Por
Jorge Etcheverry
Oliver
Welden, poeta de la generación de los 1960—si hay que guiarse por
esta clasificación a veces muy rígida—ya se destacaba cuando apareció
su primer libro Anhista (1965) en Santiago, momento en que el joven
autor era miembro de la Academia Literaria del Departamento de Español
del Instituto Pedagógico de la Universidad de Chile y empezaba a
participar en esa eclosión que sacudió a la poesía chilena en los
años sesenta y comienzos de los setenta del siglo pasado, un microcosmos
poético que abarcó desde tendencias opuestas a la vanguardia y que
querían decantar y simplificar la lírica chilena, hasta un experimentalismo
del cual algunas vertientes todavía permanecen en parte irresolutas;
desde autores básicamente al alero institucional de universidades,
partidos políticos, figuras mentoras etc., hasta otros más marginales
y polémicos; desde quienes reivindicaban una poética de la provincia,
hasta los que señalaban la carencia y necesidad de un discurso poético
urbano. Como muchos otros intelectuales y escritores, Welden tuvo
que salir al exilio luego del golpe de 1973 y, quizás en menor medida
que otros, ha experimentado los sístoles y diástoles de las aperturas
y cerrazones que se alternan en Chile respecto a sus autores trasplantados,
ya que siempre ha tenido una cierta presencia en el “interior”.
La obra de Welden, no muy numerosa, pero cuyo mérito ha sido reconocido,
nos entrega su último fruto, este libro en edición bilingüe Poemas
de Suecia/The Sweden Poems, país que fue una de las etapas del periplo
del autor que ahora reside en España. Ya el párrafo de presentación
en la contratapa de este volumen, publicado en España, nos anticipa
que podemos agregar al carácter diaspórico/ exilado, el de la crónica
de viajero, además de la falta de destino o conclusión de esta odisea,
tres elementos que se armonizan y presentan en los poemas de este
libro, como ya queda de manifiesto en el primer poema:
Otros mundos
Vengo
de otros mundos y viajado por muchas geografías.
Aprendí cientos de idiomas y algunas lenguas que se hablan sin la
voz
Fui hábil maniglota y corazonauta, dos oficios requeridos para sobrevivir.
Mi viaje no tenía destino.
Se trataba de alcanzar cualquier horizonte terrestre
o la comba donde el cielo penetra en el mar.
Era cosa de estar siempre en rumbo.
Ni diurnos aeropuertos ni trenes de alta velocidad ni nocturnas
posadas
aceptaron mis documentos o mi moneda.
Me transformé en eterno extranjero.
pasajero sin punto de origen ni arribo.
Mi nombre ilegible y desvanecido en un pasaporte ajado.
Fueron
muchos los países que recibieron a los chilenos exilados. En cada
uno de ellos se han producido variadas obras, en poesía más que
en prosa, que testimonian estos avatares. El grado en que se logran
estas numerosas creaciones varía mucho, pero el caso de Welden creemos
estar en presencia de un producto que creemos válido tanto como
lenguaje poético como a nivel de la comunicación. Se puede decir
que ya desde este primer poema nos encontramos con una expresión
poética aseverativa, desnuda y directa, pero de contenidos complejos
y variados, una pluralidad de elementos y un estado de ánimo que
logran comunicar efectivamente la experiencia del exilio/ transhumancia
a un amplio y variado rango de lectores. Por ejemplo, uno puede
ver alusiones al mito del judío errante o al periplo de Ulises,
que puede que no formen parte de las presuposiciones de lectura
de todos los lectores, lo que no impedirá que los poemas les “lleguen”
o les “toquen”.
