José Miguel Varas y el porvenir del mundo |
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Virginia Vidal Una vez en la Radio Moscú, yo acababa de transcribir el atroz testimonio de la viuda de un torturado cuando le dije a Varas que ya no soportaba a los miembros de la junta hablar de patriotismo y recordé la frase de Thomas Paine: “el patriotismo es el último refugio de los infames”. Me respondió que a él no lo avergonzaba para nada decirse patriota, aunque no lo anduviera proclamando; no la junta y sus partidarios iban a adueñarse del auténtico amor y dolor por el país de quienes se juegan por entero contra la dictadura en el empeño de alcanzar la verdad, la justicia, la libertad. José Miguel Varas Morel no sólo dedicó su vida al oficio de comunicar, así fuere a través del periodismo escrito o de los micrófonos como locutor, en Chile u otros lugares del mundo, practicando o aprendiendo de paso idiomas varios, sin descuidar una obra literaria comenzada a temprana edad, una obra exenta de fórmulas propias del panfleto o del discurso político. Varas es un muchacho cuando publica su primer libro; “Cahuín”, cuentos de un institutano, 1946; el título corresponde al chilenismo proveniente del mapuzungun: enredo, alboroto, bochinche, algazara. Aparece en un período de la historia de Chile que abarca el momento en que país está entusiasmado por avanzar en un camino democrático y elige al presidente GGV. Pero éste al poco tiempo se convierte en un traidor y dicta una ley para perseguir y encarcelar, a comunistas y sobre todo a los obreros. Inicio del período de la guerra fría. Con tenacidad única los estudiantes salen a la calle, las mujeres de la pampa salitrera con sus cocinas apagadas obligan a los hombres a ponerse en huelga, hay represión y muerte en las calles. Luego publica “Sucede”, cuentos, 1950. En el prólogo de “Porái”, su primera novela, 1963, González Vera dice de Varas: “Después de este libro me pareció que era mucho más serio: había empezado a trabajar por el porvenir del mundo”. González Vera parece hablar burlonamente o ¿será que esconde la admiración bajo un velo de ironía? Ciertamente, Varas, militante comunista, comparte las esperanzas de los más para realizar ahora mismo las transformaciones sociales y construir una sociedad más justa, fraterna, solidaria, sin exclusiones que proporcione bienestar a todos. Sus personajes pertenecen a un país que emerge buscando su propio camino. Pero él no es defensor incondicional los obreros y la clase obrera: destacar sus valores, no le impide ejercer su sentido crítico. “Chacón”, aparece en 1967, biografía novelada que convierte a Juan Chacón Corona, un dirigente obrero y militante comunista en protagonista de una obra literaria. Este es el resultado del testimonio directo conseguido con entrevistas literariamente elaboradas. El autor registra la experiencia y el modo de vida de un hombre que era apenas un niño cuando empezó a trabajar como obrero, cuya voz revela una personalidad singular y se expresa con sabroso decir. Durante esos años, el pueblo ha luchado hasta derogar esa ley de “defensa de la democracia”; se ha fortalecido y unificado el movimiento obrero. Se avanzará hasta elegir al gobierno de la Unidad Popular con un programa. Varas publica los cuentos “Lugares comunes”, 1968 e “Historias de risas y lágrimas”, 1972. A juicio del poeta Armando Uribe, no se ha destacado de Varas ”la capacidad de retratar literariamente a personas chilenas tal cual uno comprueba en la vida que son efectivamente, que tiene rasgos —y lo digo con cierto escrúpulo— de la picaresca nacional. No voy a hacer la referencia a la picaresca española, porque la picaresca chilena también es una picaresca sobria, relativamente, andarina, y con un humor que muchas veces va de lo colorado a lo gris.” Hay algo de este período que se suele omitir no se sabe si dándolo por sabido o simplemente no valorado como corresponde: es la fuerza y actividad creciente de los intelectuales y los artistas. Esta