Nota sobre Santos de mi devoción, de Roberto Rivera Vicencio |
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“...los senos de Rita en punta, me sacan de la mecánica habitual, los libros, Leonor, la novela, para llevarme a la cama obseso...(Fotografía por encargo). Esto en un mundo matizado a veces por una crudeza a veces patente, que parece intencional y buscada, pero que sin embargo fluye con naturalidad, que llega a asomar su nariz hasta el borde la vulgaridad, la obscenidad, lo grotesco, calidades que no se disfrazan ni se absuelven en aras de una axiología social, la que sin embargo está presente, aunque opere en forma implícita, desde abajo, en el teje y maneje de la urdimbre cotidiana—desde las pulsiones sexuales hasta las aspiraciones económicas—en que se debaten los personajes. Pero que nunca es objeto de la elaboración temática del narrador o de un personaje, tentación de explicar que malogra a tanta literatura social. Entonces, se trata de un libro profunda y enraizadamente chileno, que así pareciera quererse, sin concesiones a la moderación ni a los remilgos, audaz y visceral, pero no exagerado, en su tratamiento del erotismo y el sexo y carente de proclamas y saludos a la bandera dentro de su descarnado ‘realismo crítico’. Prosa sin las concesiones facilistas o programáticas destinadas al lector, presentes en otros autores de su generación. En estas narraciones, sin embargo tan lejanas al naturalismo, los antihéroes se debaten en un mundo complicado, impulsados como se decía a la brega por la subsistencia o el provecho, las ciegas determinantes del ámbito urbano global surgido de décadas de milagro chileno y la economía de mercado, como en El castigo contable del señor Muller, relato breve que nos instala re repente en medio del diálogo de la transacción financiera en que consiste el cuento—más unas escuetas e imprescindibles intervenciones de narrador objetivo—y en que el trasfondo lo pone un contexto familiar para los lectores: la omnipotencia del crédito y su peso definitorio en la vida de la gente en el Chile contemporáneo. En el ya mencionado Santos de mi devoción, que intitula el libro y que es en realidad una mini novela de formación (bildungsroman), se nos presenta el desarrollo de un empresario desde sus orígenes en la confluencia de tradición y modernidad de sus apellidos vasco y alemán, su matrimonio por interés, su vida sentimental semiclandestina—su única autenticidad— y su consolidación acompañada por un dejo de anonadado vacío,. La sexualidad se desencadena en el cuento Viejos perros, a ala vez apodo familiar en el habla coloquial y denotación biológica, en que el hecho de hacer las compras en un supermercado se va volviendo absurdo en una sexualidad exacerbada. Respecto a este escenario del sexo en el supermercado, combinación de lo alimenticio y lo sexual (me la comería) propio de la urbe contemporánea, me tomo la libertad de mencionar una situación análoga en Sex and Samosas, una novela reciente de la autora canadiense de origen étnico paquistaní Jasmine Azíz ,en que la personaje—excitada al vestir unos calzones abiertos en la vulva—examina y manipula diversos artículos alimenticios, momento para mí culminante de esta exploración sexual humorística y paródica en un ámbito urbano contemporáneo, en este caso en las antípodas (Ottawa) del Santiago de Rivera. Extrapolación que va a cuento de la acertada exploración de este autor de la vida en Santiago, tan igual en cierto sentido a otras metrópolis desarrolladas y menos desarrolladas, aparentemente análogas—Mc Ondianas. Y sin embargo tan diferentes.
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