Ensayos
mínimos, psicología y literatura |
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de H. Ortega-Parada
Este
es un libro que reúne experiencias y todo aquello que gira y centra
la literatura como arte, como oficio, como sentido de vida. Consta
de dos partes: una de ellas contiene diez ensayos libres en torno
a ciertos fenómenos del acto escritural, interrogaciones acerca de
las peripecias de la filosofía en tiempos contemporáneos y un acercamiento
al pensamiento de Gaston Bachelard -tal vez el último sabio del siglo
XX-. La segunda, está constituida por veintiocho “clips” donde es
posible apreciar la historia de la psicología y sus relaciones con
la literatura en todo su devenir. Esta es la parte esquemática pues
las informaciones que contienen estos clips es incontable. Su antecedente
está en los 28 capítulos semanales que publicó su autor en el Diario
El Centro, de Talca, en los años 1992/93. En Talca porque él es maulino
y esa es una ciudad universitaria. Los textos de este libro deberían
interesar a todo aquel que se inicia en la literatura y también al
que ya está empezando a publicar (los mayores no tienen remedio) es
decir, a gente de talleres y, por qué no decirlo, a profesores de
literatura de toda índole. Y debe interesar a los lectores inquisitivos
e inquietos, pues podrán dialogar, ya que esas páginas no son textos
cerrados, no son “ensayos máximos”.
Pero, veamos que dice su prologuista, un experto en psicología: Prólogo Asistimos a un verdadero viaje entre zonas internas y externas de la psiquis humana. El autor, en forma muy documentada y pedagógica, nos va llevando por un monólogo y/o diálogo imaginario en que la pregunta central es siempre el sentido de la obra de arte. Dicha interrogante permite profundizar en los cimientos de la construcción de la obra, fundamentalmente poética, en que la relación autor-obra es siempre un enigma que ha de ser descifrado por la investigación psicoanalítica. Ahora bien, toda obra de arte siempre apunta a algún aspecto del fantasma del sujeto de la creación; ya sea como autobiografía o estabilización sintomática en un deseo de reconocimiento como creador. Pero en estos Ensayos Mínimos, presenciamos un máximo de introspección sobre el proceso escritural mismo. Ortega-Parada bucea en cada capítulo sobre múltiples preguntas que se ha hecho a sí mismo, sobre el fundamento de la arquitectura de los escritores, poetas sobre todo. En cada capítulo bordea el alma del creador de la imagen poética, subrayando permanentemente la importancia de la lucidez del poeta para alcanzar la chispa poética adecuada. Texto gestado, al parecer, en largas noches de insomnio, es un bello testimonio de la travesía que ha tenido que hacer Ortega-Parada, en relación a la palabra plena de la poesía. Utilizando el concepto de Clips Psicológicos, el autor logra hacer un buen empalme con el vector central de su trabajo investigativo. El diccionario le otorga a la palabra inglesa de clips, dos sentidos o funciones: por el lado del sustantivo, como objeto, permite sujetar papeles, engrapar; y, por el lado del verbo, clips significa cortar, podar. Este colosal ensayo humanista logra su cometido al unir diversas disciplinas y saberes del quehacer humano, obviando la redundancia y retórica histórica de los discursos sobre la literatura en general. El lector podrá deletrear el disco duro consciente o no del ensayista Ortega-Parada, con el cual continúa su línea de investigación previa, ya sea en los textos-entrevistas –extraordinarios- a poderosos escritores nacionales como Enrique Gómez-Correa (1999), Jorge Teillier (2004) y Ludwig Zeller (2009), libros editados como serie (Arquitectura del Escritor). El autor ha optado por el camino de la interrogación, en que el acto poético esta elevado a lo más específico del alma humana, a una especie de ontología poética para resaltar la importancia de la creación poética como núcleo del ser. Realiza una advertencia permanente del predominio de las subculturas desechables por sobre la cultura adecuada para el espíritu, configurándose como un llamado de alerta a una sociedad adormecida por la realidad virtual. En
lo personal, me dio la impresión de estar leyendo una obra magistral
que lleva la marca de la memoria poética atávica, que quiere dejar
un legado a las nuevas generaciones de creadores, para que cuiden
y preserven la importancia del logos como lo específicamente humano. Viña del Mar, Febrero 2007
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