DE
LO URGENTE Y LO PENDIENTE. A propósito de la deuda con Andrés Sabella
Por Víctor Bórquez Ñúñez*
Cien
años desde su nacimiento, 20 años desde su muerte, con salas que llevan
su nombre, una Corporación que atesora su legado patrimonial y trata
de mantener vivo su recuerdo, una avenida que atraviesa Antofagasta
–su ciudad- y un liceo, un aula magna en la Universidad que lo nombró
Doctor Honoris Causa (aunque durante la dictadura le negó la entrada)
y el proyecto de bautizar el aeropuerto con el nombre de quien nombrara
como Norte Grande a este pedazo de tierra donde vivimos.
¿Es eso suficiente?
Me llama la atención de manera poderosa que todos los homenajes para
el poeta esencial del Norte quedaron en eso, en homenajes, pero no
se traducen en acciones articuladas después de los vítores y el recuerdo
emocionado del “yo lo conocí”, “yo estuve con él”…
Alguien se preguntaba, con absoluta razón: ¿dónde están los homenajes?¿Dónde
están los desfiles y las comparsas?¿Dónde están las lecturas?
Es que hablar de Andrés Sabella Gálvez, el poeta de un solo ojo, el
periodista que fue maestro de decenas de generaciones, el dibujante
minimalista que siempre regalaba sus dibujos caracterizados por tener
siempre un único ojo en perfectas líneas rectas y estilizadas curvas,
es referirse de manera obligada al tema esencial de la nortinidad:
el apego a un paisaje, el acercamiento poetizado a una zona geográfica,
el querer abarcar todo con la palabra creadora.
EL AMIGO DE TODOS
Miembro auténtico de la verdadera bohemia cultural de los años dorados
en la capital, regresó a su ciudad porque sabía que jamás iba a ser
un hombre de leyes y oyendo el llamado de su vocación, se afanó en
crear desde la periferia.
Así, su monumental obra “Norte Grande” le valió el reconocimiento
a nivel nacional. Cabe entonces la pregunta, ¿alguien la ha leído?
Fue, hasta su muerte, parte fundamental de la vida antofagastina,
icono de generaciones que en plenos años de dictadura y censura, encontraban
en él un aliento para seguir creando. Comunista a la antigua, era
a la vez un hombre cristiano en el sentido más pleno, entendiendo
como pocos que no existen muchas diferencias entre las luchas de reivindicaciones
y las prédicas de Cristo.
Mantuvo hasta su fallecimiento (acaecido en Iquique) la columna diaria
denominada “Linterna de Papel” en “El Mercurio de Antofagasta” y era
un convencido que la verdadera esencia del periodismo no está en las
aulas sino en la calle: "El periodismo no se hace, se busca",
era su lema.
Amigo de sus amigos, no dudaba en subirse a la tarima para declamar
en contra de lo que él creía injusto.
Se recuerda, entre esas anécdotas, la clase que hizo para sus alumnos
en plena calle, frente a la Universidad del Norte, cuyo rector delegado
en la época le negó la entrada porque era comunista. Sentado en la
vereda, el Doctor Honoris Causa, despojado de la academia, recuperaba
la calle y sus estudiantes sabían que esa era la verdadera lección,
mezcla rara de humildad y desafío a los poderes fácticos que trataban
de doblegarlo.
PIRATA, A MUCHA HONRA
Miembro de Honor de la Hermandad de la Costa, su primer Capitán Nacional
y un auténtico pirata y amante del mar, fue siempre marinero en tierra
firma y firme defensor de la vastedad del océano que baña la ciudad
que lo veía caminar tranquilo, conversando hasta dos horas en una
esquina, de este mundo y el otro.
Cuando se trajo su cuerpo para las exequias funerarias, la ciudad
se tiñó de rojo y vibró la catedral, en rara simbiosis. Las calles
se desbordaron y su mausoleo se llenó de claves rojos.
Pero sigue pesando el que su obra, su legado, su auténtica palabra
no ha trascendido lo suficiente como para que se aquilate la amplitud
de su pensamiento.
Nacido en Antofagasta el 13 de diciembre de 1912, estuvo en Santiago
tratando durante una década de estudiar derecho en la Universidad
de Chile, carrera que no concluyó, aunque fue ayudante en la cátedra
de Derecho del Trabajo.
El tema era simple: jamás quiso ser abogado y permaneció 21 años en
la capital, integrándose a la bohemia literaria, ocupando sitio de
preferencia junto al mismísimo Pablo Neruda, Diego Muñoz, Oreste Plath,
Alberto Rojas Jiménez y Alberto Valdivia (el “Cadáver” Valdivia),
entre muchos otros escritores.
Escribió en numerosas revistas y diarios del país, durante 40 años
colaboró con el diario “Las Últimas Noticias” de Santiago, dirigió
la revista “Mástil” de la Escuela de Derecho y desde 1933 editó los
Cuadernos de Poesía Hacia, publicación fundamental en la difusión
de la literatura nacional.
Fue, precisamente en esa publicación, donde comienza su labor como
dibujante y en 1930 apareció “Rumbo indeciso”, su primer libro de
poemas.
Ingresado al Partido Comunista, en 1937 fue uno de los fundadores
de la Alianza de Intelectuales contra el fascismo. Por esta razón,
gran parte de su legado literario está vinculado de modo directo a
la denuncia social, la exaltación de figuras como Luis Emilio Recabarren
y Domingo Gómez Rojas, poeta estudiante encarcelado y muerto en 1920.
Situado en la llamada Generación Literaria de 1938, entre sus temas
principales se encuentran la pampa y el mar.
Su novela clave es “Norte Grande”, epopeya de las salitreras, cuyo
personaje central es la pampa, tratada con gran sentido social y poético.
El título de esta obra dio nombre a la zona que se extiende entre
la primera y segunda regiones.
Otro elemento clave que recorre su obra es la ternura hacia los niños,
celebrada por Gabriela Mistral, sobre todo porque su poesía para niños,
alcanza armonía, originalidad y juegos lingüísticos: “Canciones para
que el mar juegue con nosotros”, “Chile, fértil provincia” y “Cetro
de bufón”, son prueba de ello.
Creador en 1967, junto a Nicolás Velasco del Campo, de la Escuela
de Periodismo de la Universidad del Norte, la Academia Chilena de
la Lengua lo honró con nombrarlo entre sus miembros.
Parte de su obra la forman “Rumbo indeciso” (1930); “La mugre” (1934);
“Vecindario de palomas” (1941), la esencial “Norte Grande” (1944);
“Chile, fértil provincia” (1945); “Martín Gala” (1952); “El caballo
en mi mano” (1953); “Canciones para que el mar juegue con nosotros”
(1964); “Un niño más el mar” (1972); “Célula Cristo. Sobre La Biblia
Un Pan Duro. La Estrella Del Hombre” (1972).
Hombre clave, notable y multifacético, cierto.
Pero volvemos al punto de inicio: ¿se le conoce? ¿Se lee su obra?
¿Se discuten sus posiciones estéticas? ¿Es parte esencial su poética,
su trabajo como periodista, dibujante y como cronista?
Ésa es la deuda. Lo urgente de celebrar y lo pendiente por saldar.
*
Víctor Bórquez Núñez es antofagastino. Periodista, autor de nueve
libros y académico de la Universidad de Antofagasta. Fue discípulo
de Sabella, con quien mantuvo el último taller literario que el vate
tuvo antes de morir, en la Asociación Cristiana de Joven.