CUANDO LOS LIBROS VISITAN LA PANTALLA GRANDE
 

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Por Víctor Bórquez Núñez* *
Nace en Santiago en 1968.titula de Ingeniero Comercial enlica de Chile.

Nada más interesante que el tema de la recreación de un libro en la pantalla grande, sobre todo cuando persiste en una gran cantidad de personas ese viejo deseo de querer entender ambos lenguajes –el cine y la literatura- como si fueran sinónimos, desatendiendo precisamente aquello que los distingue y potencia, su capacidad completamente distinta para apelar a nuestra sensibilidad a través de lenguajes que son complementarios pero de ninguna manera similares.

Así, la gran cantidad de versiones, adaptaciones, traslaciones, traducciones, transferencias, transcripciones, inspiraciones, recreaciones, trasposiciones, fusiones y cualquier otra denominación que implique un trasvasije de un lenguaje particular a otro, constituyen un tema inagotable. Y fascinante.

Desde luego no es solo el cine el que se relaciona desde su creación con el mundo literario. Lo ha hecho el teatro, con magníficas instancias de resignificaciones (recuérdese ‘Antígona’ de Sófocles trasladada y modificada por Bertolt Brecht) y lo ha continuado haciendo la novela transformándose en teatro o la poesía inspirándose en la escultura, la fotografía inspirando a la novelística y la música y suma y sigue.

Deteniéndonos en el influjo que tiene el cine, ese arte poderoso y joven que vino a revolucionar los patrones estéticos desde esa inolvidable ‘Llegada del tren a la estación’ de los hermanos Lumiére el 28 de diciembre de 1895, es conveniente hacer algunas salvedades:

1.- Nada es más rutinario que desear la trasposición fidedigna del mundo literario a la pantalla grande. Y con esto, bienvenida la provocación generada por aquellas versiones que se inspiran en un texto y lo alimentan de nuevos cauces expresivos, tomando apenas una anécdota y desafiando a los lectores a asumir ahora el papel de espectadores, allí cuando el silencio y concentración de la lectura habitual se trasmuta en una mirada de fotografías en movimiento que tiene un ritmo y un tiempo absolutamente particulares. Recordemos ese caso fabuloso en que un cuento de Julio Cortázar, ‘Las babas del diablo’, origina una tremenda reflexión en torno al vacío existencial tan característico de las preocupaciones de Antonioni. O el trabajo estilizado que realizó Kubrick al tomar la novela ‘Relato soñado’, de Arthur Schnitzler.

2.- Qué mejor que el descubrimiento de nuevas miradas a partir de un texto determinado. Releyendo ‘Las horas’ de Michael Cunningham, el Pulitzer de 1999, uno descubre la capacidad tremenda que tuvo el director Stephen Daldry cuando hizo su versión cinematográfica porque supo recoger estímulos de la novela que los transformó en magnífico lenguaje fílmico, siendo fiel al estilo y al delineamiento de los personajes. He aquí un simple ejemplo de cómo un texto de ricas connotaciones, puede abrir un paraguas de muchos estímulos cuando se convierte en una adaptación en la pantalla grande. ¿Acaso alguien puede desconocer cuánto se potencian, novela y filme, en ese monumental trabajo que se hizo en ‘El Padrino’ de Francis Ford Coppola, a partir de la novela de Mario Puzo?

3.- Sigue siendo sorprendente la capacidad que tiene el cine para dar vida a obras que nunca hubiesen sido famosas. A este respecto, el planteamiento del viejo Alfred Hitchcock está más vigente que nunca: la mejor manera de lograr una gran película, decía, es tomar una novela barata y poco conocida para sacar de ella material que en la pantalla grande luce de modo tal que se convierte en algo magnífico. Y qué mejor para subrayar sus palabras cuando uno se enfrenta a ese clásico fílmico que es ‘Psicosis’, con todas las implicancias que ha tenido para el desarrollo del cine contemporáneo y se lo compara con la novela de Robert Bloch de 1959 que le dio origen.

Es indudable que en el cine es donde se detectan más conexiones con la literatura, al menos por la cantidad de adaptaciones o traslados desde el papel a la pantalla grande, recordando precisamente que cuando Riccioto Canudo, incluyó al cine en el Manifiesto de las Siete Artes, consideró que éste era una suerte de resumen de todas las artes existentes y le dio el lugar número siete. Con todos los riesgos que esta denominación implica, no deja de ser interesante que el cine se considere como un arte integrador, aglutinador y que juguetea de manera notable con temas que la literatura escarba desde sus orígenes: el concepto de la realidad, el tiempo, el espacio, la naturaleza misma de la ficción.

De este modo cuando se aborda la vinculación inevitable entre el cine y la literatura, debemos estar dispuestos a comprender que esa relación debe ser entendida como influencia temática, como vaso comunicante que desde un lenguaje específico y pleno –la palabra escrita- se traslada hacia un mundo de sentidos imponente –imágenes, movimientos, colores, sonidos- que pasan desde la lectura episódica al visionado en tiempo presente y social que, desde luego, implica una sensibilidad a punto.

 

 

 

*Periodista y escritor antofagastino, con doce libros publicados. Actual Director de Vinculación y Comunicaciones de la Universidad de Antofagasta.

 

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