Por
Reynaldo Lacámara
Afortunadamente
Chile es un país en el que se lee poco. Sí, leyeron bien, dije…
afortunadamente. Planteo lo anterior desde la posibilidad que nos
abre ese diagnóstico como desafío y no como problema, aunque también
lo es -qué duda cabe- pero insisto en que como desafío es muchísimo
más cuestionador que como problema.
Desde luego sería mucho más agradable partir con noticias alentadoras
en esta área para Chile, pero lamentablemente, no las tenemos, si
bien el problema parece tener dimensiones globales, en nuestro país
hay particularidades que exacerban más el problema de la no lectura
y sobre todo la falta de comprensión de ella, es decir, la mayoría
de la gente cuando llega a leer algo no sabe exactamente lo que
leyó o no comprende su sentido, esto también incluye textos o mensajes
más bien primarios ( de una resolución comprensiva muchísimo menos
exigente), enviados desde los medios masivos, la televisión en particular,
que no son comprendidos o son comprendidos a medias por el grueso
de la gente.
Reconocemos los esfuerzos del Gobierno y en particular del Ministerio
de Cultura en materia de infraestructura; existen más salas de teatro,
orquestas juveniles, más bibliotecas, mejoras en la red computacional,
hoy se editan más libros y se crean más películas, y también se
destinan recursos a los proyectos concursables, Fondart y Fomento
del Libro, asimismo existe la dedicación del Ministerio de Cultura
para el fomento y la comprensión de la lectura a través del programa
: Lee, Chile,lee.
“La lectura es profundamente evolutiva-nos recuerda Michel Peroni-
no sigue recorridos lineales, no se es lector o no lector debn la
misma manera durante toda la vida. La lectura es reactiva, siempre
está en las necesidades de construcción de uno mismo, siempre está
pensada como una forma de ida y regreso de uno mismo con los otros”-
por tanto tenemos oportunidad- . Estudios e investigaciones realizadas
en Francia así lo demuestran.
Se trata entonces en primer término, y de una vez por todas, de
ubicarnos en el escenario real de este tema. Hemos gastado dinero,
tiempo y capacidades para tratar de entender ¿por qué? nuestro pueblo
no lee y desde diversos registros de la cultura en general hemos
obtenido respuestas de la más variada gama y calidad de no menos
sesudos analistas. La pregunta y las respuestas ya han sido conocidas
y reconocidas de manera generosa y mediática, por no decir hasta
el agotamiento de las mismas.
Creo que ha llegado el momento de cambiar la pregunta. Es perentorio
en este momento del desarrollo de la humanidad y de Chile en lo
específico aclarar y aclararnos: ¿para qué? queremos que nuestra
gente tenga un acceso más cotidiano y cordial a la palabra escrita.
La respuesta no es tan fácil como pudiera parecer. En ella es necesario
incluir y postular una cierta antropología transformadora de nuestro
ser nacional. Es decir el fomento de la lectura es un punto que
supera por mucho la elevación porcentual o cuantitativa de los índices
de medición. Estamos por sobre todo ante la posibilidad cierta de
solucionar problemas de carácter estructural en nuestra sociedad
si logramos con atrevimiento, con honestidad y calidad de propuestas
acercar la lectura en general y el libro en particular a la mayor
cantidad posible de destinatarios, pero no sin antes renovar las
estrategias gubernamentales y privadas en orden al objetivo común.
No se trata de seguir con el tono y el argumento lacrimógeno, cómodo
por lo demás, de que en Chile nadie lee…necesitamos osadía en nuestros
planteamientos teóricos y creatividad de vanguardia en los proyectos
que deseamos implementar. En los dos puntos anteriores todos hemos
fallado. No basta con regalar libros o implementar bibliotecas públicas
por doquier, si detrás de aquello no hay una propuesta clara y transformadora
relacionada con qué tipo de ciudadano y qué tipo de país queremos
protagonizar como resultado del encuentro en la palabra. El “Logos”
para los griegos era el principio y el sustento de la realidad,
sin él nada podía venir a la existencia ni menos, por supuesto,
sostenerse en ella. Sería bueno recordarlo más a menudo.
