ESA ASQUEROSA PERRA AMARILLA, ESOS TÚNELES Y TANTA DECREPITUD QUE NOS RODEA…

 

Por Víctor Bórquez *


Vigencia de la literatura de José Donoso a propósito de “El obsceno pájaro de la noche”
Por Víctor Bórquez Núñez*

Libro maldito y necesario que fue escrito, si seguimos la leyenda urbana que corre de generación en generación, bajo los efectos de la droga por una dolencia estaba tomando el escritor. Todavía hoy, cuando las actuales generaciones parecen no asombrarse por nada, este texto causa polémica más allá de la anécdota o de los lugares comunes.
“El obsceno pájaro de la noche” es la novela definitiva que todo aspirante a escritor o todo lector supuestamente erudito debe leer por lo menos una vez en su vida. Para aborrecerlo, para declarar que es una obra maestra, para dejar de escribir si este ejercicio es solo por vanidad o pose o para escribir como un acto doloroso y cotidiano y para siempre, si después de su lectura algo –los personajes, las atmósferas, los temas sugeridos, la técnica, vaya uno a saber qué- se impregna en nuestra sensibilidad, sacudiéndola.
Pretender relatar de qué se trata esta novela es como querer referirse al valor de “El Ciudadano Kane” en cine, a tratar de abarcar en un párrafo la influencia de “Rayuela”, en la literatura o los méritos de la época azul de Picasso en la plástica. Es decir, ejercicios imposibles tanto como innecesarios, sobre todo cuando lo que predomina es el juego magnífico de las sensaciones primarias –placer, displacer- ante una novela que desde la primera página huele a transgresión y cachetada en pleno rostro.

EL INDISCRETO ENCANTO DE LA DECREPITUD

Lo abyecto y lo deforme son elementos artísticos apenas alguien se atreve a utilizarlos en su magnífica y grotesca poética. Un rostro deforme, carcomido, mutilado, puede ser asqueroso pero al mismo tiempo bellísimo sustancia expresiva o si no que Óscar Wilde nos pase desde la tumba “El retrato de Dorian Gray” o nos zambullamos de placer culposo leyendo los ires y venires de “La Bella y la Bestia” o “El Fantasma de la Ópera”.
En lo incompleto de su forma, o en su deformidad precisamente, descansa por oposición la belleza y puede surgir la motivación literaria.
Esta idea la comprendió a la perfección José Donoso cuando construyó esta novela maravillosamente perturbadora que a más de un lector ingenuo habrá descolocado por completo.
“El obsceno pájaro de la noche” es el reino de lo decrépito, de lo abyecto, de lo insano. Todo en el libro huele a sacos meados por viejas desdentadas que tratan de vivir sus últimos días miserables en el encierro –físico y mental- de un asilo venido a menos, perdido en la memoria, olvidado a la fuerza. Huele a cocina sucia, a pañales podridos debajo de la cama. A sudor y hedor.
¿Dónde puede caber, en este infierno, la belleza que sus admiradores le encuentran?
Precisamente en la capacidad de José Donoso para poetizar, para fabular, para metamorfosear un tema tan coprolálico como éste y convertirlo –oh, prodigio de su pluma- en una reflexión sin retorno acerca de la vejez y la decrepitud, el terror ancestral a la violación más profunda: la del cuerpo mismo que se va perdiendo en el imbunche, en ese juego literario-folclórico-alegórico del ser que se cose a sí mismo en un pestilente saco pero desde dentro, perdiéndose en la última puntada, saboreando la textura asquerosa que lo oprime y lo sofoca. Como ocurre con el chaleco en el relato de Julio Cortázar: puesta la prenda, el individuo cae víctima de su propia textura. Conoce el terror y se aniquila.

LA PERRA QUE VAGA POR TÚNELES SIN DESTINO

Disfrazada de novela, quizás sea una sátira, una larga y desquiciada reflexión en torno al machismo y a los estereotipos de la sociedad chilena que creía, entonces, en su apego irrestricto a los ceremoniales de los ingleses y veneraba los apellidos vinosos.
Durante toda la novela vaga por túneles sin destino una perra asquerosa –la perra amarilla- que es descrita como la abyección hecha quiltro, flaca, despellejada, sucia, hedionda a mierda y a verdades no confesadas. Quizás sea el colmo que se trate de una perra-hembra, asociada a la feminidad deformada y no de un perro. Divagaciones aparte, ese animal representa entonces un símbolo magnífico, de inmundicia y decrepitud (algún día esa perra fue feroz y tuvo un dueño, pero vino el tiempo en que cayó en desgracia y la botaron, condenándola a vagar por túneles inciertos dentro de una casona custodiada por la galería de los milagros: ancianas que sueñan con ser niñas; jóvenes que se embarazan de pordioseros ocasionales; señores que desean olvidar pecados ancestrales; curas que ya ni siquiera tienen el ánimo para mantener viva la luz en las lámparas de la capilla por donde solo transitan ratones y fantasmas).

