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En estas páginas hay un mundo real, un mundo que se vive
a diario. Emociones que respiramos a menudo, conversaciones
con el aire, la naturaleza, toques de amor que componen
finalmente un poema. Adolfo Silva carga en su cerebro imágenes,
sueños, creaciones y talento apendido de su padre, sin talleres,
sin escuelas de literatura. Sólo aprendió lo que dicta su
interior.
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