Biografía

Joseph Sommariva nació en Chile en 1946. Ha vivido gran parte de su vida en Europa donde obtuvo su título de médico, el cual revalidó en Chile, donde se especializó en cirugía general; luego, en cirugía plástica. Posteriormente, adquiere la especialidad de medicina familiar y comunitaria en la Unión Europea. Ha ejercido estas tres especialidades tanto en Chile como en Europa. También ha incursionado en otros campos del saber con la misma incontenible curiosidad. Vive una parte del año en Suecia, algunos meses en Chile.

Convencido de que la verdadera novela es la que escribimos viviendo todos los días, demoró la publicación de muchos cuentos que, finalmente, se fueron al papelero.

Hoy ha vencido el pudor, y ofrece sus experiencias y fantasías para ser compartidas con quien quiera leerlas en su libro “Aguas de marzo” y otros cuentos que acaba de publicar, autoedición.

 

 

Presentación del libro “Aguas de marzo” y otros cuentos

Joseph Sommariva: el autor y su obra

Lo imagino en un espacioso y gélido patio universitario moscovita, arrojando piedras a una pequeña laguna interior, alejado de sus compañeros que afanosamente repasan sus materias para los exámenes. Ardua y tediosa tarea para ellos.

Dotado de una memoria prodigiosa, Joseph, para envidia de sus condiscípulos, nunca necesitó hacer ese ejercicio. Obtuvo las mejores calificaciones y una vez que recibió su título de médico cirujano comenzó a ejercer la profesión con señalado éxito.

Construir cohetes con su vecino y otros amigos antes de los diez años, tener reuniones casi infantiles para hablar de Einstein y tratar de inventar combustibles para naves, aunque exploten algunos tubos fluorescentes, algo significa.

Pero no todo fue miel sobre hojuelas, ya profesional también debió sortear el síndrome de la primera vez, médicamente hablando. Si lo supiera la primera embarazada a la que debió auscultar y trajinar. Ya lo contará él, y de seguro les interesará.

Pruebas al canto, este volumen de cuentos cortos en el que plasma algunas de sus experiencias de vida llevándonos en un recorrido atemporal y fascinante a la esencia misma de sus vivencias, juveniles y maduras, en un extenso periplo por el mundo.

Cuánta curiosidad despierta en el lector el relato, con un suspenso cautivante, titulado “Tic tac, tic tac”.

Con reminiscencias de un pasado de rebeldía que hoy percibe como pesadillas, literariamente se aproxima a una atmósfera kafkiana: cambiante, aunque no absurda, sí angustiante, fantasmagórica, pero ciertamente opresiva, tanto que deviene en pesadillas.

Es posible que Joseph, al igual que Kafka, se haya enamorado tres veces, o más, pero igual que el insigne checo rehuyó las mismas veces a la opción matrimonial. Un acierto, podemos afirmar, ya que final, creemos, se casó con la literatura.

“Aguas de marzo”, magnífica simbiosis literaria entre narrar vivencias gratificantes y engarzarlas con una seria advertencia sobre el flagelo del sida. Sin abandonar, sin embargo, ese halo de sensualidad y erotismo que pincela todo el relato y que se visualiza al imaginarnos a Magaly, seduciendo con su cuerpo y con su voz.

No sólo eso, hay astucia narrativa en un plano biespacial, aunque no bitemporal, en la descripción del avance inexorable y microscópico de los causantes de la tragedia del siglo. El virus “necio” ─según explicación personal de Joseph─ ya que termina matando a su anfitrión al hacer ineficiente su sistema inmunológico, como ocurre con Patricio.

Y qué decir del divertido y sarcástico caso de “El masturbador de Figueres”. ¿Por qué ha de ser privilegio solo de Dalí plasmar su simbología en esta obra? No, señor, onanismo más u onanismo menos la imaginación vuela hacia los años imberbes del protagonista. ¿Excelente memoria del autor? Suponemos.

Siguiendo con su ir y venir en el tiempo, nos traslada a la casa familiar, con padre ausente pero madre, hermano y tía presentes. “La tía” precisamente, aquella extraña, aunque muy a su pesar divertida mujer, es el personaje propicio para descripciones limpias y evocadoras de situaciones muy sugerentes. Aunque ocultas hasta hoy, por impropias de sobrinos, pero esa tía lo valía.

Conocedor de mundo, Sommariva, chileno de nacimiento, regresa constantemente a su patria y en lugar de amargarse por las falencias físicas y culturales que se perciben aún, nos regala el mejor de sus deseos patrios en el relato “Diego Porvenir”. ¿Premonición, sarcasmo, buenos deseos, antítesis? El lector decide.

La magia de la literatura nos traslada de modo instantáneo nuevamente a Moscú, para entregarnos un relato pleno de nostalgias universitarias, “Desde mi kómnata”. La anécdota del joven negro enmascara sutilmente los cuestionamientos de Joseph sobre sus propias capacidades profesionales. El fortuito encuentro posterior con el colega africano informa inequívocamente de su triunfo sobre “la repugnancia de la sangre” y, de paso, que el accidentado de la universidad goza de buena salud.

En un plano similar, aunque con más tiempo trascurrido (“ya no soy tan joven”, confiesa el autor) nos ofrece el intrigante caso del rubicundo Tony, émulo de un personaje de Hitchcock o fiel copia del doctor Jekill. Agreguemos su indefinible inclinación sexual junto a su afición a la bebida, características magistralmente expresadas, para dudar de su inexistencia. El bello entorno físico de la Universidad de Umeå y la participación del “enigmático” “lápiz espía” complementan este sabroso, aunque finalmente trágico, guiso literario.

Para refrescar tensiones, “El DC 3 y las grullas”. Imaginación desbordante acicateada por una escuadrilla de grullas y por nostalgias aéreas. El avión, desmontado, fue trasladado por tierra a Karlsborg, reza un letrero. Claro, pero el autor sabe exactamente lo que pasó.

Emoción, conflicto, diversión, dedicación profesional, mujeres hermosas, naturaleza agreste y fortificante, amor filial, peligro, amistad, sobrevivencia y muchos otros ingredientes que, sumados, forman parte de la esencia de la vida se plasman en “Semilla de tamarugo”.

El desierto de Atacama y la Pampa del Tamarugal ofrecen el duro escenario donde se ablandan los sentimientos humanos. Entregado de lleno a su labor profesional el joven médico de una salitrera se enfrenta al sentimiento natural de un infante mostrando, con dificultad, una reacción paternal controlada.

Y eso no es todo, más pruebas para la humanización. Aunque tocado por sucesos políticos que de algún modo afectaron la vida de nuestro personaje médico, en su actuar no se perciben rasgos de rencor, más bien se aprecia una sabia resignación conciliadora ante circunstancias que, en su origen, estuvieron fuera de su dependencia.

Ahora, pasemos “Un día en el pueblo” para constatar la agudeza narrativa que le permite al autor captar la esencia de situaciones aparentemente triviales, como la jocosa experiencia que deviene luego de un rutinario examen de próstata.

Así, con una imaginación y fantasía desbordantes, aprovisionada por mil recuerdos de situaciones reales y sostenida fuertemente con rigurosidad científica y sabiduría humana, Joseph nos entrega su regalo.

Santiago, Chile
Enero, 2010

Gustavo Querelle R.
Periodista