Por
Adriana Lassel
Sergio
Macías es un escritor chileno que vive en el extranjero, en un exilio
involuntario al comienzo y voluntario después de radicarse en España
en la década de los años ochenta. Ha escrito una larga obra literaria,
donde destaca la poesía, además de monografías, ensayos y una novela,
“El sueño europeo”. Su primer libro “Las manos del leñador” aparece
en Chile en 1969; el último “Cantos para Altazor” es de 2012, Chile.
Uno
de los aspectos de su creatividad es, por una parte, su acercamiento
a la cultura literaria arábigo-andaluza, como la poesía de los lejanos
Al-Mutamid e Ibn Zeydun que conocieron también el destierro y el
desarraigo. Por otra parte, ha mantenido durante años un interés
por los actuales países árabes, como Marruecos e Irak. Una de sus
obras se llama “Tetuán en los sueños de un andino” España, 1989
y en 1988 se publicó en árabe, en Bagdad “Crónica de un latinoamericano
sobre Bagdad y otros lugares encantados” (Cuesta pensar que esta
obra poética se refiere a un país destruido por los acontecimientos
de guerra y terrorismo de los últimos años).
En
“El sueño europeo” (Cesoc ediciones. Santiago, Chile. 1994) destaca
la idea de que la emigración actual hacia Europa está lejos de ser
un sueño fácil o un sueño colmado. Todos los demonios de la pobreza,
el rechazo, el racismo o la persecución policial acechan al recién
llegado. Triunfar dentro de ese medio es posible, pero no siempre
seguro.
La
novela cuenta dos vidas paralelas, la de un chileno y la de un marroquí.
Los dos protagonistas tienen algo en común: ambos son emigrantes
en Madrid. Pedro, el chileno, debió salir por razones políticas;
el otro, Nasir, por razones económicas. Sin embargo, hay algo más
que ese azar que los junta en el mismo departamento de la capital
de España, ambos vienen de países del tercer mundo donde existen
“campesinos de allá y de acá con manos encallecidas de tanto trabajar
la tierra. Unos y otros con olor a estiércol, a chilabas polvorientas,
a burros o a ponchos húmedos que despiden esa fragancia a lluvia
mezclada con el polvo del trigo o del maíz” (OpCit.p.116)
El
lenguaje de Macías, dúctil y apropiado a las situaciones se hace
poético e impregnado de símbolos e imágenes cuando el amor se enlaza
en las historias o en el contexto físico de los protagonistas: “un
viento asmático recorrió ese mismo día las calles de Tetuán y también
la noche en que Nasir soñaba con un ángel que tenía el rostro de
la pureza y el cuerpo del pecado. Noche que en Tetuán reinó el frío
que hizo congelar las charcas y algunos insectos que trataron de
salvarse hacia la luz de los luceros” (OpCit.p.33)
Pero
la prosa se vuelve sobria y crítica cuando se refiere a hechos sociales
o económicos que por un lado han impulsado al exilio y por el otro,
han hecho de éste una tragedia, envolviendo en la misma túnica de
muerte a los desposeídos de la tierra, sea en el país expulsor como
en el receptor. Es el caso de anécdotas sacadas de la realidad que
saltan a la novela, como aquella de las pateras clandestinas y nocturnas
que se agolpan en el Estrecho, a las puertas de España, con su carga
de desesperados africanos en busca de la ilusión. O aquella otra
del asesinato de una dominicana por extremistas que, con el rostro
cubierto, penetraron al lugar donde vivían hacinados gran número
de inmigrantes.
Es también digno de señalar en esta novela del poeta Sergio Macías
el poder evocador de sus descripciones en los variados ambientes
que nos pinta. Chile, con su sabor a tierra y a campo “Crecí viendo
irse el agua por la tierra. Así crecí yo, con el oído pegado a las
raíces, escuchando a las chicharras, los grillos, los gusanos” (
Op Cit.p. 101). O bien, la Alemania del exilio “Nosotros con la
Gertrudis empezamos a languidecer envueltos en el viento frío, en
días permanentemente nublados, horas de nieve interminable sobre
calles solitarias, meses de aburrimiento y de cansancio inevitable
que nos hacía estar a veces ausentes de toda alegría”(Op Cit.p.121)
O por último, la evocación del Oriente árabe con el que todos hemos
impregnado nuestra imaginación infantil, gracias en parte al patrimonio
de cuentos de Las Mil y Una Noches, que en la novela está presenta
en boca de Nasir. Y junto a todos esos mundos, las magníficas descripciones
del Madrid de los marginados.
Entre
todos los temas del exilio, el esfuerzo de sobrevivencia, la soledad,
el contexto a veces hostil, sobresale indudablemente, el tema de
la nostalgia que en esta novela no es simple retórica, porque este
concepto significa la ausencia de todo lo que el emigrante es. Pedro
repetía siempre a su hijo Eulogio que” la patria es la lengua, la
cultura, las tradiciones, las costumbres, nuestras leyendas, el
paisaje con sus raíces, todo lo que nos ha dado una forma de vida
que nunca se olvida”.
Cuando
todo aquello falta, en un exilio que se alarga y se alimenta de
recuerdos e imágenes, puede ocurrir que un día no se pueda más y
se decide retornar. Es el caso de Gertrudis, la compañera de Pedro
que “así como no pudo permanecer más en Alemania, ya que no le gustaba
esa soledad que recorría las calles metiéndose por todas partes
…así ella se sintió ahogada en Madrid” (Op Cit.p.145)
Pero
el regreso al país puede resultar un cambio brutal de la medalla.
No en vano el exiliado transporta en sí una vieja imagen, condimentada
con “ilusas” esperanzas. Para Pedro, el país había cambiado. Para
Eulogio, que inició su destierro en los años de infancia, el país
de origen es un descubrimiento decepcionante: “…no podía comparar
residir en el centro de Madrid, a un paso de toda la movida madrileña,
que vivir en la capital chilena, incluso al lado del cerro Santa
Lucía asfixiándose con la contaminación, a menos que se fuera a
radicar en el corazón del barrio alto que cada vez más se acercaba
a la cordillera, donde la burguesía chilena se deleita en conversa
de sus apellidos, de política, de sus viajes al extranjero, de libros,
de música, de pintura, y de sus negocios agrícolas y bancarios,
mientras las mujeres muy independientes administran las boutiques
de la Avenida Providencia o del centro comercial de Las Condes”
(Op Cit.p.173)
Cuando
el retornado se enfrenta a una realidad que ya no es la suya, su
propio bagaje de recuerdos se convierte en una maleta de cartón
llena de viejos trapos de color rosa: el exilio nostálgico se ha
trizado.
Finalmente,
Pedro regresará a su país junto a Gertrudis, pero los jóvenes, Eulogio
y Nasir, deciden desenvolver sus existencias en España, porque ésta
se ha adentrado en el corazón, y porque allí, mal que mal, algunos
pueden cumplir el sueño europeo.
Aunque
esta novela apareció en 1994, el asunto resulta dramáticamente actual
al esbozar una de las problemáticas de nuestro tiempo, la emigración.
Queda demostrado, una vez más, que la obra literaria puede enfocar
con acierto y agudeza la realidad en la que se debate la humanidad.
Algunos pueden cumplir el sueño europeo
Adriana Lassel. Argel, febrero 2015