Comentario de Cine:
El Topo (1970)
Dirigida por Alejandro Jodorowsky


Por Aníbal Ricci Andagua

Los paisajes y locaciones nos sumergen en un cuadro surrealista de Salvador Dalí, y algunas secuencias nos recuerdan el poderío de las imágenes de Un perro andaluz (1929) de Luis Buñuel. Sin embargo, Jodorowsky se aleja de la visión poética de García Lorca y, nos ubica en medio de una alegoría potente acerca del camino del hombre: deberá cavar túneles en su interior, buscándose a sí mismo, para que cuando llegue a la superficie no quede ciego. Es un camino solitario que se emparenta con la animación inicial de «Ante la ley» (Franz Kafka) incluida en El proceso (1962) de Orson Welles. El guardián de la puerta le dice al hombre: «Nadie podía pretenderlo porque esta entrada era solamente para ti».

La travesía transcurre mientras el Topo, adulto, cruza el desierto. Al comienzo de su camino, lo acompaña su niño interior, dualidad que cabalga en su rito de iniciación, con el lastre de la dependencia de su madre y los cuidados que requirió en la infancia.

La música y los pueblos evocan el western, donde el héroe sorteará los peligros acompañado de su pistola, metáfora que alude al poder del sexo. Se encuentra con un Coronel y una banda de fetichistas que solo piensan en sexo. El Topo lo humilla privándolo de su pistola y el Coronel se suicida. Rescata a una mujer, conformando una nueva dualidad, donde el niño interior ya no tiene cabida; lo abandona para que «nunca más dependa de nadie».

El Topo, azuzado por la mujer, se enfrentará a duelo con los cuatro maestros del revólver. Cada uno le aportará enseñanzas de vida y será doloroso dejarlos atrás. La bella mujer reclama por agua, «para que pueda amarte tienes que ser el mejor», reclama por todo. En el camino, el Topo vence la tentación que le ofrece la belleza de la mujer y se da cuenta de que puede ser traicionera. La mujer está contenta de que el Topo haya matado a sus maestros, pero el personaje visita sus tumbas y, ante la traición de la mujer, es rescatado por seres deformes que lo llevan al interior de una caverna. En su compañía vuelve a ser parido, un renacer que implica haber superado el mundo de las apariencias (la belleza de la mujer).

El Topo se compromete a liberar a estos seres con problemas físicos y síquicos: cavará un túnel para comunicarlos con el pueblo. Aflora a la superficie en compañía de una enana y observan los dualismos de comportamiento ante las leyes sociales y la iglesia. A su vez, aquellos que rigen esas leyes interpretan otros dualismos: represión sexual uno y fanatismo el otro.

El Topoy la enana hacen malabarismos callejeros, limpian ventanas y excrementos, todo para apurar la construcción del túnel. Su niño interior ha regresado y lo enfrenta: esperará que termine su labor para matarlo. El Topo encontró el amor y espera un hijo de la enana. Cuando termina el túnel, los deformes van al pueblo como ganado al matadero. La luz los ha cegado y son masacrados por sus habitantes. El Topo ante su impotencia, extermina al mundo adulto y, habiendo superado todos los vicios mundanos, vierte aceite sobre su cuerpo y se prende fuego. Ha conseguido la purificación total y se vuelve una sola persona, que ya no requiere de otras apariencias.

El niño interior ya ha crecido, emprendiendo su propio camino con su mujer e hijo. La película es un viaje lleno de simbologías para dejar atrás a viejos maestros, superar el mundo de las apariencias, para finalmente convertirse en una sola entidad que se abre paso por sus propios medios.

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