Pestes y pandemias en la literatura: Todo estaba escrito

 

Por Víctor Bórquez Núñez

 

“…y yo mandaré en medio de vosotros la peste, y os entregaré en manos de vuestros enemigos..." (Levítico 26,25.)

Cuando todos están sintonizados con el tema del Covid-19, se hace casi un lugar común el bucear en la literatura de todos los tiempos para darnos cuenta que, temas relacionados con pestes, virus, maldiciones divinas y pandemias, están presentes más de lo que quisiéramos creer, partiendo lógicamente por la Sagrada Escritura, en cuyos relatos -sobre todo los del Antiguo Testamento- son una prueba fehaciente de cómo el ser humano ha estado azotado por las plagas.

El tema de las pandemias, epidemias, plagas y derivados siempre han estado con nosotros y de modo relevante en la historiografía, en la literatura y en la Sagrada Escritura.

Cabe recordar que el concepto de las pestes y las enfermedades eran vistas en el mundo antiguo como un castigo divino frente a la clara desobediencia y la literatura al respecto es inquietante en su descripción:

"Yahvé hará que se te pegue la mortandad, hasta consumirte sobre la tierra en que vas a entrar para poseerla. Yahvé te herirá de tisis, de fiebre, de inflamación, de ardor, de sequía, de quemadura y de podredumbre, que te perseguirán hasta destruirte”. Deuteronomio (28, 21-22).

Ni qué decir de la Edad Media, una época caracterizada por plagas y pestilencias de todos los tipos, producto de una sociedad que carece de todos los medios para protegerse adecuadamente, partiendo por un fanatismo enfermizo respecto del concepto del Mal, el Infierno y el sentido de la culpa.

A propósito de la tristemente célebre Peste Negra de fines del siglo XIV, que pone un antes y después de la Edad Media, autores de la envergadura de Boccaccio la retratan en obras clave como “El Decamerón”:

"Con tanto espanto había entrado esta tribulación en el pecho de los hombres y de las mujeres, que un hermano abandonaba al otro y el tío al sobrino y la hermana al hermano, y muchas veces la mujer a su marido, y lo que mayor cosa es y casi increíble, los padres y las madres a los hijos, como si no fuesen suyos evitaban visitar y atender".

Antes existieron trozos no tan conocidos, pero generosos en descripciones de pestes y enfermedades que, en esos tiempos, parecían azote divino y que hoy podrían ser simples fiebres o tifus, claramente detectables y con remedio. De este modo, Tucídides en “Historia de la Guerra del Peloponeso”, refiere a la gran peste de Atenas en 430 antes de Jesucristo, donde lo más probable haya sido causa de un brote de fiebre tifoidea, donde hasta el propio Pericles se contó entre sus víctimas fatales.

El mismo Sófocles en “Edipo Rey” hace clara mención cuando escribe: "Un dios, portador de fuego, se ha lanzado sobre nosotros y atormenta la ciudad, la peste, el peor de los enemigos...".

Pasaron siete siglos y el emperador romano Marco Aurelio reflexiona en sus “Meditaciones” acerca de otra peste (que por las descripciones podría haber sido la peste viruela) que probablemente le costó la vida:

"¿Prefieres asentarte en el vicio, y ni la experiencia te persuade todavía a huir de la peste? Pues peste es la corrupción de la inteligencia mucho más que una infección y alteración semejantes del aire que se difunde a nuestro alrededor".

Recogemos datos duros: Procopio historió la extensa plaga del siglo VI en Constantinopla, llamada "peste justiniana" por el emperador que regía entonces el Imperio Romano de Oriente. Era la temible peste bubónica. Este azote, que partió de Etiopía, pasó por Egipto, Jerusalén y Antioquía antes de ensañarse con la capital imperial, donde mató a la cuarta parte de la población, fue la primera pandemia de la que se conservan fuentes escritas. (fuente: La Prensa)

Tal vez uno de los capítulos más espeluznantes en materia de pestes y pandemias haya sido la denominada Muerte Negra, que se extiende nada menos que desde la India hasta Islandia, atravesando toda Europa y parte de Asia. Los historiadores señalan que esta peste acabó con un tercio del mundo de entonces, quitándole la vida a reyes, nobles, sacerdotes y escritores: desde el historiador florentino Giovanni Villani, a los 68 años, en la mitad de una frase que, justamente, estaba escribiendo sobre la peste, Laura, amada real o ficticia de Petrarca y a la florentina, Fiametta, amante de Boccaccio.

Al bacilo que esparcía la muerte, recién sería descubierto 500 años más tarde, lo propagaban ratas y pulgas que llegaban con los barcos. Provocó brotes repetidos a lo largo de seis decenios con intervalos de 10 o 15 años. Agotada la pandemia, Europa quedó diezmada. La población del continente se redujo en un 40 por ciento hacia 1380 y en 50 por ciento al terminar el siglo.

Esta epidemia sería novelada por Daniel Defoe en “Diario del año de la peste” (1722), y recién a comienzos de diciembre de 1665 la enfermedad amainó, y el nuevo año presenció el regreso de muchas familias londinenses que habían huido en pánico. Las nuevas medidas de salubridad pública fueron elementos esenciales para aplacar el avance de las pestes posteriores.

Hay una novela curiosa, poco conocida, nada menos que de Mary Shelley, “El último hombre” (1896), donde imaginó un mundo postapocalíptico devastado por la peste a fines del siglo XXI (transcurre en 2073). Otro dato a tener en cuenta en el plano literario: Edgar Allan Poe dedicó dos cuentos al tema: el mejor es el espeluznante "La máscara de la Muerte Roja", y Alejandro Manzoni cierra su obra máxima, “Los novios” (1827), describiendo la peste bubónica que diezmó a Milán en 1630.

Un dato curioso es que la gran pandemia, la destructiva gripe española de fines de 1918-1920, que infectó a 500 millones de personas y causó entre 20 y 50 millones de muertos en dos años, no fue inspiración para ningún escritor de la época (Hemingway, Dos Passos, Scott Fitzgerald, Mann, Hesse), aun cuando hubo un puñado de novelas y cuentos de Thomas Wolfe, Willa Cather, John O’Hara y Katherine Anne Porter. Franz Kafka tampoco escribió de manera directa sobre ella, a pesar de ser él uno de los infectados, lo mismo que Mahatma Gandhi y el presidente estadounidense Woodrow Wilson.

A finales del siglo XX, la literatura sobre pestes y virus abarca el terror, lo fantástico o la ciencia-ficción en las obras de Stephen King, Michael Crichton, Dean Koontz, Richard Preston y otros que pensaron tramas apocalípticas (mutaciones, guerra biológica, experimentos fallidos, zombis), pero escapando a mayores especulaciones teológicas. Habrá que ver si esta nueva pandemia provoca a escritores que, tal vez, sean las voces que seguirán la vieja tradición pandémica en el mundo de la literatura. Ojalá sobrevivamos para leerlos.

 

 


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