Estela Socias Muñoz |
El libro de su autoría “Las aventuras del club Hilario” fue distinguido por el Consejo Nacional del Libro y la Lectura, con la adquisición de ejemplares para bibliotecas públicas del país. En noviembre de 2003, fue nombrada Presidenta de la “Academia Chilena de Literatura Infantil y Juvenil, ACHLI”. Desde el año 2000, que es miembro de la Sociedad de Escritores de Chile (SECh) donde recientemente fue elegida Directora y nombrada “Coordinadora de Literatura Infantil-Juvenil”. Nombrada directora de la Sociedad de Escritores de Chile año 2006, a cargo de relaciones nacionales. Ha incursionado en el género de la novela con “Memorias de la casa vieja” y “El secreto de mis rejas”, cuya trama se desarrolla en el ámbito familiar dejando a los lectores sensaciones de amor, paz, tranquilidad, además de la certeza de lo importante que es “la familia” en la vida del ser humano. Premio Revista Libro El mercurio “Las mejores historias para ser contadas”, 2000. Evaluadora de Fondart 2008 en sus dos etapas en la categoria "Obras Infantiles". Jurado en concursos de Literatura Infantil organizados durante el año 2008 por la Hermandad de la Costa. Exponente de ponencias sobre textos infantilies y referentes al libro albúm en Congresos realizados en España (agosto) y Brasil (Octubre), 2008. Partipación en jornadas educacionales en la 28ª Feria Internacional del Libro de Santiago, Noviembre 2008. Jurado del 3er Concurso de Cuentos Ambientales de Conama, Diciembre 2008. El libro de su autoría “Los zapatos de mi abuelo Pancho” fue distinguido por el Consejo Nacional del Libro y la Lectura, con la adquisición de 300 ejemplares para bibliotecas públicas del país.
Cuento infantil Donde las estrellas duermen durante el día, donde el sol descansa al llegar la noche, donde brilla una luz de cien colores que gira, se encuentra un lugar hermoso y lejano al que todas las noches Juanito y Pedro le pedían un deseo, poder vivir allí un día. Los años habían pasado y la tierra se había convertido en un lugar oscuro y sombrío por el descuido y el maltrato del hombre. Las calles estaban llenas de basura, los edificios se habían caído, el cielo había perdido su azulado color bajo la capa del smog y las personas habían olvidado el sonreír a causa del egoísmo y la obsesión por el trabajo. Por suerte, los padres de Pedro y Juan habían mantenido su alegría y su visión de una familia unida por lo que también día a día planificaban la forma de huir de aquel horrible lugar en el que se había convertido su planeta. Una noche que Ricardo, el papá de estos lindos niños dormía plácidamente, tuvo un sueño alumbrador. Se vio a él, su familia y algunos amigos que tampoco habían perdido las ganas de vivir, viajando en una enorme nube hacia un planeta lejano, donde el sol brillaba diariamente y mantenía su bello color. Vio árboles floridos, ríos llenos de agua, a niños jugando y encantadoras casitas construidas sobre enormes praderas pintadas sobre los más diversos tonos verdes. Despertó eufórico y de un sólo salto se levantó de su cama y gritó: Nos vamos. ¿Qué te sucede? le preguntó Paula, su esposa. Mi amor, conocí un lugar maravilloso y apenas esté todo listo nos iremos de aquí. No quiero que mis hijos crezcan en medio de esta tristeza. No podían creer tanta belleza. El lugar era un paraíso hermoso. El aire estaba limpio, los campos llenos de árboles, extraños animalitos corriendo por todas partes y pequeñas casitas creadas por la erosión de los suelos. La vida allí era hermosa. Nadie podía más de tanta felicidad. Eran veinte familias completas que olvidaron la palabra fealdad. El único que a ratos estaba triste era Lucas. Se sentía bien con sus nuevos amigos, pero echaba de menos a alguien de su especie con quien poder jugar. El destino no podía ser tan cruel con un ser tan bueno. Un día, apareció entre medio de los árboles una bella dragoncita, llamada Berta, que también buscaba un nuevo hogar. Lucas estaba feliz al igual que los niños, ahora sentían que sus vidas estaban completas y que todos vivirían por siempre para jugar y jugar.
