muchas a lo largo de
todos los burdeles del Norte del País, con variadas historias
que se mantienen en el recuerdo de las personas que algún día
lo vivieron. Del “negro Alex” no se puede decir mucho,
porque después de aquel día nadie más lo vio
por los alrededores, sin embargo a esas alturas ya nadie lo conocía
como Alex, paratodo Tierra Amarilla él era el “Franco
Simone”.