El principio del tiempo

Waldemar Dante


Escrito de un relojero.

Al lector: Esta narración corresponde al desciframiento de antigua escritura tallada en una piedra, que fue encontrada junto a un reloj de sol primitivo en la cordillera de los Andes frente a Santiago de Chile. Los análisis que se hicieron a la piedra (con carbono 14) revelaron que esta singular construcción fue hecha en el pasado primitivo de América, hacia el año 700 antes de nosotros. Entonces, lector, mi semblante, esta es transcripción de la letra tallada en la piedra, y fue escrita por un anónimo sabedor del oficio de hacer relojes.


Estas rocas me han encadenado. Les he dado toda mi vida y no es bastante. Puedo no ir a las reuniones que llama el Consejo, ni a sus fiestas, ni a las oraciones de Tlal el sacerdote. Puedo no subir a las tierras altas o bajar hacia el mar con Acab y sus guerreros; nada impediría que lo hiciera. Pero en mí no hay nada fijo más que estas rocas. Ellas me matan para el mundo.

- "Un hombre como usted puede hacer cosas importantes por nuestra comunidad. Para el Consejo usted es importante". Así han dicho. Y repliqué : "No existe gente importante. Solo hay quienes hablan de su importancia y quienes no lo hacen".

Lo que me vuelve loco es ese carácter de obligación que pretenden imponerme. Tlal insinúa que, al menos dedique mi vida a tallar formas en la piedra que sean útiles para sus oficios rituales. A él, con su costumbre siempre igual, ¿cómo hacerle entender estas rocas y su función de medir la naturaleza, de anotar los cambios que hay en la vida o el momento en que ocurren esos cambios?. A mí me parece que la tarea en que he empeñado mi existencia es tan aceptable a los ojos de los dioses como su propio trabajo. Esta formación en que he dispuesto la piedra aparentemente son solo rocas que alguien ha moldeado y ha ubicado en forma caprichosa. Pero el entender cómo debían quedar nada más ha regido mi mente, mi cuerpo, todo yo. Cada golpe de piedra dando forma a la roca fue un golpe preciso, meditado. Para ellos es una locura. Para mí es la única razón.

- "Debía dedicar sus afanes en tallar puntas para nuestras armas, como lo hacen otros, y no en golpear esas enormes rocas dándole esas formas que de nada sirven". Eso ha comentado Acab en el Consejo. Y dijo: "Debes integrarte a un trabajo como todos. Si vienen los del otro lado de las momtañas, o si vienen los del mar y te capturan no serás protegido. ¿O es acaso que quieres servir de esclavo a los extraños?". Así habló Acab.

¿Cómo podrá él entender nunca lo que hago?. Ha vivido para el odio y la fuerza; él y sus guerreros. ¡Y que cumplan bien su trabajo! Alguien debe proteger al Consejo, a Alina y sus mujeres, a los niños...¿cómo podrán entender lo que hago?. ¿Qué sabe Acab de los afanes que han guiado mi vida? Nada. Tlal alegó:

- "No te has integrado jamás a las ceremonias. Has despreciado a los dioses que guían este Consejo y la vida de nuestras gentes. Eres un extraño entre los tuyos, siempre ocupado en dar esas inútiles formas a las rocas; ni siquiera tienes a una mujer que te reconforte en las horas de desaliento".

- "¿Crees acaso que todos tienen horas de desaliento?", le respondí. Y guardó silencio. Luego agregué, a toda voz para que se oyera bien: "No sé qué sensación es aquella que nombras desaliento. Ni siquiera puedo imaginar qué es."

Tlal y Acab no pueden soportar que yo no sufra...con Alina es otra cosa. Para ella y las mujeres es absolutamente incomprensible el que no forme una familia. Exista o no un misterio en la hembra, lo hay en el macho. El misterio del macho está en que la hembra lo admita y pueda amarlo...si encontrara una mujer de mi misma especie, que hiciera su propia voluntad, sin justificación alguna...Alina dijo:

- "Las tres mujeres que se te han dado, luego han apelado llorosas que no les prestas atención. ¿Qué tienen esas malditas piedras que te han apartado de cumplir como se espera de ti?" Así dijo la gran madre, y decidió: "¡Debes formar una familia para acabar con tus días siempre vacíos!"