El
emisor poético se nos va descubriendo como el exilado/ trasplantado
quintaesencial. Al final de un proceso de transformación marcado
por instancias que lo van despojando de su identidad inicial, el
exilio se le resuelve en una transhumancia perenne, que lo convierte
en un “pasajero sin punto de origen ni arribo”, un Ulises sin Itaca
ni Penélope. Un Ahasverus sin descanso ni redención. Ese periplo
se ha convertido en su nueva o carente identidad. O su identidad
es ese periplo. Estos dos elementos, el de la sombra o amenaza de
la carencia de identidad o el del peligro del abandono de la original
y la adopción de una nueva, establecen un puente de empatía al menos
con parte de sus lectores. Me atrevería a decir que, sin dejar de
apelar a una variada gama de lectores, quizás los exilados o trasplantados
sean el destinatario preferencial de este conjunto de poemas. En
este primer poema, el “Aprendí cientos de idiomas” señala la pérdida
del carácter único del idioma original al habitar otros espacio
lingüístico, y por ende un distanciamiento respecto a este idioma
materno, lo que permite su manipulación: “Fui hábil maniglota y
corazonauta”. Ese aspecto también implica la dualidad lingüística,
como en “Necesito write algo tonight/but no sé qué nor in which
language” (del poema En vuelo sobre el Atlántico, p.10), así como
el elemento políglota presente por ejemplo en el poema Nocturno
escandinavo (p.48). Esta misma distancia frente al idioma originario
y por ende de todos, permite por ejemplo el neologismo ya citado
presente en Otros mundos “maniglota y corazonauta”.
Así,
el marco de lectura que entrega este poema inicial, Otros mundos,
relativiza las instancias de reconocimiento, apropiación y experiencia
del nuevo hábitat que este emisor poético despliega en poemas siguientes,
ya que este proceso de compenetración y asimilación de su nuevo
territorio de Suecia, su vividura e historia, su intento de imbricación
en esta nueva realidad no evitan que tenga que declarar “Me transformé
en eterno extranjero”. Un elemento importante aunque más bien soterrado
de este proceso, es la comparación o la combinación de instancias
y materialidades del presente sueco con el ámbito originario chileno,
aspecto de comparación abundante en la literatura chilena del exilio/transplante,
pero que aquí no se tematiza directamente ni tampoco es objeto de
una elaboración separada, sino que se integra en el contexto y lo
que evoca:
En
una velada en tierra foránea
Lejos, muy lejos de la blanca montaña
El mar tranquilo, las puras brisas y el cielo azulado,
En un hogar en Huddinge
……………………….
Habló entonces el macho anciano,
(del
poema Brindis del macho anciano desterrado, p.40)
Esta
presencia del elemento por así decir chileno en este poema se da
también en el epígrafe que cita al Canto del Macho Anciano de Pablo
de De Rokha, la dedicatoria del poema al poeta coetáneo, exilado
en Suecia, Sergio Infante Reñasco y el intertexto de frases del
himno nacional chileno. En otro poema, Svarskalle (p.45), se le
ofrece al lector una perspectiva irónica, desde un futuro remoto,
de los descendientes en Suecia de los exilados de un Chile que ha
sido sumergido por los terremotos en el año 40208. La nota a pie
de página dice que Svarskalle “es un término en jerga sueca, tradicionalmente
despectivo, para denominar a los inmigrantes que no son rubios o
de aspecto escandinavo”. Pero el autor de esa nota futura describe
aspectos de la cultura de estos descendentes de chilenos que “no
olvidaron, nunca olvidaron” . Los pájaros, favoritos de la poesía
chilena, también son elementos de este cotejo, comparación o simple
presencia de lo chileno:
La luz del crepúsculo en junio es rosada
Como el graznido de las urracas, dijo la urraca
Sin embargo, desde la altura, veo cómo la ciudad
Se tiñe de lila al atardecer, dijo la gaviota
(de
Una cuestión de pájaros y colores suecos, p.50)
El
hablante, sujeto de la vida y la poesía, cohesiona en sí estos ámbitos,
el originario y el o los territorios del trasplante:
En esta ciudad nací varias veces
Pero hay otras ciudades donde también nací
Santiago, Benalmádena, Malmo
(de Ciudades, p.56)
A
la postre nos queda la asunción de estos ámbitos, nuestra transformación
por los mismos, la indeterminación identitaria y el reconocimiento
de que en el nomadismo aceptado o después elegido se da la única
realidad del trasplantado. También de que a lo mejor, en un mundo
desgarrado por pugnas nacionales, étnicas, culturales y religiosas,
ese nomadismo que relativiza lenguajes y territorios y de alguna
manera se los incorpora, puede ser una de las opciones más humanas
y auténticas.