Te
necesito, compañera. ¿Por qué me abandonaste?
¿Por qué no me percaté que me dejabas?
¿A quién perteneces ahora? ¿Quién
besa tu labio oloroso? ¿Quién acaricia tu
cuerpo abundante? ¿A quién entregas tu forma,
tu calor, tu fragancia? Si regresas a mí, te prometo
nunca más ponerte en mi bolsillo de perro; te llenaré
cada noche del mejor tabaco y te encenderé mil veces
para ir suavemente, lentamente, chupando tu humo dulcísimo.
Teresa Pérez
|