Mencionaron
que lo habían visto venir, que en lejanas comarcas lo acogían,
que su palabra hacía brotar lágrimas de los ojos de
las mujeres y perplejidad culpable en el corazón de los hombres.
Yo no lo había visto ni escuchado. La sombra del extranjero
se le adelantaba provocando un murmullo como de fuego sobre pasto
seco, como de viento sobre hojas secas
Otros creyeron
ver signos en el cielo, otros creyeron ver una efigie en las entrañas
abiertas de los pájaros, una escritura en las hojas de té
en el fondo de las tazas, en la urdimbre de líneas en las palmas
de los más ancianos
Otros decían
que desde el comienzo mismo de los nombres cuyo origen está
perdido había una promesa de días plenos pendiente sobre
la tierra
Pero nada
ha cambiado. Un viajero pasó entre nosotros predicando cosas
incomprensibles, hará cosa de dos años.