Neruda, la película

 

por Aníbal Ricci

“Miles Ahead” (2015) es otro biopic no tradicional. Transcurre durante los años setenta y muestra a Miles Davis en pausa, en medio de la estridencia de la época, lo que para este genio de la música podría ser su etapa de silencio. Muestra los excesos con la cocaína, un tiempo en solitario, con frecuentes flashbacks a la tortuosa relación con su esposa. Muestra un ego desmesurado (qué artista no es un egomaníaco), sin embargo Don Cheadle (director) tiene respeto por uno de sus ídolos y, aunque utilice las flaquezas de Miles para retratarlo, en todo momento hay veneración por su contribución al arte, de hecho congregó a los mejores músicos para recrear algunas de sus piezas, dando un acertado recorrido a su obra, desembocando en la música que él llamaba “urbana” (odiaba que lo encasillaran dentro del jazz) dentro de la que cabe destacar “Doo Bop”, su último trabajo. Así, la forma caótica del relato representa cabalmente a un artista fuera de serie, que no respondía a moldes, pero siempre dejando claro que Miles se debía a su música y que trabajaba por sacar lo mejor de ella.

En cambio, Pablo Larraín, uno de nuestros mejores cineastas (Tony Manero, El Club), opta por el discurso novedoso, acaso buscando su primer premio Oscar, dando forma a una biografía acompañada de bellas imágenes del paisaje chileno y espléndida en su aspecto técnico, pero que descuida el fondo, mostrando la vida de Pablo Neruda como una excentricidad. Es muy imaginativo el recurso de crear un policía ficticio que lo persigue (inverosímilmente secundado por otros trescientos efectivos), dando a entender que su impronta no importa, que sólo existe debido a que persigue “al poeta”, incluso habla como si Neruda utilizara sus labios. Hasta aquí bien, pero Larraín (a mi juicio mañosamente) da una imagen de un Neruda decadente que se mueve entre casas de puta, impostando “su voz de poeta”, es decir nos muestra a un personaje falso, poco transparente, que vive como los reyes a pesar de ser comunista. Lo contrasta con los verdaderos comunistas que se pelan el lomo y jamás se adentra en el contenido de su poesía. No basta con haber puesto un par de veces el casete “Alturas de Machu Picchu” de Los Jaivas, o haber oído los primeros versos del poema 15 o del 20, para creerse un conocedor de la obra de Neruda. El punto de vista del director parece a ratos irrespetuoso con Pablo Neruda y lo hace popular y burdo, al alcance del vulgo, como si los versos de su poesía hubiesen sido escritos en casas de puta y olvidando el oficio de un poeta particularmente prolífico. Si me hicieran leer entre líneas, creo que la voz narrativa parte parece gritar: “Era un buen poeta, pero un comunacho de mierda”. Larraín es inteligente para encubrir el mensaje que desea entregar, no sólo enturbia la figura de Neruda, sino que se aprovecha de su fama para perseguir un Oscar, mostrando paisajes de postal y deslumbrando en cuanto festival de cine alrededor del mundo. Hay una mirada del mundo conservador (de derecha, digámoslo abiertamente) incluso en la elección de la época elegida: Gabriel González Videla (radical) asumió la presidencia con el apoyo del partido comunista, pero luego lo proscribió e incluso persiguió a Neruda por pertenecer al partido. Neruda vende, eso quién lo puede dudar, pero me parece un despropósito enlodar al poeta, aunque sea veladamente, aprovechando su renombre, acaso este mismo comentario será leído por mucha gente sólo por tratarse de Neruda.

 

 
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