La Diáspora a voile de oiseau

 

Por Jorge Etcheverry Arcaya

 

Ahora, la facilidad y accesibilidad relativas del viaje, la comunicación instantánea de voz e imagen y el mundo virtual, hasta cierto punto anulan las fronteras, permiten la construcción de patrias o territorios en las nubes, hacen que Tlön pueda anidar en alguna parte de la cloud. Pero la diáspora como dispersión física de los autores que originan todo lo anterior es inabolible, aún en tempos de globalización, de olas de refugiados y de migraciones masivas. La diáspora, que señala la historia y el mito del pueblo judío y que pasa a denotar por extensión la dispersión física de un pueblo por el mundo, pasa a aplicarse en el caso de Chile a los autores dispersados por el mundo a raíz del golpe militar de 1973. Ellos formaron parte de una elite intelectual y profesional que acompañó al destierro a dirigentes políticos y laborales, e incluso en algunos países a colectividades exiladas, como es el caso en Canadá, Suecia, Australia, Argentina, México, etc. Esta diáspora literaria, y la poética, a la que me referiré más a menudo en esta somera nota, se organizó bastante rápidamente, contando con los elementos de la organización del exilio chileno local en los países. En Canadá, para mí un ejemplo vivencial, el desarrollo de las iniciativas y eventos culturales literarios y la actividad editorial chilena local se vieron facilitadas por la imbricación en la comunidad chilena exilada y sus actividades, Cordillera,Split/Quotation y Poetas Antiimperialistas de América son los casos principales de editoriales chilenas en Canadá, que surgen en este contexto. El hecho de que—por supuesto no tan solo en Chile—las intelligentsias son por lo general de izquierda hizo que la “Literatura chilena en el exilio”, que es el nombre de una revista muy importante en este contexto, se convirtiera precisamente en eso, ya que sobre todo en la primera década a partir del golpe, gran parte de la literatura chilena estaba en el exilio. Esta revista, junto con otra, la emblemática Araucaria, cumplieron un papel clave en la conexión, exposición textual, debate, comentario y archivo de los autores miembros de la diáspora chilena. Literatura chilena en el exilio, fundada en 1977 en California, en 1981 pasó a llamarse Literatura chilena creación y crítica, Araucaria estaba en España, Madrid, y duró hasta 1989. En general, aparte de uno que otro evento, el encuentro y el conocimiento de los textos entre los escritores y poetas chilenos de la diáspora se realizaba por este medio. La institución literaria nacional, parcialmente desterrada, siguió en general la matriz o estructura de la literatura y poesía chilena existentes al comienzo del golpe, con sus agrupaciones literarias, afiliaciones partidarias y su crítica, del período de la Unidad Popular. Como ejemplo del dinamismo y adaptabilidad de esta, por así decir institucionalidad literaria escindida, tenemos el caso de la poesía y desde el exilio, Gonzalo Millán publicaba un artículo en la revista postdata que “abría” esta nómina, se trata de Promociones poéticas emergentes: El espíritu del valle. (Concepción, 1985). . A las finales, la necesidad de incorporación de la mayor cantidad de poetas y escritores a las tareas de solidaridad de la lucha contra la dictadura impuso esta apertura, lo que venía a dinamizar y enriquecer a una literatura y una poesía en general “en resistencia”, tanto dentro como fuera del país.

Aparte de las revistas mencionadas y otras, como la revista El espíritu del valle (Colaboración Chile-Canadá), hay recuentos parciales de autores y poetas diaspóricos. A manera de ejemplo y dentro de lo que conozco, en este mismo portal, hubo una muestra a cargo de su director Ernesto Lánger, una Antología de escritores chilenos residentes en el extranjero, de 2003. El autor había estado exilado de Francia. Otro caso es el de una nota del poeta chileno radicado en Panamá Rolando Gabrielli, Poetas de la diáspora chilena, publicado en la revista venezolana virtual Letralia, en 2008, artículo que está restringido a los poetas. El encuentro La región XIV. El regreso de 12 poetas chilenos, de Chile poesía de 2005, fue realizado por José María Memet, él mismo ex exilado en Francia. Donde la diáspora poética adquiere coalescencia y se identifica con una generación o promoción histórica es en la antología de Teresa Calderón, Lila Calderón y Thomas Harris, La generación del 60 o de la dolorosa diáspora (2012), que establecen, en este primer tomo de una ambiciosa antología de la poesía chilena contemporánea, la cuasi equivalencia de la generación de que se trata y la diáspora. Hay eventos en que la dimensión diaspórica y exilada formó parte integral de la poesía o literatura chilena, como Juntémonos en Chile, congreso de 1996, o el muy posterior Chile miraa sus poetas (2011), y están los artículos y antologías de Soledad Bianchi como La memoria modelo para armar. Grupos literarios de la década del sesenta en Chile. Entrevistas, de 1995.El vínculo de la diáspora literaria con el interior siempre estuvo presente, y debido a mi conocimiento de las circunstancias de Canadá, puedo mencionar una temprana ocurrencia, el Primer cuaderno de la poesía chilena (1980), de Ediciones Cordillera, que reunió a poetas chilenos residentes en Canadá con algunos de sus contrapartes en Chile.En general la recepción de los poetas de la diáspora ha sido variable,” Poetas de la región espectral” los denomina la revista Sur y Sur en un artículo de 2005. En el caso de la prosa, hay una situación mucho menos equilibrada, La presencia de Isabel Allende, Ariel Dorfman, Roberto Bolaño en el “exterior” instauran una brecha insalvable respecto a la prosa que se hace en el interior, por razones diversas, pero básicamente por el reconocimiento internacional. Lo que no se daba en el caso de la poesía, ya que el último poeta por decir “Universal” de Chile era Nicanor Parra, que vivía en Chile. Ahora, hay poetas chilenos que se desplazan a diversos países según sean sus contactos, publicaciones, y diverso grado de reconocimiento, en la misma medida en que poetas chilenos del exterior visitan o viven y producen en el país. Surgen en Chile publicaciones en otros idiomas o bilingues, lo que muestra la innegable “globalización” de Chile, con el signo positivo, negativo, o “gris” que se le quiera asignar.