omisión es grave, porque revela un hecho indiscutible: desde el punto de vista político se impone el obrerismo. Pese a ello, músicos –intérpretes, compositores—, poetas, pintores, escultores, escritores, dramaturgos, actores, bailarines, se van afiliando al pueblo, se identifican con él y lo interpretan. No basta con decir Violeta Parra, Pablo Neruda, Luis Advis, Francisco Coloane, Enrique Lihn, Eugenio Guzmán, Roberto Parada, Julio Escámez, Delia del Carril: el espacio cultural mismo se nutre con las obras de quienes lo integran, nutriéndolos a la vez. Y crece, abarca todas las esferas de la creación artística y enriquece la imaginación. Varas como millares de chilenos es obligado por el golpe de Estado de 1973 al exilio. Permanecerá afuera catorce años, ocho meses y diecinueve días; se le niega el derecho a retornar, ni siquiera le conceden un permiso para venir a los funerales de su madre. Durante ese lapso se dedicó por completo a su trabajo en la Radio Moscú, con varias emisiones cotidianas para Chile. Su voz serena de barítono logró llevar día tras día un mensaje de confianza a todos los rincones del país, hasta las prisiones, valiéndose del lenguaje común a nuestro pueblo que permitió enlazar al millón de chilenos exiliados y dispersos por todos los continentes. Parecía que había olvidado del oficio literario. En una oportunidad alguien le preguntó por qué no escribía. Sin vacilar, dijo: “Yo escribo. Escribo docenas de páginas todos los días, sin faltar uno solo. El periodismo es un género literario”. Después de su retorno no sólo se incorporó de lleno al periodismo, llegando a ser jefe de redacción del diario La Época y realizando importante tarea en la revista cultural Rocinante; también se dedicó a escribir la obra literaria que guardaba en su memoria. Publica “Las pantuflas de Stalin” (crónicas, 1990) y sigue brotando sin cesar un manantial de libros: “Neruda y el huevo de Damocles” (1992), la formidable novela “El correo de Bagdad”, (1994), “La novela de Galvarino y Elena” (biografía novelada, 1995) nos aporta el testimonio de dos militantes comunistas fervorosos que en su afán de justicia inmanente sustituyen la iglesia por el partido político. Luego vienen las colecciones de relatos “Exclusivo” (1996), “Cuentos de ciudad” (1997), y testimonios como “Nerudario” (1999). Aparece el gran volumen de sus “Cuentos completos” (2001), “Neruda clandestino” (crónica, 2003), “Los sueños del pintor” (novela, 2005). Dentro de su fecunda obra se destaca El Correo de Bagdad, novela epistolar con idioma propio, no sólo representa el formidable ejercicio lingüístico de recrear el habla de un checo que se expresa en arcaico castellano sefardita mechado con eslavo. Su compleja trama se va desenvolviendo como una espiral sin quiebres, como un resorte que impulsa al lector a introducirse en mundos y sucesos fantásticos para obligarlo a ser el escudero de un extraño pintor mapuche amante de los caballos y decidido a deshacer entuertos entre los kurdos. Obra premonitoria, escrita mucho antes de 1994, su trama trascurre en los años 60 , mucho antes del Irak invadido y la ciudad de 12 siglos destruida. A través de más de ochenta cuentos y relatos, varias novelas y numerosas crónicas, se puede advertir que Varas oyó siempre a los habitantes de nuestro y otros países. En catorce años de destierro siguió oyéndolos a través de infinidad de cartas, grabaciones y otras formas testimoniales tanto de exiliados como de residentes en el interior. Ese inmenso material lo fue registrando con todos sus sentidos. Su memoria privilegiada le permitió retener esas voces, no sólo percibía su esencia misma, aun develaba cuanto se estaba callando o se eludía con la litote, con esas formas sesgadas u oblicuas de decir, corriéndose por la tangente. Por sobre todo, impedía que esas vidas, esas experiencias, se perdieran en la desmemoria. Varas dejó de militar en el PC, pero sigue permaneciendo absolutamente leal a sus ideales. En ese tiempo, lo invitamos a una