inicio biografía el libro contacto

(fragmento del libro)

Introducción



Desde hace mucho tiempo deseaba con cierta vehemencia escribir, y que lo escrito fuera una suerte de testimonio acusador, en definitiva una denuncia que pusiera o nos pusiera en lo individual al descubierto, y como sociedad en evidencia, y aquello constituido en una exhortación que fuera dirigida a lo más profundo de la persona humana, y al ser esta lo fiel representativo de los modus operandi, bajo que premisas o paradigmas se sostiene esa nuestra sociedad, hacer un postrer esfuerzo para restituir si es que es posible todavía a la especie humana toda. Somos tan etéreos, tan volátiles, tan abstractos, estamos tan desasidos de lo concreto en ese mundo donde transcurre o se da eso lo humano; toda nuestra biología en la cual también se sostiene el resto de la creación es tan disímil de la nuestra, a pesar de los luengos años de nuestra historia, los procesos biológicos se siguen sosteniendo en ese tal cual para lo que fueron diseñados, pero ínsitamente en los mismos albores de esa biología también estaba ya la semilla de lo eterno, que se imbricaba, y se metía en cada partícula subatómica de esa a futuro nuestra biología, debían aprender a convivir, dejar en un principio a la biología primigenia actuar, desenvolverse, diversificarse haciéndose cada vez más compleja, luego esa semilla debía irse solapando, superponiendo sobre esa biología desprovista todavía de todo eso lo humano, por siglos esa semilla debió permanecer en estado de espórula, de inmovilidad móvil, tratar de no influir para no entorpecer el despliegue de esa biología en ciernes, la cual debía también aprender, la biología sin conciencia anticipa, se defiende, se adapta, sobrevive, etc.

En ese contubernio de siglos estaba ya la posibilidad desde siempre de que esa misma biología mutara o se fuera muy paulatinamente trastocando en su totalidad a procesos antropológicos (una pan antropologización) donde esa biología más allá de los procesos intracelulares de altísima complejidad no quedara entrampada en sí misma, no fuera como en el resto de la creación un circuito cerrado, amurallado con cada vez más gruesas membranas, y por el contrario se convirtiera en un sistema abierto desde donde se harían surgir los símbolos, las metáforas, los rituales las alegorías, el lenguaje poético, las artes, las ciencias; no hay nada de ese hacer que surge de la biología que no haya mutado o trastocado a lo antropológico, y ahora desde lo antropológico se sostiene la biología en un más que renovado contubernio.
Indudablemente estamos hechos de biología, pero no somos biología, como mi casa está hecha de ladrillos pero no es un ladrillo. Eso inabarcable, eso mágico, eso eterno, eso indeterminado, lo celeste, lo divino viene de ahí, surge de esta instantánea reciprocidad donde el acto humano no queda ahí, ni muere ahí, sino trasciende al hecho en sí, y a la vez me trasciende.
Como psiquiatra uno tiene acceso al mundo desde adentro, en su concretud más sublime, y excelsa como en su contrapuesto o antípoda, donde predomina lo anárquico, la desorganización, lo corrosivo, ver con horror como se desmoronan implacables, y a la vez silenciosos los cimientos sobre lo cual se asienta lo humano. Incluso poder recabar hasta en los más oscuros, tenebrosos, y descaminados meandros, todos ingredientes de eso cósmico complejo que es la vida humana.


