El
maldito paraiso, de Rosa Emilia del Pilar Alcayaga Toro |
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Te compro pollo una vez al mes Entonces esta condición de la mujer se revela como un aspecto de la degradación general social producto de la historia. Quizás el aspecto más importante. Porque si existe un estado degradado de la mujer respecto al hombre, no hay equidad o igualdad posibles. Hay referencias culturales presentes en estos textos. Se citan, se refieren o comentan variadas fuentes antiguas y contemporáneas, de la mitología clásica y de la tradición judeo cristiana. Por ejemplo Lilith, a quien se dedica un poema en la página 23, Dios, a quien la hablante interpela en el poema Génesis, p.19. Idit, a quien se dedica un poema en la página 28. No es que las otras religiones del libro, como se denomina al islamismo y al judaísmo, u otras religiones, estén exentas por así decir de culpa en la sanción sociocultural histórica de la mujer como género subordinado, para decirlo suavemente. Lo que pasa es que, simplemente, el cristianismo delimita el ámbito de vigencia del estado de cosas representado en el libro—el Chile contemporáneo—, en tanto parte importante de su raigambre histórica y cultural. Se lo percibe como componente básico de la ideología y tradición del sistema social vigente y de la situación en que se encuentra la mujer. No se trata de que se absuelva la culpa de ciertos sistemas de creencias en una situación universal de degradación de la mujer. Lo que pasa es que, por ejemplo, no cabría tematizar componentes culturales islámicos, al no poderlos contextualizar social y culturalmente en el Chile o América Latina actuales. Así, el abuso y la relegación femeninas concretas que abundan en estas páginas, de alguna manera se enmarcan en la tradición cristiana, la más establecida, de mayor peso histórico, que configura las instituciones y costumbres, contribuye a su solidez y la permanencia del machismo innegable y quizás inabolible de la sociedad chilena. El elemento judeo cristiano es fácilmente reconocible para el lector, como por ejemplo el poemita ya mencionado Génesis:
¡Tú! La vinculación entre la mujer, o el sexo femenino, con la tierra, la naturaleza, Gea, es tradicional y consagrada, y está presente en los mitos y concepciones de mundo de los aborígenes actuales. Ambas dimensiones aparecen en este libro que tematiza también a un aspecto femenino que de alguna manera es un componente del cosmos. El libro se divide en cuatro partes que son los cuatro elementos naturales ya tradicionales (aire, agua, tierra y fuego) y hay presencia de alusiones y personajes indígenas. Así, las figuras femeninas bíblicas y amerindias araucanas se enmarcan en sus avatares en el reino o ámbito de la tierra (naturaleza), pero también lo hace la emisora poética, cuyo yo es abarcador y fluctuante, y asume diversas encarnaciones de lo mítico a lo contemporáneo, lo rural y originario, lo contemporáneo y urbano. Esto en diversos formatos estilísticos para ir configurando así una voz a la vez múltiple y unitaria, una voz que es la mujer universal, en su sufrimiento, rencor vengativo y redención, subyugada por el sexo/poder, a la vez instrumento de su opresión y posibilidad de justicia y venganza. De esta manera se va desde lo mínimo y anecdótico hasta lo numinoso. Se va constituyendo a esa mujer que viene de las heroínas bíblicas condenadas y rebeldes, pasando por concreciones mitológicas y llegando a variadas versiones de la mujer contemporánea en América Latina y sobre todo en Chile “¡Ha cien mil años llegué para quedarme/No entristezcas mis hijas son millones/Y han poblado la tierra” (alfa y omega, p.15)”, “Soy Cristina Carreño Araya/Asesinada a los 33 años en Buenos Aires” (a Cristina, p. 87) . Es decir que la dimensión mítica se resuelve en la representación de la realidad social, la que su vez se ve culturalmente sancionada. El patriarcado de origen bíblico del poema Génesis adquiere una presencia muy concreta: el novio (la niña virgen, p.38), los fulanos en un bar (por un plato de legumbres, p.43), un tipo en una micro (Habladurías, p.45), el amante (soy tu macho, p.60). Así, el material casuístico y anecdótico se despliega en citas, descripciones y expresiones personales de la emisora poética. Lo anecdótico diario se combina a veces de manera casi inmediata con hitos del acerbo cultural, que así pasa a insertarse en un marco de sentido más amplio o general o universal. Desde mi experiencia como lector me encontrado