- "Suma Alina -me defendí-, mis días vacíos miden el tiempo, mi vida está colmada por este quehacer que me llena. No preciso depender de alguien, cohabitar con ella. De acuerdo a lo indicado, lo intenté. ¿Para qué lo hice? ¿Sólo para recordar ahora en público algo que no les concierne? Sin embargo, acepto, ¿quién soy yo para guardar secretos a ustedes? En el mismo instante en que traje conmigo a cada una de ellas, supe que no funcionaría, que nunca compartir mi vida con ellas sería más excitación que la que obtengo en mi trabajo. ¿Cómo olvidar la presencia de alguien que vive con uno de sol a sol?. ¿Si yo me olvido de mí mismo?. No sería justo para ella. Si traigo a una de tus mujeres a vivir junto a mí para olvidar que vive conmigo, ¿para qué la traigo?. ¿Cómo explicarte que sólo quiero acomodar mi vida ahora para la reflexión, la concepción y la creación?"

- "¡Que nos de hijos como todos los hombres!" gritaron algunas. He replicado que estas rocas son mi hijo. Y han dicho: "¡Está loco!". Repetí: "Estas rocas son mi hijo, les he dado mi vida. Y no daré a otro hijo lo que he dado a este que tengo".

Acab, con la venia de Tlal, comentó: "Concedemos que un hombre de tu categoría pueda vivir sin una mujer. Pero que no tenga hijo nos parece más grave. Además, los hombres se quejan de que cuando debemos trasladarnos a vivir del mar por los hielos que caen del cielo, tu solo te dedicas a pescar tu propio sustento y a observar las aguas, simulando algo, al igual que haces aquí, porque se te ha visto gran parte del día solo mirando las plantas y el curso del río, sin hacer nada más, excepto volver a tus rocas sin sentido. No pareces uno de los nuestros."

Estoy de acuerdo en que debemos ser cada vez más, o terminarán por esclavizarnos los del otro lado de las montañas o los que vienen del mar. Pero es que en este mundo en que vivimos no podría tener un hijo que fuese tal como yo lo quiero. Ahora me convenzo de que llegaría a él este obligatorio vínculo de hacer lo que se espera de uno; se haría picador de piedra para hacer las armas o constructor de altares, guerrero o sacerdote. Y lo despreciaría. No lo podría soportar sojuzgado y lo odiaría con feroz odio. Quién sabe si lo mataría. No puedo arriesgarme. Tal vez una madre puede dividir su amor entre muchos hijos. Pero yo no soy una madre. Tal vez un padre puede jactarse de fortalecer a todos sus hijos sin debilitarse. Pero yo no puedo. Ello haría desviar parte de mi fuerza y perdería la concentración que necesito. ¿Podría reprochármelo? Me convertiría en un desdichado cuando he sido siempre feliz. Una familia, ¿podría sentirse feliz guiada por un desdichado?.

- "No, es preciso que no me obliguen a ser como ustedes -supliqué-. No tengo nada en contra de ustedes; es sólo una incapacidad mía. Es preciso que lo por venir continúe abierto para mí. ¿Debo alegar que lo humano es simple y matizado?. También hay cosas más allá del amor, la guerra y los dioses. Si me obligan a abandonar lo que hago, mi vida adquiriría la proporción de una catástrofe".

No es sorprendente que mi exposición les parezca singular. Uno es singular. No es jactarse, al contrario; en lo personal siempre he intentado suavizar las diferencias que nos separan, de no exaltar lo que me distingue de ellos. Solo yo mismo se todo el esfuerzo que debo hacer para imaginar los sentimientos de Tlal y Acab, que en manera alguna experimento. Los niños suelen venir, temerosos, a curiosear mientras trabajo; algunos se atreven a acercarse y preguntar por qué dispongo así las piedras; los más tímidos no se acercan, pero los veo observándome desde la distancia. Yo me siento más cerca de cualquiera de estos niños que de todo el Consejo.

Nunca sufrí con mi singularidad, hasta ahora, en que la padezco. Estas rocas me han desterrado, pero en vano sería intentar hacer otra cosa que no fuera moldearlas para mi fin: mi cabeza se ha escapado lejos. Sin embargo, debo sobreponerme. He cometido el insensato riesgo de crear un ser, y este ser -así lo entiendo- ya está hecho. Me entretengo con su compañía, aún cuando para comprobarlo no hay experiencia bastante, aparentemente, no lo sé...es verdad que hasta ahora no me detuve a pensar en los riesgos que corría. Solo hice. Pero no debo jugar con lo aparente: si no convenzo al Consejo quedaré a disposición de ellos.

