LA PALABRA QUE AMAN LOS MUERTOS |
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Inclusive, la publicación de estos "Ultimos poemas" en 1948, meses después que falleciera el poeta en Cartagena, sólo consiguió sepultarle aún más junto con su obra. La Segunda Guerra Mundial había arrasado, además de media Europa, con los sueños utópicos de las vanguardias en todo el mundo. Ya no serían posibles -en este siglo al menos- los cambios radicales que tales visionarios pregonaron a quien quisiera oírles. El mismo Huidobro así lo expresó en varios de estos poemas, dispersos en revistas y diarios de la época, al contemplar las ruinas humeantes de un mundo que nunca le comprendió, pero que hoy le consagra como un visionario. Hoy ya sabemos del incansable ingenio verbal de Huidobro, de su imán retórico para atraer imágenes nuevas desde sus titubeantes primeros títulos. Y que va in crescendo, desde "Espejo de Agua" hasta "Altazor", pasando por el insoslayable gran texto vanguardista que es "Poemas Árticos". Pero esta visión, muchas veces impresionista, de oídas o simplemente falta de lectura a fondo, no dejan entrever al autor de "Ecuatorial", "Temblor de Cielo" y los aquí reseñados, "Últimos Poemas". Todos ellos, textos cargados de una tensión dramática inesperada, mucho menos optimista y juguetona que sus anteriores cantos al futuro esplendor humano. Junto a la selección de poemas memorables como "El paso del retorno", "Monumento al mar", "La poesía es un atentado celeste" y "El pasajero de su destino", completamente acabados y consagrados por la crítica que les incluye en cuanta antología, también nos maravillan los poemas sin nombre, aquellos que el poeta aún trabajaba cuando le encontró la muerte. Como leemos en el siguiente ejemplo: "Quiero desaparecer y no morir/ Quiero no ser y perdurar/ Y saber que perduro/ Llamo a las puertas de la muerte/ Y me retiro/ Llamo a la vida y huyo avergonzado/ Quiero ser toda mi alma y no lo puedo/ Quiero todo mi cuerpo y no lo logro" (pág. 41). Interesante resulta reflexionar sobre las semejanzas y diferencias entre el gesto escritural del Huidobro póstumo y la estrategia textual de un Lihn a las puertas del más allá, en su "Diario de Muerte", proponiendo dos posibles lecturas sobre la poesía y los poetas modernos. Mientras en uno, la voz del poeta devenía en rayo generador de imágenes, el otro, tensaba su apasionado intelecto, en el siempre precario equilibrio de biografía y estilo. Intentando, ambos poetas multifacéticos e incansables, conjurar el lapso temporal que ya expiraba, a través del único artificio conocido por ellos, la palabra que nos salve del naufragio final. Oscar Hahn prologa con acierto este libro, al puntear sencillamente, con abundancia de citas pertinentes, la presencia de la conflagración bélica (1939 -1945) como telón de fondo y tono monocorde de estos poemas finales. Aunque creemos que escapó a su observación, la elíptica travesía desde una reconocible poética creacionista hasta un virtuosismo exento de vanos experimentos verbales, punto donde toda escritura converge hacia su dimensión definitiva. Así, el Huidobro vanguardista da paso a un Huidobro inédito, "clásico" diríamos a fuerza de rizar el término consagrado por una tradición que aborrecía el poeta. También
quisiéramos aportar una curiosidad, acaso por muy pocos conocida,
respecto a la génesis del presente texto. Sabido es que Huidobro trabajaba
en un próximo libro al momento del derrame cerebral, también resulta
obvio -pues aparece como tal una nota introductoria- atribuir la compilación
de estos poemas a su hija Manuela. Pero la verdad es que dicha selección
fue realizada por Braulio Arenas, quien pudorosamente ocultó esta
labor, que lleva la impronta de su gran sensibilidad, amén del conocimiento
cabal de la poesía creacionista, como lo puede atestiguar el agudo
estudio que preside su edición de las Obras Completas de Huidobro.
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