La así llamada diáspora, mantuvo un cierto contacto entre sus integrantes, y con la poesía del interior, facilitando así la mantención de ciertos por así decir “rasgos” de la poesía chilena, como la pluralidad discursiva, la integración de lo cotidiano y los discursos sociales, el experimentalismo, la metapoesía y la antipoesía. Esta relación, a la vez ayudaba al desarrollo local de colectivos de creación y difusión poética, por ejemplo en México, Holanda, Suecia, o el caso cercano, otra vez, por tenerlo a mano, de Canadá, donde la Escuela de Santiago, a la sombra de Ediciones Cordillera, continuó desarrollando su poética que se concretizó en libros. Ninguno de estos autores tenía libros individuales en Chile. En México, Roberto Bolaño y Bruno Montané interactuaron con autores locales en la aventura hiperrealista, esto último otra faceta de la práctica escritural trasplantada, como lo son el aprendizaje de idiomas, la publicación de textos en otros idiomas y la traducción de obras de otros idiomas al español y su difusión en Chile, después del retorno o en visitas o estadías. La mantención de los lazos con los países que fueron anfitriones o que aún forman parte del escenario vital de los autores, el conocimiento de su idioma y literatura, fueron beneficios “agregados”. Todos estos elementos no estaban ni con mucho, ausentes, como práctica, de la literatura chilena, pero se trataba más bien casos individuales aunque señeros, como Huidobro en Francia, y que ahora pasan a convertirse en un fenómeno más o menos habitual y masivo gracia a la diáspora.Además se generalizan la variable conexión con la literatura de los países anfitriones en cada caso, la llevada de vuelta a Chile de otro(s) idiomas y conexiones y quizás influencias, así como de ideas de financiamiento y gestión culturales. No es eso hubiera estado ausente, pero en el caso de la diáspora chilena, se produce de golpe, de manera más o menos masiva y en un momento históricamente significativo. La concepción y preexistencia en el exterior de una diáspora literaria y poética chilena tiende a fagocitar al desplazamiento de escritores y poetas chilenos a otros países, que se ha incrementado en las últimas décadas. Elementos ya más o menos establecidos en otras literaturas, como la literatura genérica, identitaria y multicultural, se desarrollan quizás más rápido en Chile, ya que esos contextos socio culturales y sus discursos, ya presentes en el país, reciben los frutos de ese intercambio e influencia surgidos en la diáspora. Por ejemplo, la literatura feminista y gay existía desde hace bastante tiempo en los países “desarrollados”.

La estadía temporal de los autores en Chile, o su regreso, casos frecuentes, anulan la existencia fáctica de la diáspora , o la hacen de una manera por así decir, fluctuante, además de que hay una cierta presencia continua de autores chilenos del exterior en medios virtuales e impresos en Chile. Esto último, sin embargo, suele percibirse como siendo insuficiente y sujeto a oscilaciones, como me manifestaba en una conversa virtual el cantautor y autor chileno afincado en Montreal, Cristián Rosemary del Pedregal, volviendo ahora a mi ejemplo “de primera mano”, Canadá, donde, Jaime Serey, por ejemplo, escribe poesía según pautas chilenas, y Claudio Durán, que pasa su tiempo entre Canadá y Chile, publicará pronto una antología bilingüe español, inglés, en Chile.

Pero el concepto de diáspora sigue existiendo, y no de manera vestigial, pese a que las condiciones imperantes lo están haciendo desaparecer. Esto porque el desplazamiento, la permeabilidad de las fronteras, el mundo virtual, la misma globalización y tendencia a la uniformidad en curso, hacen que el ansia de identidad acentúe las pertenencia a colectivos, naciones, cofradías, etc.. .. Identidad y comunidad pueden ser palabras clave para entender la sobrevivencia de la diáspora. Se trata de una cierta comunidad de alguna manera valórica y básicamente política que permite la diversa presencia en España de Sergio Macías Brevis y de la poeta y activista feminista Silvia Cuevas Morales, o del activismo poético progresista que ejercita Juan Garrido en Australia, por ejemplo. Una diáspora que incluye a Juan Armando Epple, y a Mariela Griffor, autora y editora, en los E.E.U.U., al poeta y narrador Jorge Carrasco, en Argentina, y también a Jodorowsky, por supuesto todos nombres elegidos a manera de ejemplo. Se trata de una hermandad o comunidad medio mítica, medio un constructo, nacida del golpe del 73. De una entidad que ya quizás no debiera no existir ni fáctica ni conceptualmente, pero que de alguna manera está presente y sigue denotando al colectivo, quizás algo ficticio, de prosistas y poetas chilenos que viven en esa dimensión externa, a veces atractiva, a veces amenazante y sospechosa, que se percibe desde ese Chile globalizado pero con tremendas desigualdades, y que de alguna manera sigue siendo el Tibet de las Américas.

 

 
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