La
estación de las alondras dejando
de susurrar entre los cables de teléfono, haciendo florecer y cantar
las llamadas de persona a persona, dejando de susurrar en el background
de las voces femeninas, cuando responden, en cualquier idioma, o cantan
al otro lado de la línea. Los hombres más satisfechos son los más improductivos.
Por el momento nos encontramos avocados a la descripcion de asuntos
muy particulares. ¡Que le vamos a hacer! Ni el mundo ni la historia
los inventamos nosotros Todo el desmelenado y envejeciente viajar que
elaboramos como una araña o un caracol. Pasa en estos momentos un joven
flaco, de edad imprecisa y fumando. Mientras la tarde se arquea como
el lomo de un gato blanco, que toma la naranja del mundo y que muerde
fuerte. Como una imaginaria boca levanto esas faldas amplias y sedosas.
Bajo tus medias violeta tirando a rosa, de pésimo gusto, y te muerdo
el sexo delgado, lleno de un suave vello, el otro extremo, la razón
de tu boca Lograbas anular la dimensión de tu pobre cerebro siempre
dispuesto a levantar el vuelo, asediado por el entramado frágil de la
esquelética del cuerpo. Enjaulado en las viejas consejas familiares
sobre el CABALLERO BLANCO. Y por el gusto del sexo, el tedio, la inclinación
al sobresueño Como una mariposa con alas de terciopelo pesado se levanta
el ingenio de tu risa y la voracidad de tus dedos y tus ojos. Aquí,
en estas latitudes, la frustración nos vuelve consumidores: cuántas
cajetillas de cigarrillos y cuantas tazas de café se estrellaron contra
mi hígado y mis pulmones junto a los jugos de tu inexpresable concha,
haciendo tambalearse la firme trabazón metódica del orden revolucionario
mundial, desigual y combinado. Como un florecimiento de rostros y de
brazos que irrumpen en el departamento de la llamada VIDA INTERIOR Un
enjambre de papel ensangrentado y litografiado nos agrede y nos hace
vacilar en la esquina, cuando ya vamos caminando tambaleados por el
tabaco y el alcohol, y los ensueños sobre los que reinas como una Greta
Garbo en los celuloides de los años veinte, incuestionada e incuestionable,
levantando el blanco muslo orlado de una liga negra debajo de los vuelos
de una faldita negra de can-can Sean tu silueta y rostro publicitarios
publicitando unos sostenes y unos vestidos, el tacón erecto del zapato,
el sombrero de copa y el pelo de platino, como una vela instalada en
la noche en medio de un potrero, que atrae e incendia a todos los insectos
de la televisión y los anhelos ocultos (no tan sólo nuestros), que sofoca
y opaca las revoluciones y los humanismos, que relativiza y conforma
las estéticas y epistemologías. Con una expresión azorada de los ojos,
una bajada de pestaña. Una frase cortita en mal francés.