Jorge Etcheverry
Homenaje a Greta Garbo
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La estación de las alondras dejando de susurrar entre los cables de teléfono, haciendo florecer y cantar las llamadas de persona a persona, dejando de susurrar en el background de las voces femeninas, cuando responden, en cualquier idioma, o cantan al otro lado de la línea. Los hombres más satisfechos son los más improductivos. Por el momento nos encontramos avocados a la descripcion de asuntos muy particulares. ¡Que le vamos a hacer! Ni el mundo ni la historia los inventamos nosotros Todo el desmelenado y envejeciente viajar que elaboramos como una araña o un caracol. Pasa en estos momentos un joven flaco, de edad imprecisa y fumando. Mientras la tarde se arquea como el lomo de un gato blanco, que toma la naranja del mundo y que muerde fuerte. Como una imaginaria boca levanto esas faldas amplias y sedosas. Bajo tus medias violeta tirando a rosa, de pésimo gusto, y te muerdo el sexo delgado, lleno de un suave vello, el otro extremo, la razón de tu boca Lograbas anular la dimensión de tu pobre cerebro siempre dispuesto a levantar el vuelo, asediado por el entramado frágil de la esquelética del cuerpo. Enjaulado en las viejas consejas familiares sobre el CABALLERO BLANCO. Y por el gusto del sexo, el tedio, la inclinación al sobresueño Como una mariposa con alas de terciopelo pesado se levanta el ingenio de tu risa y la voracidad de tus dedos y tus ojos. Aquí, en estas latitudes, la frustración nos vuelve consumidores: cuántas cajetillas de cigarrillos y cuantas tazas de café se estrellaron contra mi hígado y mis pulmones junto a los jugos de tu inexpresable concha, haciendo tambalearse la firme trabazón metódica del orden revolucionario mundial, desigual y combinado. Como un florecimiento de rostros y de brazos que irrumpen en el departamento de la llamada VIDA INTERIOR Un enjambre de papel ensangrentado y litografiado nos agrede y nos hace vacilar en la esquina, cuando ya vamos caminando tambaleados por el tabaco y el alcohol, y los ensueños sobre los que reinas como una Greta Garbo en los celuloides de los años veinte, incuestionada e incuestionable, levantando el blanco muslo orlado de una liga negra debajo de los vuelos de una faldita negra de can-can Sean tu silueta y rostro publicitarios publicitando unos sostenes y unos vestidos, el tacón erecto del zapato, el sombrero de copa y el pelo de platino, como una vela instalada en la noche en medio de un potrero, que atrae e incendia a todos los insectos de la televisión y los anhelos ocultos (no tan sólo nuestros), que sofoca y opaca las revoluciones y los humanismos, que relativiza y conforma las estéticas y epistemologías. Con una expresión azorada de los ojos, una bajada de pestaña. Una frase cortita en mal francés.

 

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