Conocido
sobre todo como poeta, Juan Antonio Massone es ademàs un escritor
de notables ensayos, incluso de crítica literaria. Asimismo, ha hecho
grandes aportes a la memoria colectiva chilena con sus investigaciones
y publicaciones literarias.
La obra que hoy nos convoca es una poesía de gran contenido reflexivo.
Leer atentamente una creación literaria es instalarse en un diálogo
de crecimiento fecundo con el escritor. Massone lo sabe; por eso nos
invita a juntarnos ahora y nos dice al oído: “Nadie más vendrá en
esta hora. / Háblame de ti./ Nunca más íntima una hora.” Intuye que
en ese encuentro se produce una profunda comunión, a tal punto que
también nosotros, a medida que leemos, nos reescribimos y nos contamos
nuestra propia historia con sus palabras. Y termina diciéndonos: “Llévame
contigo”.
La potencia poética de este libro permite que nuestro pasado se despliegue
en la escritura, y nos alumbra una segunda epifanía mientras atravesamos
el dolor del escritor, que es también el nuestro, porque somos a la
vez espectadores y actores del drama humano.
Massone tiene claro que la cultura es un sistema de ideas, y que las
ideas las ponen en circulación los escritores. Su poética supera la
noche oscura de Occidente , esa noche en la que el ser humano se contrajo
sobre sí mismo y se perdió en los laberintos de su deshabitada interioridad.
Massone nos hace descubrir el rostro permanente de la realidad detrás
de la fugaz apariencia y los destellos de sentido. Supera la negatividad
y el nihilismo de la cultura occidental en un diálogo con el Tú trascendente,
que para él no es una idea abstracta distante del mundo, no es el
Acto Puro cerrado sobre sí mismo, sino una Persona dialogante y accesible
al sufrimiento de los hombres.
“Tiene miedo la luna y miedo los perros/ que ladran a la sombra de
la noche./ Por ahora sólo queda por saber/ si continuará la condena
para el Hijo del Hombre.”
Massone no puede dejar de revelar ese misterio que está en el centro
de su arte: Dios. Tal como decía el gran poeta italiano Ungaretti:
“Hoy el poeta sabe y resueltamente afirma que la poesía es testimonio
de Dios, incluso cuando es blasfemia.” Esa certidumbre la convierte
Massone en una revelación de su propia intimidad:
“Estaba por decir de mi ciudad, del mundo, / de mi empeño, sólo miseria
atroz de los espantos./ Despojos la cosecha de injusticia/ y el sabor
de la mirada alojaba rostros secos./ Alguien faltaba en todo esto.
Retenido y amargo/ por la ruina, el pez muerto, la calle sin destino;/
apenas respirar, mientras pasaba de largo./ Nada prometía cielo en
la marcha de la tierra…./ Entonces te escuché decir: ‘A la ciudad
le nacerá alma por dentro;/ los otros no son más extraños que tú ni
están demás’, dijiste;/ así es como del hombre y la mujer pueden nacer
nidos, pasos, vuelos./ Entonces la historia camina asistida por Ti
más allá de las fosas;/ … a partir de ahora echarán a andar contigo
los huesos con piel de alma./ No pasa un día sin confirmar que eres
el Alfa y el Omega”.
Estos
poemas no conceden nada al canto fácil, a la rapidez de la mirada
ni al registro superficial de las cosas cotidianas. Siempre encontramos
en la poética de Massone un mandato que nos exige ir más allá de la
pura belleza de las palabras y hacernos cargo de la gravedad de pertenecer
a la condición humana. Nos deja una nostalgia trascendente, nos incita
a una rebelión contra todo lo que esclaviza al hombre: egocentrismo,
guerras, sistemas totalitarios, culturas materialistas. En una precisión
de imágenes, en las cuales funde belleza y ética, nos manifiesta que
la libertad de la persona no es un derecho sino un deber; el hombre
no tiene derecho a ser esclavo, pues debe ser hombre, y por lo tanto,
libre. El extremo desamparo y la nostalgia de algunos de sus versos
son la expresión de una carencia y de una aspiración a la plenitud
de la vida:
“Dicen que el progreso está a la orden del día:/ endebles sombras
hinchadas por el hambre./ Dicen que las bombas que se llevan rostros/
de niños y de madres de niños, y de abuelos/ de quienes fueran niños
serán pronto una oferta/ en los supermercados y en las tiendas exclusivas./
…Siguen cayendo las bombas;/ varios misiles en espera, conferencias
en las cumbres, novedoso aluvión de muertos./ ¡Vendedores de ataúdes,
uníos! La guerra parece de película / lo dice hoy la reciente encuesta./
…No soportan disidencias/ los cancerberos de la felicidad social/
el diputado acusa al senador/ de mirar hacia otro lado/ mientras cruzaba
la calle./ ¡Urge contar con una comisión ad hoc!/….”
Los textos oscilan de la amarga repulsa a todo lo que mutila la libertad
a una clara visión que atraviesa la opacidad del tiempo, la distancia
de las humanas separaciones y los espacios físicos, para reencontrarse
con su fondo generacional. En esa transparente atmósfera percibimos
el eco de sus ancestros emigrantes, la sabia voz de la madre y la
invicta persistencia de la infancia.
“Pasaron hace tanto los años tuyos; siguen pasando los míos,/ el mar
Ligure despierto y tu nombre regresa….”
La persona es inseparable del amor, y es el amor el que la conduce
a su realización como persona; por eso a Juan Antonio Massone lo podemos
llamar, con propiedad, el poeta del amor.
“Bienaventurado soy cuando más te echo de menos;/ con sólo pensarte
acude tu amparo de caricia.”
Se despide con la melancólica certeza de que lo que es no nos devolverá
lo que fue, ni lo que podría haber sido y no está.
“¡Sabor que te me escapas!/ Te deseo conmigo para olvidar/ las palabras
con que me silencias.”
En resumen: una poesía difícilmente clasificable en su singularidad,
diagnóstico del trastocado mundo de hoy, poesía necesaria para comprender
el contradictorio misterio humano y su crisis espiritual contemporánea.