En la psiquiatría, y me atrevo a excluir a toda otra actividad, se constituye en la vía regia, en acceso directo, y a tiempo real a todo lo que se urde en la intimidad misma de cada paciente, en esa su desnudez donde se nos muestra el ser humano sin ningún tipo de caretas para poder presenciar fielmente como fidedignamente con un siempre renovado asombro se despliega 6esa la historia humana en cada uno de sus refinados y sutiles matices. Ese acceso se transforma en la más irrefutable, y matizada panorámica que surge de ese cómo se siente el paciente, la vía más expedita para poder hacer inmersiones profundas e insondables donde se visualizan los ríos más subterráneos, unos escuálidos, otros colosales, volcanes en erupción constante con lluvia de meteoritos, pero también aparecen remansos bucólicos, montañas, y hondonadas, todo al descubierto, más que al descampado, todo una ofrenda.
¿Cómo desechar aquello?, ¿cómo silenciarlo?, es menester testimoniarlo, esculpirlo en indeleble piedra en ese como asistimos cada vez de forma más pasiva, y despreocupada al derrumbe, y colapso final de nuestro planeta, como no hay parangón en la historia de la humanidad. Nuestro cerebro queda pasmado, y entra en un más que falso colapso por la epidemia–pandemia vírica actual, la que se ha transformado en un mero elemento distractor embestido de chivo expiatorio, es el culpable de que se hayan marchitado o cercenado nuestras vidas, en un ¿cuándo va a acabar?, ¿cuándo se terminará nuestro confinamiento?, como el lamento de un recluso sentenciado a cadena perpetua, más que pulsionalmente volver a esas nuestras vidas normales, a ese nuestro bello, y alado mundo, nuestros sueños plagados de onirismos llenos de pancartas en contra del maledicente virus, nuestro lema: ¡devuélvanme mi mundo!, cuando la gente en masa repite una, y otra vez va surgiendo una especie de agnosia que da inicio a una ilusoria fantasía de que vivíamos en el mismo edén en la tierra, nuestro arcadia; esa amnesia tan pueril como marginal, nutrida, y re nutrida por todo un sistema propagandístico que siempre pugna por llevar una y otra vez a la especie humana toda a la ceguera absoluta. Esta demonizada pandemia lo ha monopolizado todo, esta pandemia con qué derecho nos arrebató esa nuestra vida normal, todos tirados de guata desaprensivos en el pasto a ratos mirando las copas de los árboles, y escuchando el trino de las aves, y asistir cada tarde a ese sempiterno espectáculo, y quedar pasmados en ese el fulgor multicolor del ocaso; esta pandemia nos quitó como un ladrón, apropiándose con desparpajo de lo ajeno, de ese el remanso en que se desplegaban nuestras dulces y apacibles vidas. Ningún gobierno a nivel planetario se ha manifestado de otra manera, a la gente le ennegrecen, y ensucian el cerebro; lo antes posible ya tendremos una vacuna que inmisericorde va a matar o exterminar ese virus siniestro, óbice fiel de esos los barrotes que nos tienen recluidos y detenidos cual canallas.


Pero en esta introducción me encargaré de refrescarles la memoria, esa memoria tan volátil casi gaseosa, luego el virus relator de esta historia lo hará mejor que yo, con más autoridad, de manera más consistente, y más directo al grano. A la velocidad de un rayo nos olvidamos ya de un más que largo listado de epidemias -pandemias que al instante enumero: -De la epidemia pandemia de autismo en nuestros hijos, chicos desvalidos, desamparados, en extremo indefensos, inválidos del alma en un para siempre; y lo más seguro en correspondencia con la precocidad con que las madres dejan a sus retoños en manos ajenas ( chicos desalmados). -De la epidemia pandemia suicidal en todos los grupos etarios, donde cada vez los niños, y los más viejos, engruesan las elocuentes estadísticas. -De la epidemia pandemia de disfunciones conyugales o de pareja, donde en las sesiones psicoterapéuticas se puede constatar de que no han internalizado el sentido o fundamento del emparejamiento, para hacer constar que aquello que los termina separando es prácticamente el aburrimiento y/o la incapacidad de hacerse cargo del otro. -La epidemia pandemia emparejada, y como causa de la anterior de la falta absoluta en el terreno de lo vivido, y de lo conceptual del significado de familia. -De la epidemia pandemia de patologías de toda índole que siempre se han dado de manera esporádica, pero que en el último tiempo claramente las estamos propiciando desde nuestros aberrantes estilos de vida, como las enfermedades autoinmunes que se han transformado en verdaderas plagas, y que dejan vidas mutiladas en el frescor mismo de la vida. -De la epidemia –pandemia de diferentes tipos de cánceres, donde se han perdido ya las correspondencias entre las patologías, y los grupos etarios, la gente joven ya no puede hacer esa saludable ostentación de un pseudodelirio de inmortalidad, chicos, y chicas con dos o tres cánceres distintos al mismo tiempo, algo sin parangón en la historia médica. -De la epidemia pandemia de fibromialgias que cada vez recluta más enfermos, donde el síntoma rey lo constituye el dolor en toda la economía de la corporalidad humana, seres quejosos, hastiados, siempre sobrepasados, inundados por la depresión, dolorosos, y sufrientes cuerpos que deben arrastrar, incomprendidos, sojuzgados, devaluados, marchitos, y secos como hoja de otoño, donde le deben decir adiós a sus ansiados proyectos que le daban vigor, y fundamento a sus vidas. Patología de suyo compleja, y que no tiene preexistencia en los fastos o anales de las ciencias médicas. -De la epidemia pandemia de poliadicciones a las más variadas sustancias, donde el individuo indefectiblemente va a hipotecar su vida en la solo autoadministración de las mismas, cada poliadicto se lleva consigo a la cloaca a familias completas sin que la medicina pueda otorgarles nada o casi nada, las drogas les cercenan desde el inicio el cerebro ético quedándose con una suerte de cerebro o sistema operativo, adiós familia, adiós proyectos, en un adiós para siempre.