Acercamiento a “Olvido” de Noel Trahud

 

 

por Lila Calderón

 


 
Al leer el libro “Olvido” de Noel Trahud, me encuentro inmersa en un mundo perturbador, que aparece de improviso sin darnos tiempo para preguntas. La narración es rápida y las descripciones no dan lugar a dudas sobre las honduras del paisaje que abordamos y que expone temas sensibles y vigentes de la sociedad. Los personajes principales son el Padre, el Hijo, la Directora y la Abuela, y parecen estar atrapados a una condena por etapas, cada vez más cercana a la pesadilla, a la penumbra permanente, al desamparo, al laberinto, al callejón sin salida. Estamos en tránsito en un “no lugar” al decir de Marc Augé : “un lugar puede definirse como lugar de identidad, relacional e histórico, un espacio que no puede definirse ni como espacio de identidad ni como relacional ni como histórico, definirá un no lugar”. Porque al leer “Olvido” y viajar en él estamos migrando cuando el narrador nos dice que “La carretera en el espejo retrovisor, se adelgaza como un lápiz”.

Esta potente imagen se proyecta para tensar tiempo y espacio como si fuera una cámara de cine, instalando un encuadre que por su drástico recorte nos hace avizorar hacia dónde vamos, pero los ojos del narrador prefieren que afrontemos cara a cara lo que vamos dejando atrás. Interesante juego con el espejo. Vamos hacia delante pero viendo hacia atrás con la sensación de que se nos viene la acción antes de que podamos detenernos para captar la atmósfera inquietante que empieza a desplegarse con el sonido del viento, el motor que no disminuye la velocidad y un curioso anticipo de niebla que vendrá a posarse pronto ante nuestros ojos al saber cuál será nuestro destino de lector, que ha aceptado además la opacidad de la traducción del texto a un lenguaje hermético para él, porque definitivamente entramos a estas páginas estructuradas de modo tal, que se produce un corte de la continuidad narrativa al presentar la escritura en otro idioma párrafo a párrafo.

Me parece avanzar en un tren donde camino por los pasillos de un carro iluminado para entrar al siguiente recorriéndolo a tientas, porque se encuentra a oscuras. Me muevo en estas coordenadas que no permiten leer cómodamente desde el asiento junto a la ventanilla. No hay tiempo para distraerse o desviar la mirada hacia el paisaje exterior. Vamos a La Villa, una escuela cárcel de niños con puertas de metal y gruesos candados, hay pequeñas ventanillas con rejas en lo alto de las salas celdas y todo está cercado con alambre de púas. Así, dolorosamente y como sentencia el narrador: “un grito aquí se multiplica y el llanto vibra como en el útero de una estatua”. Vuelvo a recordar a Marc Augé cuando expresa que: “En el anonimato del no lugar es donde se experimenta solitariamente la comunidad de los destinos humanos”. Y me parece que es un olvido colectivo el que late en los personajes de este texto, pareciera ser el corazón un denominador común el que bombea insuflando el borrado de memorias, de pasajes de la vida compartidos, abriendo con ello las puertas a la soledad, al encierro. Cada cual en su propia celda de la casa familiar o el edificio cárcel del trabajo que rutinariamente incomunica, olvida, oculta o abandona sistemáticamente las relaciones. Leemos en este texto que el Padre siempre vestía las mismas ropas y realizaba el mismo ritual:“se desvestía en la pieza junto a la del Hijo; dejaba el revólver de servicio en el velador y desnudo iba al baño; nunca cantaba, nunca hablaba del trabajo; rara vez comía; sólo dormía o leía y releía los mismos libros de su adolescencia”.

Aquí, los personajes tienen su propia visión del olvido. El Hijo dice que no tiene que ver con el pasado, sino con el futuro. Y cuenta que una noche soñó con un piano gigante que le pareció la máquina del olvido y cuya sorda melodía sería el miedo. Y él vive el miedo en el ambiente de La Villa donde ha empezado a trabajar: “La Directora en cada viaje relataba al Hijo la historia de la escuela cárcel. Los niños son parte de procesos judiciales; familias destrozadas; vagancia, víctimas de abusos opeligro moral”.El futuro para ellos es amenazante, muchos de los niños tienen a sus parientes en las cárceles.Por su parte, la Abuela, que ya ha sido atacada por el olvido, ve en la pantalla de la televisión una especie de rompecabezas que encierra una sola historia: “olvidó diferenciar entre noticias, teleseries, reportajes o comerciales; todo es un río de imágenes y palabras; son hebras cayendo en un mismo tejido. Los días están hilvanados a las calles y los habitantes tienen hilos en las venas; la ciudad se descose, se olvida de símisma”. Se nos describe así su proceso de abandono, de desconexión de la vida cotidiana, de la red relacional de la ilusoria realidad, y que ha sido expresada bella y dramáticamente en el texto y nos lleva a reflexionar sobre las problemáticas planteadas en una sociedad que pareciera empujarnos a todos a la oscuridad de la alienación. Y a migrar de la identidad, transitando velozmente por los no lugares buscando el Paraíso en un afiche publicitario.

 


 
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