OBSCENO Y PLACENTERO

“El obsceno pájaro de la noche” representa, así, un esfuerzo supremo por estirar la palabra, por deconstruir el lenguaje cotidiano e invertir ciertos órdenes sociales. Es el triunfo en gloria y majestad de lo esperpéntico por sobre el refinamiento de las formas: todo cabe en el reino de las palabras.
Novela que abre caminos y cierra otros, con ella José Donoso logró plasmar para siempre un universo subvertido, miserable y lapidario, capaz de soportar el asedio constante de quienes no logran comprender a la literatura como una provocación antes que conformismo.
Triunfo definitivo de la forma, también es la exaltación de atmósferas alucinadas que rodean a los lectores, haciéndoles imposible abrir la puerta de escape. ¿Puede alguien tratar de olvidar estas páginas demenciales y terribles?
Mención aparte merece el tratamiento del espacio y del tiempo en una novela cuya sola estructura equivale a un rompecabezas fantástico. Pero no del rompecabezas cerebral de Adolfo Bioy Casares en “La invención de Morel” (esa joya fantástica que quienes creen haberlo leído todo con Stephen King y sus secuaces, deberían revisar más de una vez). Ni del rompecabezas perfectamente ensamblado de Julio Cortázar de “62 / Modelo para armar” o “Rayuela”.
“El obsceno pájaro de la noche” acepta una y otra lectura porque no se agota en la forma y la profundiza en la relación espacio-tiempo. ¿Qué fue todo, cuándo lo fue? Estas interrogantes parecen guiar la lógica –si cabe el término- de esta novela asfixiante. El tiempo se estira, se achica, desaparece. El espacio no es sino una ilusión o un juego mental. El escenario se construye y reconstruye a propósito de la capacidad del lector para entrar de lleno en el material literario que ha propuesto José Donoso y que permite escarbar entre las ruinas una y otra y otra vez.
Hace algunos años, enfrentado a esta novela por voluntad propia, traté de penetrar en el laberinto propuesto y quise capturar a la perra amarilla y babosa que, sabía, estaba en alguno de los recodos del camino. Confieso que casi 35 años más tarde, ya no me interesa saber dónde se oculta o si logré divisar a la perra en cuestión.
El camino recorrido, la fuerza de la palabra donosiana, fue más fuerte, más importante.
Una imagen para el recuerdo: la huérfana que baila semi desnuda, luciendo su atrevida sexualidad a través de los barrotes, en la noche que rodea el asilo de estas ancianas. El cuidador-relator-conciencia y vieja desdentada la observa y piensa en cómo quisiera ser hombre para poseerla, en un pasaje de travestismo literario inusual e inigualado. Más allá, el Mudito, que deberá auto inmolarse en el imbunche, despojándose de su calidad de hombre y ser humano. A lo lejos, aúlla la perra amarilla porque ha visto sobrevolar al obsceno pájaro de la noche por encima de las tejas gastadas.

DONOSO INMORTAL

José Donoso nació en Santiago en 1924, un 5 de octubre. Estudió en la Universidad de Chile y luego en Princeton, Estados Unidos. Entre 1967 y 1983, vivió en España, donde escribió algunas de sus novelas más importantes y se consolidó como una figura central del boom latinoamericano. Entre otras distinciones, obtuvo el Premio Nacional de Literatura, el Premio de la Crítica en España, el Premio Mondello en Italia y el Premio Roger Caillois en Francia.
En 1995 fue condecorado con la Gran Cruz del Mérito Civil, otorgada por el Consejo de Ministros de España. Tras su regreso a Chile, en 1983, dirigió durante varios años un taller literario que jugó un rol fundamental en la generación de la Nueva Narrativa Chilena.
Donoso murió en Santiago en diciembre de 1996. Sus piezas claves son: Casa de Campo; Conjeturas sobre la memoria de mi tribu; El obsceno pájaro de la noche; Coronación, La desesperanza, Donde van a morir los elefantes; Este domingo; El lugar sin límites; El jardín de al lado; La misteriosa desaparición de la Marquesita de Loria; El Mocho y Nuevas Noveles Breves.

LA BURGUESÍA, LA DESCOMPOSICIÓN DE LAS FORMAS

En la obra de Donoso siempre existe una crítica a la burguesía y siempre presenta una defensa de los explotados y la servidumbre, al juego del que es mandado respecto al que gobierna.
En un encuentro entre escritores y periodistas latinoamericanos, el autor respondió entre otros tópicos sobre la importancia de la homosexualidad en su obra y dijo: “En efecto, incluyo en muchas de mis novelas ese tema. Si hay un personaje homosexual en un relato es metafórico. Me interesa mucho ese mundo, me produce angustia y preocupación”.
Ante el cuestionamiento de la periodista Ángeles Mastretta, respecto a lo que le sucede a José Donoso cuando termina de escribir una novela, él comentó que tiene fama de ser una persona que se enferma fácilmente. “Mi salud precaria es real. Al terminar una novela sufro de un accidente, aparece una sensación de que me es arrebatado algo de mí mismo. Lo que se consume en mi obra es un trozo de mi existencia. Por mi edad, al terminar mi último trabajo (El Mocho) tuve miedo de morir”, dijo.
También manifestó que tiene mucho cariño a la facultad de expresarse a través de la palabra y se describió no como un hombre de crítica, sino más bien abierto a la crítica. “Me duele cuando me critican mal, pero me siento un genio cuando me critican bien. Mi crítica es del mundo del cual doy una visión irónica. No tengo una pretensión por lo que escribo, no representa ni significa nada, porque no tengo una ambición de arreglar el sistema; sin embargo, me gustaría ser considerado un hombre que en sus libros postuló la verdad”.

*Escritor, periodista y académico de la Universidad de Antofagasta. Ha publicado once libros, el último de los cuales es la novela “Donde la música agoniza” (2014, Escritores.cl)

 
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