entrevista que realizaría un curso universitario de periodismo. A la pregunta de un alumno sobre su militancia, señaló que fue militante comunista, pero ya no lo era, enfatizando que hoy consideraba que un periodista debe ser muy firme en sus ideales, pero no militar en ningún partido. En la “Entrevista con un chileno de lujo” realizada por Alberto Catena (El Arca del Nuevo Siglo/61), afirmó que empezó a entrar en contradicción con aspectos muy importantes de las posiciones de los comunistas de Chile hacia fines de los ochenta. Por esa época se cometieron algunos errores considerables “como consecuencia del reemplazo de la antigua dirección por otra gente, que irrumpió con mucho impulso y ganas de hacer cambios, pero que en el afán de concretarlos atropelló a personas muy valiosas, que habían dado una vida por sus ideales y que tenían aún mucha tela para entregar”. De algunas de esas personas da cuenta en “Los tenaces” (2010). Es el escritor que ha dado a hombres y mujeres de la clase trabajadora el papel protagónico, sin embargo aun no llega a vastos sectores de ese mismo pueblo, más se lo respeta en el extranjero, y la crítica y los criticones dentro de Chile son bastante mezquinos para valorarlo. Se le otorga el Premio Nacional de Literatura 2006 y esto contribuye a divulgarlo. Luego publica “Milico” (novela, 2007), inspirada en la vida de su padre, José Miguel Varas Calvo, oficial de ejército y escritor; “Conducta de un gato” (2007), “La huachita” (2009), “La dama del balcón” (2009). Varas no cede a la tentación del paisaje, desmitificada toda interpretación turística, en su literatura prevalece la ciudad más allá de sus muros: escenario ineludible de sus habitantes, seres palpitantes, nunca encasillados que, gracias a su peculiar forma de expresarse, aún dentro de la mazmorra se liberan. Al leer y releer su obra queda en evidencia que conoció a fondo la psicología de hombres y mujeres no pertenecientes a los sectores dueños de la fortuna. Supo destacar el coraje, la fuerza de vida en personajes segregados socialmente, discriminados y sometidos a la injusticia ancestral. Dichos personajes son dignos, no se quejan no se lamentan, no limosnean, se sobreponen a la adversidad sin perder la capacidad de reírse de todo, aun de sí mismos, demostrando que la herencia espiritual de Cervantes es indestructible. Su agudo sentido de observación está estrechamente unido a su capacidad de aprehender la esencia del lenguaje popular. Jamás pretendió reproducirlo fonéticamente, pero captó el sabor y el ingenio que emanaba de ese lenguaje clave de identidad, tan rico en metáforas, pleno de infinidad de figuras literarias, imágenes de identidad indiscutible, con su propia musicalidad, juegos de palabras, retruécanos, sobreentendidos. La comodidad de compararlo con otro escritor con algún antecesor, en apariencia para destacar sus méritos pero que sirve para disminuir la luz propia, la individualidad neta, no resulta al apreciar su obra.Reiteramos lo dicho en otra oportunidad: si de Varas se trata, es inútil recordar a maestros nacionales o continentales cuyos personajes y sucesos nos permitieron sentir dolor y risa, emoción, rabia y sonrisa para amar una literatura que nos impedía evadirnos de la propia e inseparable realidad. Tampoco es cosa de pretenderlo sucesor de alguno, con esa comodidad rutinaria que rechaza la luz propia, la individualidad neta. Nuestro autor posee un sello característico donde al buen decir, a la precisión y originalidad de su lenguaje, se imbrica un humor jamás corrosivo, una alegría de vivir a pesar de las desdichas, una seriedad que no excluye la morisqueta a la tontería grave, a la sordidez, a la muerte, dicho de otro modo: una profunda humanidad. Videos del homenaje rendido a Varas http://www.youtube.com/watch?v=ixPCLe1mqVI&feature=channel http://www.youtube.com/watch?v=83LeTFOr-P8&feature=youtu.be http://www.youtube.com/watch?v=5hFgqsNvbMg&feature=youtu.be
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