Cuento infantil En una comarca muy lejana, donde el día era más largo que la noche, habitaban unos ositos muy traviesos, a que les gustaba mucho hacer bromas que a veces dañaban a los demás ositos, a quienes sólo les gustaba jugar y compartir con sus amigas y amiguitos. Pero un día nació un lindo osito con unos ojos negros que asombraron a todos los que lo vieron nacer, porque desde un principio permanecieron muy abiertos y miraban todo lo que les rodeaba. Poco a poco se fue familiarizando con los lugares y con todos los demás ositos que vivían en ese lugar. Los padres le pusieron a su lindo osito Puchi, quien cada día se hacía amigo de todos los habitantes de la comarca. Poco a poco se fue dando cuenta que como en todas partes, había un grupo de ositos envidiosos, traviesos y que muchas veces, con sus comportamientos, hacían mucho daño a los que sólo se comportaban como pequeños juguetones. Como nuestro querido Puchi era muy popular, fue invitado por los ositos traviesos para que se uniera a su grupo, pero nuestro amigo les hizo darse cuenta que si bien él quería ser amigo de todos no compartía sus juegos. Desde ese momento le pusieron Puchi, el osito miedoso. Cierto día, en que Puchi se encontraba en la escuela de nombre “Jardín Osito“, vio a una hermosa osita un poco tímida y que se encontraba solita en un rincón del patio; se acercó a ella y le preguntó, “¿cómo te llamas?”. “Lotita”, le respondió. “¡Qué lindo nombre!”, le dijo Puchi. “Y tú, ¿cómo te llamas?”. “Puchi”. De pronto, Lotita se puso a correr por el patio, saltaba por los asientos y se reía al realizar todos estos juegos ante la mirada atónita de Puchi. Ella lo invito a unirse a su juego; Puchi abrió sus grandes ojos, y muy asustado le dijo que él prefería mirarla cómo se divertía. “No seas miedoso, juega conmigo, yo no hago daño a nadie”, le dijo Lotita. Puchi, no de muy buen agrado lo hizo, pero cuando habían pasado algunos minutos pudo darse cuenta que ella era diferente y que sólo le gustaba divertirse. Cada día que pasaba su amistad crecía y ya no se separaban; no sólo jugaban sino que planeaban cómo poder ayudar a tantos ositos que eran atacados constantemente por los ositos traviesos. Una tarde, en que regresaban a sus casas, escucharon los llantos de una osita; su sorpresa fue muy grande cuando se dieron cuenta que los osos traviesos se estaban riendo de ella porque era un poco gordita. Cuando vieron que los osos traviesos se habían retirado del lugar se acercaron a ella. “Osita, ¿cómo te llamas y por qué lloras?”. “Me llamo Molly y estoy llorando porque esos osos se reían de mí”. Puchi y Lotita le dijeron si querían formar parte de su grupo y que juntos podían hacer grandes cosas y divertirse sanamente. Fue así que los tres amigos se fueron cantando tomados de la mano a la plaza que estaba muy cerca, y decidieron limpiarla, regarla y pintar los asientos que se encontraban tan feos. Habían terminado su trabajo, la plaza relucía. Desde lejos los osos traviesos miraban todo lo que había hecho el miedoso de Puchi con sus amigas y decidieron acercarse para ver qué podían hacer para ponerlos tristes. Puchi había pintado los bancos con una pintura muy fuerte y que costaba secarse, pero los osos traviesos no sabían y se decidieron sentarse para planear cuál sería su fechoría para que Puchi y sus amigas no se sintieran tan felices. Pero, ¿saben lo que pasó?. Cuando los osos traviesos quisieron pararse no pudieron y empezaron a pedir auxilio. “¡Auxilio, auxilio!”, gritaban. “Puchi, ayúdanos, que no nos podemos parar”. El momento de la lección había llegado; Puchi se acercó con sus dos amigas, Lotita y Molly, y les prometieron ayuda, siempre y cuando ellos se comprometieran que nunca más harían cosas que hicieran daño a otros osos, y que desde ese momento se unirían todos con el único fin de divertirse como pequeños y hacer el bien. El pacto había quedado sellado, nunca mas harían cosas que pudieran perjudicar a otros. Al día siguiente, la comarca era la más bella, de todas la habitadas por osos, era la más limpia, rodeada de parques para jugar, donde todo estaba en buen estado, porque este grupo de amigos se encargaba de cuidarla. Y saben, nunca más nadie se burló ni hizo travesuras que hicieran daño a otros osos. Puchi y Lotita se sentían felices, no sólo por haber logrado que se unieran todos, sino porque Molly pasó a ser la preferida de los osos traviesos, y eso la hizo adelgazar: cada día era más bonita y fue coronada como la reina de la Comarca. Puchi y Lotita crecían juntos y se hacían cada vez más inseparables, el tiempo diría, qué les tenía preparado el destino. Y OSEANDO Y OSEANDO ESTE CUENTO SE ESTA ACABANDO. |