con un procedimiento similar, por ejemplo en la poeta peruana Nanny Guerra. Con este recurso se trata de abolir la distancia entre la anécdota cotidiana y contemporánea y la arquetípica, revelando su consustancialidad vivencial y fenoménica. Esto realza la experiencia individual y concretiza y aterriza el arquetipo cultural. El alfa y omega (poema inicial) se aúnan en la búsqueda ya mencionada de un sujeto femenino total: “Veo los cabellos infinitos de Lilith enredarse en las piedras/De tus sueños de independencia mujer inédita” o “Alerta tras destierro cósmico entre luces de neón” (alfa y omega, p.15); “Eva, María y Magdalena: tres diosas porteñas” (Tres mujeres en el cerro Polanco, p.47). Esto lleva al tema de la vigencia de la literatura comprometida —sobre todo la poesía—. Su necesidad es incuestionable por el estado de cosas. Siguiendo un poco con la temática escatológica presente ya en el título y que aparece en los textos, éste no es el mejor de los mundos posibles. Y si el arte es indiscutiblemente representativo, ese estado de cosas degradado—en relación a un mundo bastante concebible—no puede dejar de aparecer en la poesía. No siempre exclusiva ni directamente, pero está y va a estar ahí. El compromiso no significa la claridad máxima ni el uso de palabras o expresiones cercanas al lugar común o la consigna, cuya reiteración terminan por agotar la fertilidad del poema. En este libro, la innovación respecto a la forma poética tradicional, ya muda o de escasa productividad, demuestra su eficacia al hace que confluyan el compromiso temático con elementos estilísticos de corte más bien vanguardista o experimental:
a lo lejos ... machos bien machos carcajean satisfechos murmuran:
Aquí, la descripción con términos coloquiales presenta una cita dialógica. Luego se despliegan versos en que las alteraciones del orden sintáctico habitual o las omisiones prestan un dejo de extrañeza al texto, que entonces se tiñe de un renovado interés. Este tipo de escritura femenina o feminista, impactante y gráfico, pero por momentos casi críptico, elude tanto el sentimentalismo, pese a ser en momentos profundamente lírico, como la expresión llana de los problemas y reivindicaciones, muchas veces presente en este tipo de literatura. La apropiación o reapropiación de discursos culturales subordinados por sus sujetos socioculturales—mujeres, gay, pueblos originarios, por ejemplo—tiende a veces a hacer que un criterio básico para la validación de esos discursos sea que el artista pertenezca al grupo de que se trate. Incluso, en algunos medios, la expresión de la problemática o el uso de estilos artísticos por alguien que no pertenece al grupo puede denunciarse como “apropiación cultural”. Así, el artista portavoz solo tendría que expresar los temas pertinentes de la forma más clara posible. Pero esa accesibilidad se malogra y se hace fugaz por su misma simpleza. Lo inmediatamente reconocido y familiar anticipa su rápido desgaste. No es el caso del discurso poético de esta autora, a veces simple y de gran concisión, pero que no le hace el quite a la complejidad o a la referencia cultural y que yuxtapone discursos de diversa factura y origen, hace salir al escenario a diversos personajes, recurre de manera muy fructífera a una combinación de poesía, prosa, elementos gráficos y de reportaje, testimonio, cuento, la cita coloquial, la nota a pié de página, la carta, el dispositivo para interactuar con el lector. Todo esto subsumido en la asunción básica de la poesía, que lo integra todo.
Habría que agregar que podemos asumir que escritores y poetas reflejan,
perciben, son sensibles y manifiestan los avatares sociales e históricos.
Que la crítica, la más seria, en general valida los textos literarios
como respuesta a ese marco. Eso es adecuado y constata el papel
de la literatura y la poesía en la constitución del friso reflejo
que permite el conocimiento. Sin embargo y en general, ese análisis
no da cuenta de por qué una obra o un libro determinados producen
más efecto que otros. En el peor de los casos se corre el riesgo
de caer en la tautología. Pero en este libro en especial, que se
sitúa en la abundante y variada literatura feminista y cuyas temáticas
vuelve a tratar, está presente ese elemento irreductible, residual,
que resulta del manejo y combinación de los elementos de lenguaje
u otros de manera tal, que, por lo menos en el caso de este lector,
lo presentado impresiona y llega.
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