Es aquí entonces donde el aporte sustantivo de los escritores se
hace necesario, por su vocación innata en el tema.
Los escritores tenemos una deuda grande en relación a los bajos
índices de lectura que con tanta facilidad se citan. Pareciera que
nuestra creatividad se acota al texto, pero no abarca la difusión
ni la propuesta de lo creado en claves renovadas capaces de atraer
al lector. Aclaro que no pretendo sostener que el escritor deba
convertirse en una especie de Clown literario, pero tampoco creo
que aportemos mucho al fomento de la lectura con actitudes tan recoletas
que no hacen sino ahondar el abismo arquetípico entre el lector
y el autor.
Necesitamos de manera urgente renovarnos no sólo en el orden temático
de nuestras obras, sino por sobre todo en el orden propositivo de
las mismas. Esto significa una búsqueda directa y sin imposturas
del lector ahí donde se encuentra que generalmente no son los cenáculos
literarios de retro alimentación en que nos solemos
cobijar y de los cuales me reconozco un afortunado contertulio.
Precisamente por eso me siento autorizado a plantear la necesidad
de abandonarlos de vez en cuando para ir al encuentro del peatón
en: las municipalidades, los colegios, las organizaciones vecinales,
las universidades, etcétera, para convertir a ese peatón en lector.
No hay que esperar a que nos inviten…hay que hacerse invitar y si
los espacios para este encuentro no existen hay que exigirlos o
crearlos, así de simple y de concreto.
¿En qué estamos los escritores chilenos? ¿Qué estamos haciendo?
¿Qué proponemos?
Estoy en condiciones de contarles algunas de las actividades que
desarrollamos por el fomento a la lectura y la aproximación de los
libros a la gente.
Trabajamos directamente con distintas municipalidades, en talleres
escolares, talleres para la gente con menos recursos y también para
la tercera edad. Trabajamos en el desarrollo de programas de literatura,
y, hemos organizado en común Ferias del Libro. Quiero mencionar
algunos de los municipios con los que hemos trabajado este año:
Maipú, Peñalolén, Ñuñoa, Providencia, El Bosque, San Bernardo, Cerro
Navia, La Ligua, Las Condes, Vicuña, Linares.
Sabemos, sin embargo, que este trabajo con los municipios depende
mucho de la visión que cada alcalde tenga sobre el desarrollo en
su comuna, creemos que no todos los ediles comprenden la profundidad
y la importancia de este tema en el mejoramiento de la calidad de
vida de su gente.
Finalmente considero indispensable que los editores asuman también,
como parte de sus políticas de gestión editorial, los desafíos que
he esbozado brevemente.
Si los escritores tenemos una deuda grande, como ya he mencionado,
la de los editores no es menor tampoco.
Creatividad, atrevimiento y por sobre todo una conciencia clara
de el rol social y cultural que cumplen los editores son la base
de su aporte en la solución del desafío común y perentorio. Lo anterior
no excluye la orientación comercial legítima y necesaria que debe
estar presente en su gestión global como editores, pero tampoco
significa que la acentuación unívoca de este aspecto sea muchas
veces su carta de presentación ante los autores y lectores.
En definitiva, tenemos ante nosotros la enorme posibilidad de transformar
nuestro entorno humano y social a través de la lectura como instrumento
de promoción humana integral. Queremos más y mejores lectores, en
quienes la palabra escrita provoqué el mejor efecto que podemos
esperar: la generación de una conciencia crítica, que desde la belleza
sea capaz de transformar nuestra nación en un lugar cada día más
humano y habitable para todos.
Los tiempos no son fáciles para la cultura en general, pero precisamente
es el momento de seguir adelante con más fuerza y creatividad que
nunca, recordando aquello que nos enseñó “El Principito”: “…lo más
hermoso del desierto es que en algún lugar esconde un pozo”.