Sobre
fronteras, límites e identidades |
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Por
Víctor Bórquez Núñez
Si bien la literatura actual establece nuevos escenarios, se hace cada vez más necesaria la definición de aquello que entenderemos por identidades: no solo es el espacio regional, sino también la ampliación al tema del género, la representación sexual, el proceso de lo étnico y el sentido de la comunidad. No obstante, continúa presente el problema de querer definir el tema del límite, en el concepto arcaico de frontera, barrera o diferencia artificialmente establecida.
¿Podemos entonces referirnos con entera exactitud de entidad identificable en el ámbito literario? Si nos apegamos al concepto tradicional establecido por Stuart Hall, éste señala que identidad cultural es un “devenir” y un “ser”. No es algo preexistente, sino que producto de continuos cambios, mutaciones y transformaciones relacionadas al juego continuo de la historia, la cultura y el poder. Así entonces, el tema de la identidad es un artificio, un artilugio, un simple intento por tratar de definir y delimitar una determinada identidad, con lo cual el ser humano está inevitablemente obligado a pensar en un simple constructo, reductivo, peligrosamente deformado y clasificatorio. Con esto caemos en el peligro inminente de generar un discurso a todas luces autoritario, que elimina o deforma la diversidad, implantando entonces en el seno de la creación humana, la literatura en este caso, la molesta reducción. Así, hablamos de “literatura chilena” y la circunscribimos no solamente a un espacio geopolítico predeterminado, sino que le asignamos ciertas peculiaridades que ésta deberá poseer, de lo contrario, se excluye. En esta suerte de mapa predeterminado, nace la necesidad de crear espacios de pertenencia, todos los cuales imponen límites, fronteras y nace la larva de la exclusión: lo que está ‘contenido’ y lo que está fuera del ‘continente’. Detrás
de este discurso, de esta línea de pensamiento, resulta entonces
más que sospechoso definir “tipos de literaturas”, enmarcarlas dentro
de identidades preconcebidas, por cuanto las literaturas regionales
caen dentro del esquema, dentro de los principios de jerarquía y
de exclusión construidos a partir del cual han de responder a un
proyecto cultural específico. Las
nuevas identidades se delimitan ahora –aunque nos cueste asumirlo-
a partir de nuevas miradas, de nuevas sensibilidades, de otro tipo
de acercamiento, donde lo regional, lo propio, lo tuyo y lo nuestro
se confunden en una sola amalgama y los motivos, los textos y las
propuestas se confabulan para, parafraseando lo ya conocido, hacer
de este mundo apenas sino un pañuelo.
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