¿Por qué se me exige justificar lo que no tiene explicación?. Acab nunca ha justificado por qué su decisión de matar a los hombres que ya no sirven para la guerra. Tlal y sus sacerdotes también asesinan a sus ancianos... no puedo estar de acuerdo con ellos....la misma Alina nunca se ha pronunciado porque se corta la vida de sus mujeres ancianas. ¿Es que el tiempo que uno vive naturalmente no importa nada?. ¿En otras partes alguien pensará lo que yo pienso?. Podría irme, es cierto, pero si vivir entre bárbaros es una pesadilla, peor es servir de esclavo en otras tierras. Lo importante ahora es no hostigarlos. Si los asedio se crisparán, y entonces...debo convencer al Consejo, o mejor, debo convencer a Tlal, Acab y Alina, que dominan al Consejo.

Tengo que combatir contra la estupidez del Consejo dando una prueba irrefutable, o estoy perdido. Para mí es el comienzo del tiempo; para ellos son unas rocas dispuestas caprichosamente. Esta es la única forma de ganarles por sorpresa, mostrarles una cualidad de mi hijo, dar una prueba de sus habilidades, igual como Acab hace de sus guerreros, Tlal de su casta sacerdotal y Alina de la virtud de sus mujeres. Si todo ocurre como creo que ha de ocurrir, no tendrán dudas de que mi quehacer tiene sentido.

- "Pondrá orden en nuestros asuntos -digo con toda mi voz-. Vamos a saber en qué momento es mejor tirar las redes cuando vamos al mar, o subir a las montañas cuando no está la nieve infranqueable, podremos organizar nuestro trabajo en un orden mejor. Sabremos cuando vendrán las lluvias y madurarán las raíces, la llegada y huida del gran ojo brillante del día, su paso por el aire, su mayor intensidad y la mínima. Podremos acabar señalando los tiempos propicios, y los de desgracia para prevenirlos. Ahora os digo: Aquí-comienza-el-tiempo..." frase esta última que me salió un poco afectada, pero de muy adentro, y me escucho seguir

"...en fin, cualquier juego de rocas, cortadas y ubicada en la misma forma en que he puesto las mías. Consultadas en el mismo instante marcarán siempre, pero siempre lo mismo. En estas piedras sólo he copiada la armonía de la naturaleza..."

En los ojos de Alina, la gran madre, veo que ya comprende que mi rutina de dar forma a cada roca es una rutina aparente. Dos de sus mujeres discuten cuchicheando...una de ellas, la bella hija de Acab parece entender lo que digo...sus ojos son dos brasas que parecen como las estrellas... ahora se que sus ojos los he visto antes...en cambio, en los ojos de Acab y Tlal veo la dificultad de mi empresa, los hombres me observan ladinamente, en el fondo creen que soy un inútil...si no sucede como he previsto, dirán que tienen razón ellos y me obligarán a unirme a sus afanes, que no tienen el menor interés para mi. He dedicado a mi trabajo lo que llevo viviendo, y le dedicaré gustoso lo que me queda de existencia...si me dejan. ¿Lo entenderán como lo entiendo?. Tlal y Acab pueden destruir lo que hasta ahora he logrado, y solo yo se a que precio lo he librado de mi mismo...

"Porque la luz proyectada en la sombra a su paso entre las rocas marca cada cambio de la naturaleza, cada nuevo despertar y la llegada de la oscuridad, la ubicación del brillante ojo circular de la noche, cuando es redonda o de las formas que toma, el tiempo en que transcurre cada vez que se hace ojo lleno... observen que son 25 piedras: 24 dispuestas en la forma del gran ojo brillante del día y una gran roca central alargada que la acerca a lo alto...su forma la encontré observando un tronco caído...de pie refleja su forma en cada una de las otras de acuerdo al paso de la gran luz. Cuando ninguna refleja su sombra, es justo el medio día, el instante en que el el gran ojo brillante del día está más alto sobre nosotros. El día y la noche las he dividido en estas 24 piedras: cada una de ellas es una medida de tiempo que transcurre. Vean que las líneas talladas en cada una suman sesenta, y cada vez que la sombra de la roca central oscurece cada línea, transcurre una fracción menor de tiempo. Cuando la sombra oscurece toda la piedra, ha transcurrido una fracción mayor de tiempo. Cuando la sombra oscurece doce piedras, es la mitad del ciclo: comienza la influencia del cielo en el mar, en las siembras. La mitad de mis rocas mide la luz. La otra mitad, mide la oscuridad. De la gran roca central se proyecta en su sombra el tiempo que dura la vida, las intensidades del mundo..."

- "¡Y eso qué!" -gritó una voz enemiga. Respondí:

- "Consultándola, podemos saber el tiempo que transcurre entre el nacimiento y la muerte de las flores, que puede sonar cursi, pero resulta que nosotros no somos menos efímeros que las flores. Nada vivo y bello es jamás permanente. Sabremos cuanto vivimos, lo que se le permite vivir a cada quien..."

¿Qué me importa a mi el Consejo? ¿Qué tengo que ver con ellos? Mi alimento lo tomo del mar o las tierras altas, aquí está todo a mano, y del frío me cubro con mis propias pieles. No necesito más. Sin embargo, si no les convenzo me expulsarán. ¿Lo podrán entender?. Les he dicho todo lo que puedo explicar de mi trabajo, he hablado con pasión, sin dejar un instante la seriedad, sinceramente. ¿Entenderá tal maravilla el Consejo, todo el pueblo, si ni siquiera yo aun se que pasará, si ni siquiera yo mismo se qué he inventado, si solo ahora también voy a saber si funciona este hijo mío con precisión? ¿Cómo explicarles esta torpe explosión de mi interior?

"Mirad donde está el gran ojo del día que brilla sobre vuestras cabezas -digo con autoridad-. Ahora mirad donde está la sombra en mis piedras. En el momento en que la sombra llegue aquí, donde he marcado, ocurrirá lo que he anunciado..."

Y ante todos, como afirmé, cuando la sombra llegó a la línea marcada, comenzó a oscurecerse el gran ojo brillante, y vino la noche al medio día. Y como había calculado, volvió nuevamente la luz junto con la sombra del gran ojo de la noche que cruza escapando de la piedra número doce. No me equivoqué. Sucedió el hecho tal cual hace diez, veinte, treinta años, justo hoy día.

Todos se han puesto muy serios. Son unos niños. Tlal y Acab tienen gestos que solo he visto en los niños: ahora mismo dejan arrastrar sus manos por mis rocas , como si la forma que he tallado en ellas pudieran, por sí solas, explicarles lo que aún yo mismo no entiendo.

Estoy de cierto feliz. Todo ha venido en mi ayuda. Además del ojo de la noche cruzando entre el ojo del día y nosotros, ha ocurrido otro fenómeno que no esperaba. El Consejo, las mujeres, los hombres, todo el pueblo ha visto a Tlal y Acab como se han impresionado cuando pareció encolerizarse el cielo y apareció un relámpago casual. Vino el gran ruido, ancho y largo que rebotó en las rocas como si las bautizara el cielo, un ruido como sería el del mar si se quebrara en dos. Luego se han quedado murmurando sin que nadie más los escuche. Acaso piensan que si supieran cuando ha de repetirse el hecho, podrían utilizar lo que saben para impresionar a los extraños de las tierras más allá de las montañas o a los que vienen del mar...quizás si hasta se les ocurra ir a las islas y aparecer ante las gentes en el momento preciso...

Ahora se han retirado todos a deliberar. Solo los niños juegan a mi alrededor. Estoy conmovido por este instante que no entiendo pero que sé, sin embargo, mío; es algo profundo y callado lo que siento. Observo al grupo y veo a Alina: su mirada ha cambiado y es de franca aprobación. Parecen las mujeres tan silenciosas como nunca antes. Solo se escucha a lo lejos la voz de la hija de Acab que responde con seguridad lo que preguntan algunos, se ve segura, y oh dioses, me ha mirado con esos sus ojos, ¿cómo no me había detenido antes en ellos?... Los hombres discuten. Los ojos de Tlal y Acab pasan continuamente de la minúscula tiranía al susto. Han adoptado su aire falso: miran de costado. Los siento respirar mansedumbre conmigo y ferocidad con los otros del Consejo que tanto han hablado en mi contra. Ya se acercan...traen una sonrisa torpe en sus rostros.

- "Nos parece que la situación se presenta bastante bien para usted, la comunidad cree que merece protección..."

Hipócritas. Ya no les oigo. Podré seguir mi oficio. Cuando pase muchas veces el ojo del día por las cuentas de mis piedras, cuando pasen muchos ojos de la noche, cuando yo y los otros ya no estemos mis rocas que miden el tiempo aún estarán. Quizás si ahora puedo pensar en eternizarme yo mismo y fundirme en esos ojos, que la hija de Acab trae un jarro de agua fresca de la vertiente y se dirige a mi sonriendo...

 

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